Por María José Argaña, ex ministra de la Mujer, ex embajadora

Cuando hablamos de una democracia plena, usualmente la concebimos como un sistema de gobierno que posibilita a toda la ciudadanía participar libremente y tomar decisiones mediante sistemas electorales legítimos que validan esas decisiones. Hablamos entonces de una representación de la ciudadanía a través de los actores políticos.

No resulta desacertado afirmar que, a nivel global, la salud de la democracia se halla en grave riesgo por gestiones ineficientes. Las democracias, sobre todo en América Latina, se ven amenazadas por crisis de representatividad, inadmisibles índices de pobreza, desigualdad, exclusión y marginación social, por la polarización y los populismos irresponsables, por la decepción y el desencanto ciudadano, no con la política, sino con los políticos, pues se ha instalado en el imaginario colectivo un modelo de entender la democracia como un simple método de elección de los gobernantes, sin medir que las decisiones que se toman sobre las políticas públicas nos afectan a todos.

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Es por esta razón que no podemos reducir la democracia al mero acto electoral. No es posible limitar la “participación” a unos procesos muy concretos y que pueden desvirtuar totalmente el real sentido del gobierno del pueblo. La población tiene que redescubrir el alcance de sus derechos y deberes políticos, y el más amplio concepto de lo que implica realmente “poder participar”. Sin embargo, no es menos cierto que también existe en la sociedad una cierta desidia, o apatía generalizada, para ejercer una activa participación, más allá de los propios intereses particulares, y esto debe ser revertido.

Todo régimen democrático tiene que ser capaz de hacer efectivo el Estado de derecho, con mecanismos de control ciudadano y una transparente rendición de cuentas sobre la gestión de los gobernantes. Por ello, cada vez más, se torna imperioso mejorar la calidad de las políticas públicas, impulsando reformas estructurales en un profundo proceso de construcción social que incluya de manera pronta y acertada, en la toma de decisiones, a la ciudadanía, partiendo de los procesos deliberativos, de discusión y debates, a las etapas de diseño, ejecución y evaluación de las políticas públicas; eso sí, evitando las ambigüedades y contradicciones.

Es cierto que el abordaje y discusión de algunos temas controversiales sobre los que no hay consenso constituyen todo un desafío, y que nuestra realidad política no ofrece los mejores ejemplos de civismo, altura moral y capacidad de dialogar con respeto y empatía, a pesar de las ocasionales diferencias que podamos tener. Esto lleva a que la población perciba a la política como un espacio de confrontación, discordia y disputas infundadas, donde hay un divorcio evidente entre acción política y la realidad país.

En la coyuntura actual existe un gran cúmulo de información desordenada, tendenciosa y polarizada, que se expande imprudentemente y busca implantarse en el tejido social para debilitarlo y anularlo. Es imperativo, por tanto, fomentar, cultivar el pensamiento crítico, objetivo e independiente, para abordar responsablemente las controversias que se susciten, con una perspectiva que permita discriminar positivamente los procesos conducentes al desarrollo y al bienestar general.

Cuesta concebir a la política como lo que realmente debe ser, un espacio de libertad, justicia, respeto y tolerancia. Un espacio deliberativo donde encarar y proponer salidas viables a las acuciantes problemáticas que aquejan a la nación en toda su dimensión, con diversos puntos de vista que pueden confluir, por más insalvables que parezcan, enfocando el bien común en el centro de la acción para el desarrollo social y económico.

La política debe unir, fraternizar, armonizar y construir desde el disenso y más allá del pluralismo ideológico o de las posiciones particulares de los actores políticos.

La construcción de un país más próspero está en nuestras manos, depende de todos y cada uno de nosotros. Les animo a involucrarse, a ser partícipes y hacedores de una realidad mejor.

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