Teniendo en cuenta que enero trae consigo gastos desproporcionados con gastos salidos de la rutina, tras las fiestas del año anterior, recomiendan hacer un balance con el dinero disponible para llegar a fin de mes. Así también, dividir lo restante entre las semanas que quedan, gastando solo lo necesario y prioritario, con el objetivo de perjudicar lo menos posible al bolsillo, pensando en los meses que se avecinan.
“Por un lado, saber con cuánta plata contamos al día de hoy, estimar gastos extras que puedan estar comprometidos, contabilizar gastos fijos como las cuentas, la movilidad y alimentación”, explicó a NPY Adriana Bock, asesora financiera. En caso de necesitar un adelanto de salario, tratar de hacerlo al mínimo posible o un 25% para que no sea muy importante el descuento.
TARJETAS
Sobre el uso de la tarjeta de crédito, Bock dijo que esto se debe hacer con lo justo y necesario. “Se puede usar la tarjeta para cubrir gastos estrictamente necesarios o que están planificados y saber que esto lo voy a tener que pagar en febrero o marzo sí o sí, ya sean adelantos, tarjetas o préstamos”, comentó y acotó que hay que ser cuidadosos para no llegar un déficit financiero en el primer trimestre del 2023.
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Recomiendan gastar solo lo necesario y prioritario para finalizar enero sin deudas
Teniendo en cuenta que enero trae consigo gastos desproporcionados con gastos salidos de la rutina, tras las fiestas del año anterior, recomiendan hacer un balance con el dinero disponible de manera a llegar a fin de mes. Así también, dividir lo restante entre las semanas que quedan, gastando solo lo necesario y prioritario, con el objetivo de perjudicar lo menos posible al bolsillo, pensando en los meses que se avecinan.
“Por un lado, saber con cuánta plata contamos al día de hoy, estimar gastos extras que puedan estar comprometidos, contabilizar gastos fijos como las cuentas, la movilidad y alimentación”, explicó Adriana Bock, asesora financiera y de finanzas, a NPY. En caso de que se necesite un adelanto de salario, tratar de hacerlo al mínimo posible o solicitar un 25%, para que al momento del cobro total no sea muy importante el descuento, añadió.
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Con relación al uso de la tarjeta de crédito, Bock dijo que esto se debe hacer con lo justo y necesario. ”Se puede usar la tarjeta para cubrir gastos estrictamente necesarios o que están planificados y saber que esto lo voy a tener que pagar en febrero o marzo sí o sí, ya sean adelantos, tarjetas o préstamos”, comentó y acotó que hay que ser cuidadosos para no llegar un déficit financiero en el primer trimestre del 2023.
Asimismo, sostuvo que es importante moderarse y hacer prácticas como el trade off, que es tomar decisiones en lugar de otras buscando optimizar o minimizar gastos para poder disfrutar, por ejemplo, en el fin de semana. “Cada uno tiene que reconocer sus prioridades, si yo valoro más mi fin de semana voy a hacer ajustes en el día a día o si valoro más mi confort en el día a día y actuar en coherencia”.
Refirió que es recomendable no gastar todos los ingresos para tener unas reservas y que la frase del enero pukú no sea cíclica. “Para evitar eso como medida preventiva y tener un año financiero más equilibrado es sano reservar una parte y tratar de darle rentabilidad a ese ahorro”, indicó. Esto, para contar con fondos acumulados atendiendo la pérdida del poder adquisitivo y la inflación.
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Ahorrar no es suficiente, la clave está en invertir
Por Adriana Bock, economista.
Desde las finanzas personales se viene insistiendo “desde siempre” respecto a la importancia de ahorrar, definiendo a esta práctica como la base fundamental para el logro de una vida financieramente más ordenada y sin (demasiados) sobresaltos, así como el hábito indispensable para la prevención, tanto del gasto irracional, como del endeudamiento excesivo.
No obstante, es necesario reconocer que la prédica del ahorro quedaría incompleta si limitáramos su importancia solamente al corto plazo, pues se perdería de vista lo verdaderamente atractivo y motivador que posee el acto de ahorrar, que consiste en el logro de metas a largo plazo.
Pero, además, cuando al ahorro le sumamos el componente de la inversión, se genera una fuerza dinamizadora, tanto para la economía en general, como para nuestras finanzas personales en particular, ya que por medio de ella se logra un crecimiento patrimonial, una mayor solvencia y un mayor bienestar.
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Por otro lado, como el ahorro por sí solo genera escasa o nula rentabilidad, la inversión constituye la única manera de compensar la pérdida del valor adquisitivo del dinero, que se produce en el transcurso del tiempo, como consecuencia de la inflación.
Sin embargo, para la mayoría de las personas que solo ahorran, convertirse en inversionistas requiere de un cambio en su manera habitual de pensar, sentir y actuar con relación al dinero, así como de un mayor desarrollo de su inteligencia financiera y emocional.
