La mañana perezosa de todo domingo se sacudió ayer en la Argentina. El ex presidente Mauricio Macri (2015-2019), fundador del partido Propuesta Republicana (PRO), con un vídeo que circuló en las redes fue claro y contundente: “Quiero ratificar la decisión de que no seré candidato en la próxima elección y lo hago convencido de que hay que agrandar el espacio político del cambio que iniciamos”. Es palabra de Mauricio. El 6 de diciembre pasado, la vicepresidenta Cristina Fernández, luego de ser condenada judicialmente por defraudar al Estado durante su gestión presidencial, dijo algo parecido: “No voy a ser candidata a nada, ni a presidenta, ni a senadora. Mi nombre no va a estar en ninguna boleta. Termino el 10 de diciembre”. Coincidencias. Juego de espejos. Pero, por sobre todo, ambos saben que un 70% de las personas a las que consultan numerosos encuestadores los rechazan.

Inmediatamente después del anuncio de Mauricio, los portales digitales de noticias estallaron con supuestos y certezas cuando faltan 139 días para las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO), con las que se definirán las candidaturas de quienes se postularán para relevar –o no, dentro de 249 días– al presidente Alberto Fernández y a la vicepresidenta Cristina Fernández, el venidero 10 de diciembre, cuando finalicen sus mandatos.

Sin embargo, –y pese a que una de las mayores incógnitas de la política argentina–, el futuro inmediato de Macri ha dejado de existir en los pliegues y repliegues de la política local, muchos serán los movimientos que sacudirán el tablero donde se juega el futuro de alrededor de 47 millones de habitantes que, mayoritariamente, alcanzaron la mayoría de edad cívica con pleno funcionamiento del sistema institucional desde el 10 de diciembre de 1983, cuatro décadas atrás.

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Entre ellos, el evento que más suspicacias e incomprensiones genera es la invitación que el 46to presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, hizo llegar a su homólogo local, Alberto F. para que lo visite en la Casa Blanca. La reunión, inicialmente organizada para el 21 de julio del año pasado, fue suspendida cuando el norteamericano contrajo covid.

El convite tuvo considerable impacto local. Especialmente cuando lo hizo público Karine Jean-Pierre, secretaria de Prensa del gobierno estadounidense quien, además, puntualizó que Joe y Alberto “discutirán cómo Estados Unidos y Argentina pueden continuar asociándose para abordar los desafíos globales y continuar avanzando en áreas de interés nacional mutuo, incluidos los minerales críticos, el cambio climático, el espacio y la tecnología”. La comunicación oficial añade que también hablarán sobre “la cooperación económica, así como sus valores compartidos de inclusión, democracia y protección de los derechos humanos”.

Coincidentes observadores de la actividad internacional, consultados por este corresponsal no ocultaron la sorpresa que les causó el anuncio de la reunión bilateral. Destacaron en ese contexto que, así como los jefes de Estado evitan visitar países que se encuentran en períodos electorales para no aparecer como entrometiéndose en asuntos internos de otras potencias, en la misma línea procuran también evitar recibir a mandatarios en las sedes gubernamentales que ocupan para evitar que los visitantes potencien sus propios proyectos electorales en beneficio propio.

Tanto en Washington DC como en esta ciudad, no son pocos ni pocas quienes –mientras ensayan hipótesis que aporten sentido a la visita de un “pato rengo” (así se suele mencionar a los mandatarios de cualquier gobierno cuando le faltan 250 días para dejar el cargo) a la Casa Blanca– admiten, al ser consultados, carecer de suficiente información para opinar y se limitan, con prudencia, a señalar que “Biden debe tener sólidos fundamentos para hacer un movimiento tan inusual”.

Otras fuentes a las que se recurre en procura de información, en algunos casos con muecas de disgusto en sus rostros, sostienen que “las fotos en la Casa Blanca solo habrán de servir para que el álbum familiar de Alberto se enriquezca y alguna vez lo pueda repasar con sus nietos y nietas cuando sea mayor”. Desde esa perspectiva y las anteriores respuestas consignadas, la prudencia induce a la espera para saber cuál será la evolución que la relación bilateral argentino-norteamericana tendrá a partir del encuentro cuyos resultados –guste o no– deberá revisar el futuro gobierno que suceda o no a Alberto y Cristina, sea del color que fuere.

El embajador argentino en Washington, Jorge Argüello, escuetamente, explicó que “la reunión es el mensaje”. Parafraseando al canadiense Marshal MacLuhan reiteró que “el encuentro es el mensaje” y sostuvo que la cita da cuenta “claramente de la buena sintonía que hemos logrado establecer entre la administración norteamericana y el gobierno argentino”.

Alberto F. llegará a Washington acompañado del ministro de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero, y con el de Economía, Sergio Massa, con quien –según coincidentes trascendidos– no pasa por una etapa de buenas relaciones interpersonales y políticas por cuanto el jefe del Palacio de Hacienda se piensa como candidato a presidente por el oficialista Frente de Todos (FDT) con un eventual apoyo de la vicemandataria Cristina F. De ser ciertas esas informaciones que nadie desmiente, Massa se enfrentaría con Alberto, quien no retrocede en su vocación reeleccionista que desde muchos meses hace pública sin el apoyo del kirchnerismo. Claramente, concurrirán al encuentro con Biden en el marco de los desencuentros que se verifican en el orden político oficialista local. Sorprendente.

De hecho, Malena Galmarini, esposa de Massa y funcionaria, luego de señalar a la Casa Rosa como una usina de operaciones en contra de su marido ministro para debilitarlo frente a una eventual candidatura presidencial, opinó que “Sergio está caminando sobre las brasas”. Alberto F., también. En ese contexto llegarán a la sede presidencial estadounidense, aunque no al salón Oval porque allí solo suelen reunirse y retratarse los jefes de Estado. Así y todo, la Casa Blanca es muy atractiva para negarse a visitarla.

¿Y Cristina F.? En el contexto comentado, al menos durante el día de ayer y con las tapas de los diarios de hoy que, en este país tienen casi todos sus titulares dedicados a la confirmación de Macri acerca de que “no” será candidato presidencial, solo aparece en informaciones secundarias y, en algunos casos, vinculadas con Macri. Mientras –como una forma concreta de desactivar su relato de proscripción y sin aludir a la segunda al mando en la estructura política local– la Cámara Nacional e Casación Penal dejó trascender que “no” se abocará al estudio de la condena que en primera instancia pesa sobre la señora Fernández de seis años de cárcel e inhabilitación permanente para la ocupación de cargos públicos, que ha sido apelada por sus abogados.

¿Por qué la demora? Es una forma simbólica muy clara para derrumbar los argumentos de Cristina F. y sus más cercanos seguidores de que por esa condena se encuentra proscripta. Dos magistrados consultados por este cronista, desde el compromiso aceptado para no mencionar sus nombres, lo dijeron con todas las letras: “Cristina si quiere ser candidata a lo que le dé en gana, puede hacerlo. Nada se lo impide. Está totalmente habilitada. Solo ella puede escribir el final de su historia política personal”. Sin Macri y sin Cristina parecería que llega la hora de un recambio hacia una nueva generación de dirigentes.

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