El diputado Javier Milei –candidato presidencial por el partido La Libertad Avanza (LLA)–, Patricia Bullrich, postulante para el mismo cargo por la coalición Juntos por el Cambio (JxC), y el ministro de Economía y presidenciable por la oficialista coalición Unión por la Patria (UP), son los tres ángulos de un triángulo que los tiene como actores públicos principales de la política argentina desde la madrugada del pasado lunes cuando se conoció el escrutinio de las elecciones primarias simultaneas y obligatorias (PASO) que se desarrollaron aquí.

Si bien ese triángulo –dada la exigua diferencia que existe entre los tres postulantes que se subieron al podio de los más votados– claramente Milei es el que concita la mayor atracción pública y es un sujeto noticiable preferente. Los tres lo saben. Nada ni nadie, por fuera de ellos, emerge ni se visibiliza. Especialmente en el oficialismo. Tanto el presidente Alberto Fernández como la vicepresidenta Cristina Fernández permanecen alejados del espacio público y muy poco se sabe de ellos. Hasta hoy, se borraron.

Según coincidentes voceros gubernamentales, Alberto transcurre la mayor parte de su tiempo en la residencia presidencial de Olivos donde protagoniza largas tertulias con un puñado de cercanos colaboradores y algunos periodistas, mientras que Cristina pocas horas atrás llegó a su residencia privada en la patagónica localidad de El Calafate –su lugar en el mundo– allí permanece y se desconoce cuáles son o serán sus actividades. Cada uno de ellos tiene claro que dentro de 111 amaneceres, desde el mediodía, solo serán parte de la historia y que el tiempo dirá cuántas páginas ocuparán de ella y en qué tono serán evaluados. Ya fueron. ¿Habrán imaginado este final? Cristina, semanas atrás, advirtió sobre un final –en las PASO– de tercios. Profecía autocumplida.

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La economía y las finanzas argentinas no van bien. En algunos sectores –pasadas las primarias– las reuniones se multiplican. Hasta en el ecosistema bancario se percibe una creciente angustia por la falta de certezas. Los CEO de por lo menos tres entidades globales, cuyas carteras en el mercado local son amplias y extendidas, reúnen a los gerentes para confidenciar con ellos, en reuniones cerradas, que antes de las elecciones se encontraron con los principales postulantes. Se manifestaron nerviosos por el futuro del sector bancario. La anunciada eliminación del Banco Central (BCRA) por parte de Milei y la eventual dolarización los puso en máxima tensión y alerta. “Si el sector se achica, habrá despidos en algunas áreas estratégicas y destinadas a la comercialización de productos”, imaginaron dos encumbrados banqueros. Por falta de datos concretos no son pocos los que piensan en un avance de la uberización laboral y el posible avance de las Fintech. “Para dolarizar no hay con qué. No hay dólares y queremos creer que en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en la Casa Blanca (sede del Gobierno norteamericano) no acuerdan con esas ideas”, sostuvo enfáticamente un CEO bancario ante este corresponsal.

Tal vez por ello, en sus intervenciones públicas ante los medios, Javier Milei comenzó a moderar sus ideas-fuerza. O intentó hacerlo. La dolarización, uno de sus caballitos de campaña, “no será inmediata (...) llevará no menos de 24 meses (...) es una medida de segunda generación”. También intenta amortiguar con cada una de sus palabras el anunciado punto final de los planes sociales. “No se habló de portación de armas, sino de libre tenencia como lo dice la ley”, anunció junto con su candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel, en el programa “A dos voces”, que se emite por el canal TN de Argentina.

Propuestas de difícil realización. La dolarización –como se expresara en esta columna reiteradamente– demanda de un debate parlamentario intenso porque la Constitución Nacional –así como lo expresa Milei– lo impide en su artículo 75. Un intento en ese sentido, de avanzar, caería en los estrados judiciales por inconstitucional. El Banco Central y el peso como moneda de curso legal –sin reforma de la Constitución Nacional– seguirán. No dejarán de existir.

Y, para declarar la necesidad de una reforma en la Carta Magna, es necesario contar con los dos tercios de los votos afirmativos en el Parlamento. Hay que ser claros. El partido La Libertad Avanza carece de ese número de votos necesarios para imponer una iniciativa como la comentada. Más aún, los cálculos actuales, como el 30,04 % alcanzado por el candidato Milei en las PASO, permiten imaginar que dispondría un bloque en la Cámara de Diputados superior a los 30 miembros sobre un total de 257 escaños. En el Senado, donde carece de representantes, los senadores son 72. La aritmética no suele ir de la mano con la imaginación política. Para avanzar tendrá que acordar con “la casta” como él llama al conjunto de políticos profesionales.

¿Por qué se modera Javier Milei? Tal vez para La Libertad Avanza el volumen del resultado electoral obtenido también haya sido una sorpresa. Si así hubiera sido, es comprensible que aplique lo que aquí se conoce como el Teorema de Baglini (Raúl), un brillante diputado de la Unión Cívica Radical (UCR) que, en 1986, sentenció –palabra más palabra menos– que “la responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder”. Para que se entienda cabalmente. Lejos del poder y/o de acceder a él los actores públicos –especialmente en campaña proselitista– suelen enunciar propuestas que suenan bien –endulzan los oídos de la población–, pero son de muy difícil realización. Pese a que se asegura que Nicolás Maquiavelo, Aristóteles, Bismarck o Winston Churchill habrían enunciado que “la política es el arte de lo posible”, claramente, no todo es posible. Milei, sin embargo, sin anestesia anunció que privatizará el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), lo que generó repudios y críticas desde múltiples sectores que se expresaron con dureza y argumentos sólidos para que se entendiera la inconveniencia de esa iniciativa privatizadora. No reiteró esa idea.

Faltan explicaciones. No solo las que podría dar el diputado Milei. También las de Patricia Bullrich y las de Sergio Massa. En la semana que pasó la economía y finanzas públicas se agravaron. El FMI dialogó con los tres y todas las partes hicieron públicos esos encuentros de trabajo. Tiene sentido. Los que deberán honrar las deudas con ese o cualquier otro organismo multilateral serán quienes gestionen el poder entre el fin de este año y el de 2027. Los 62 días que faltan hasta el domingo 22 de octubre, hasta las elecciones presidenciales serán de gran tensión. Muy probablemente, los casi USD 8.000 millones que el ministro y candidato oficialista Massa asegura que en los próximos días traerá desde Washington por un nuevo acuerdo transitorio con el FMI, servirán de muy poco.

La economía, sobre todo, es una cuestión de confianza. Y, justamente, ese factor es el que falta y no consiguen construir quienes se proponen para gobernar. No serán un sendero de rosas los días que vienen.

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