Cabe destacar que ambas inteligencias son indispensables para la toma de decisiones y el consecuente logro de resultados tangibles, a lo largo del tiempo. Obviamente, la inteligencia financiera es necesaria para poder comprender las características y, sobre todo, las diferencias entre los distintos tipos de inversiones, de manera a poder elegir aquella que resulte más conveniente en determinado momento, o para determinado objetivo.
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En cuanto a la inteligencia emocional, esta es igualmente necesaria, pues toda decisión de inversión nos enfrenta al desafío de asumir riesgos, dado que estos son necesarios para obtener ganancias, pero evitando caer en extremos como el miedo paralizante o la imprudencia temeraria. Y no menos importante que lo anterior, es contar con una visión a futuro que nos impulse a abandonar la zona confort, para encaminarnos con determinación, hacia la conquista de una prosperidad sostenible.
Por lo tanto, esta suma de inteligencias, financiera y emocional, nos permite comprender que, cuando hablamos de inversiones, la palabra riesgo no es necesariamente sinónimo de peligro, toda vez que sepamos elegir adecuadamente, analizando qué beneficios, qué costos, y, sobre todo, qué respaldo otorga cada una de las alternativas a nuestra disposición.
Felizmente, en la actualidad existe una variedad de instrumentos, así como sistemas y planes accesibles y rentables, los cuales facilitan enormemente esos primeros pasos en el apasionante y gratificante mundo de las inversiones. En conclusión, ya no hay excusas para que todo ahorrista dé ese salto decisivo hacia su tranquilidad financiera, convirtiéndose en un inversionista.
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Los miedos en las finanzas y cómo manejarlos
Econ. Adriana Bock
Los riesgos que implican las decisiones financieras, sumado al desconocimiento de los distintos instrumentos de inversión que existen, y la constante incertidumbre ante el futuro, pueden provocar miedos e inseguridades en potenciales inversionistas, alejándolos de la concreción de pasos claves para su calidad de vida, como la planificación de la jubilación.
No obstante, por medio de la educación financiera, es posible aprender a aplicar estrategias adecuadas, tanto de mitigación de riesgos y previsión ante posibles contingencias, como también ampliar la comprensión del funcionamiento de las diferentes alternativas disponibles para invertir.
Estos conocimientos y estrategias resultan imprescindibles para que las personas puedan sentirse más seguras al momento de realizar sus inversiones, y por sobre todo, contribuyen a mejorar sus perspectivas financieras a futuro.
Es por esto que recomendamos que todo inversionista tenga en cuenta los siguientes criterios a la hora de tomar decisiones, las cuales tendrán un impacto directo en su tranquilidad financiera futura.
- Perfil de aversión al riesgo: si bien las personas podemos tener bien en claro nuestras preferencias subjetivas y por lo tanto qué instrumentos de inversión nos resultan más atractivos, es esencial conocer “objetivamente” cuál es nuestro perfil de inversionista. Existen tres tipos de perfiles: agresivo, moderado y conservador; los cuales nos indican hasta qué nivel de riesgo nos conviene asumir, dada una serie de factores, como la edad, la situación laboral, el contexto familiar y la composición del patrimonio, entre otros.
- Conocimiento: Es imprescindible comprender qué tipo de inversiones existen y, en particular, qué características distingue a cada uno con relación a tres aspectos fundamentales: rentabilidad, el riesgo y la liquidez. En ese sentido, podemos mencionar que las inversiones pueden ser financieras (como bonos, acciones, CDAs o fondos) o no financieras, como las inversiones inmobiliarias o negocios propios. Respecto a la rentabilidad y riesgo, debemos tomar en cuenta que son directamente proporcionales, mientras que la liquidez es la facilidad con la cual puede ser recuperado el capital, con mínima pérdida de valor.
- Formalidad: Una de los principales motivos por los cuales las personas sienten miedo de invertir su dinero, es por no poder distinguir los instrumentos formales y regulados, de los informales, las cuales resultan mucho más riesgosos. Recomendamos, ante todo, informarse para conocer las empresas y personas que respaldan o están al frente de cada alternativa de inversión, conocer la trayectoria de las mismas, así como obtener referencias de sus clientes, y el nivel de satisfacción y conformidad que los mismos hayan logrado.
- Diversificación: Se trata de la estrategia de mitigación de riesgos por excelencia, comúnmente resumida y explicada en la conocida frase “no colocar todos los huevos en la misma canasta”. Mediante la diversificación de los activos que forman nuestro patrimonio, así como de los distintos tipos de inversiones que realicemos, podemos, aunque no eliminar, disminuir el nivel de riesgo al que nos exponemos.
