En política se ve de manera corriente el uso repetitivo y mag­nificado de un recurso. Algu­nos autodenominados aseso­res políticos y de campañas, ante la falta de creatividad, más enfocados en lo que hace a la publicidad, el marketing o las relaciones públicas, que en lo que hace a la estrategia y comunicación política, y sobre todo haciendo osten­tación de su escasísima pre­paración, lo recomiendan a sus clientes y estos tampoco se niegan. Es más, llevan a cabo la sugerencia conven­cidos de que son los más vivos del barrio. Otros políticos ni siquiera precisan de la reco­mendación de un asesor; es más, creen que ni siquiera necesitan de un asesor por­que de hecho ellos ya lo saben todo. Sin preparación ni una adecuada medición de alcan­ces y profundidad de pene­tración, la exageración y la repetición se vuelven can­sinos, excesivamente pre­decibles, aburridos, pero principalmente usan tanto el recurso que lo terminan normalizando en el día a día y con eso logran precisamente lo inverso a lo que pretenden: minimizar y hacer que pase desapercibido en la construc­ción de la agenda.

A fines de la semana pasada, el Consejo de la Magistratura empezaba a definir la elabo­ración de las ternas que bus­can llenar las dos vacancias generadas en el Tribunal Superior de Justicia Elec­toral, a la fecha, las mismas ya han sido remitidas a la Cámara de Senadores luego de un apriete de proporcio­nes capitaneado por esta especie de nueva trinidad: Poder Ejecutivo, Efraín Ale­gre y los grupos mediáticos Abc y Vierci. El cuadro se completa con algunos otros actores secundarios, pero siempre dispuestos a hacer el coro correspondiente. Apenas el Consejo entró en la etapa final de su tarea, acti­varon la maquinaria discur­siva y mediática haciendo uso de un recurso que años atrás se precautelaba mucho más, pero que al efrainismo y el Gobierno les encanta agitar, el fantasma del fraude elec­toral.

La línea discursiva se com­pleta llegando a la hipérbole de otro recurso (también repetitivo) de las denun­cias en las embajadas y de no participar en las eleccio­nes del 2023. Tan delirante como extremo que no lo cree ni aquellos que lo vociferan. Ellos mismos bastardean la táctica. Todo justificado en el hecho de que las ternas no salieron como la nueva trini­dad quiere.

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El fraude electoral es una figura que hace muchísimas elecciones ha dejado de ser un hecho real y concreto, más allá de algunas cuestiones muy puntuales, marginales y sin ningún impacto en el resul­tado final. En gran medida por el trabajo realizado por el TSJE que ha sabido ganarse el respeto nacional e internacio­nal. Ahora bien, que alguien le cuente a la nueva trinidad que en el hipotético caso de que llegue a ocurrir, debe­rán hacer mucho y presen­tar pruebas muy concretas si quieren darle verosimili­tud. Pasa que ellos mismos se encargaron de usarlo tanto y sin ningún criterio estraté­gico que lo terminaron bas­tardeando.

Ellos mismos bastardean la táctica. Todo justificado en el hecho de que las ternas no salieron como la nueva trinidad quiere.

Otros políticos ni siquiera precisan de la recomendación de un asesor; es más, creen que ni siquiera necesitan de un asesor porque de hecho ellos ya lo saben todo.

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