- Equilibrio entre rentabilidad, riesgo y liquidez: en la misma línea de lo mencionado anteriormente, y más enfocado hacia el manejo de la incertidumbre, es importante mencionar que todos valoramos la posibilidad de disponer de parte de nuestro capital para contar con capacidad de respuesta ante emergencias o situaciones inesperadas que puedan presentarse. Por lo tanto, contar con inversiones que brinden liquidez, es tan importante para nuestra tranquilidad y bienestar, como optar por aquellas que nos ofrecen niveles satisfactorios de rentabilidad y riesgo.
- Fondo de emergencias: Por último, al manejo del miedo que puede provocar la incertidumbre a la que todos, en mayor o menor medida, nos enfrentamos, puede contribuir considerablemente el contar con un buen fondo de emergencias. Idealmente, el monto del mismo debería permitirnos cubrir nuestros costos de vida y responsabilidades financieras durante un periodo aproximado de tres a seis meses, en caso que nuestro flujo de ingresos se vea interrumpido por alguna contingencia.
Recordemos que, el miedo surge al sentirnos incapaces de defendernos ante el peligro. Sin embargo, la preparación y las estrategias que podemos implementar, cumplen la función de proporcionarnos, no solo una sensación subjetiva de seguridad, sino de cumplir con eficacia la función de mitigar los riesgos y la incertidumbre a los cuales nos exponemos como inversionistas.
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Malos hábitos que te impiden alcanzar tus metas
Muchas veces tenemos las mejores intenciones de llevar a cabo un plan de inversión con miras a nuestra libertad financiera. No obstante, a menudo estos buenos deseos no se materializan en acciones concretas, sea por falta de determinación o perseverancia, o peor aún, quedan sepultadas bajo toneladas de excusas como: todo está caro, gano poco, o el famoso “para cuando la vida”. Estas excusas también podrían esconder debilidades, como falta de disciplina o firmeza en los compromisos y responsabilidades para con nosotros mismos.
Resulta bastante frecuente que ciertos momentos de la vida, a los que podríamos llamar “icónicos”, como cumplir cierta edad, culminar un proceso de formación, un cambio en el estado civil, sea unión o separación, o incluso la llegada de un hijo, representen para las personas un estímulo u oportunidad para proponerse metas de crecimiento personal, a menudo en lo financiero o económico, que posibiliten vivir dichos cambios de manera positiva, logrando un mayor bienestar integral.
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Algunos ejemplos clásicos: “cumplí treinta años, es hora de tener algo propio”, “ahora que voy a ser papá, tengo que pensar en el futuro de mi familia”, “me divorcié y ahora dependo solo de mí para asegurarme un futuro digno”.
Sin dudas la motivación experimentada ante un cambio desafiante no solo es positiva, sino que además necesaria para posicionarnos como protagonistas de los cambios que deseamos lograr. No obstante, la motivación por sí sola ni produce resultados si no es encausada hacia la toma de decisiones concretas y acciones consecuentes.
Por eso, es fundamental que apoyes tu motivación en una firme voluntad y perseverancia, puesto que ningún resultado que realmente valga se consigue “mágicamente”, ni de la noche a la mañana.
En la práctica, esto se traduce en una transformación de la forma de administrar nuestros recursos, corrigiendo los malos hábitos que pueden sabotear el logro de los resultados deseados.
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Algunos de estos malos hábitos que se debemos desterrar, son:
- Falta de planificación: “vivir al día”, teniendo en cuenta lo que se tiene en el bolsillo hoy, sin considerar la sostenibilidad de nuestra calidad de vida a futuro.
- Ahorrar “si sobra”: dejar que la previsión de un fondo que permita una tranquilidad a futuro ocupe el último lugar en nuestra lista de prioridades.
- No limitar el endeudamiento: cada vez que adquirimos una nueva deuda, no solo disminuimos nuestra capacidad de ahorro, sino que, además, en ocasiones podemos estar comprometiendo nuestro patrimonio.
- Posponer las inversiones: las inversiones implican un riesgo directamente proporcional a la rentabilidad. Por lo tanto, si buscamos invertir a bajo riesgo obteniendo una rentabilidad importante, el factor clave es el tiempo. Dicho de otra forma, cuanto antes empecemos, mejor.
- Autosabotaje, “todo o nada”: muchas personas, desestimando el valor de las pequeñas metas, se proponen objetivos demasiado ambiciosos, y que, por su dificultad, terminan abandonando. Si bien no está mal diseñar un escenario “ideal” que contemple conquistar una independencia económica por medio de un emprendimiento, aportar a una caja de jubilación privada y al mismo tiempo adquirir un inmueble propio, la realidad es que no siempre se dan las condiciones favorables para realizarlo todo al mismo tiempo. Por lo tanto, lo recomendable es empezar por el objetivo que sea más fácilmente alcanzable, e ir concretando los demás por etapas.
Recordá que la motivación no es otra cosa que la emoción encauzada hacia la acción. Si bien es positiva y necesaria, puede ser fugaz. Los hábitos en cambio, una vez conquistados, duran toda la vida, por lo cual, resultan determinantes para el logro de nuestras metas a largo plazo.