Econ. Adriana Bock

Los riesgos que implican las decisiones financieras, sumado al desconocimiento de los distintos instrumentos de inversión que existen, y la constante incertidumbre ante el futuro, pueden provocar miedos e inseguridades en potenciales inversionistas, alejándolos de la concreción de pasos claves para su calidad de vida, como la planificación de la jubilación.

No obstante, por medio de la educación financiera, es posible aprender a aplicar estrategias adecuadas, tanto de mitigación de riesgos y previsión ante posibles contingencias, como también ampliar la comprensión del funcionamiento de las diferentes alternativas disponibles para invertir.

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Estos conocimientos y estrategias resultan imprescindibles para que las personas puedan sentirse más seguras al momento de realizar sus inversiones, y por sobre todo, contribuyen a mejorar sus perspectivas financieras a futuro.

Es por esto que recomendamos que todo inversionista tenga en cuenta los siguientes criterios a la hora de tomar decisiones, las cuales tendrán un impacto directo en su tranquilidad financiera futura.

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  • Perfil de aversión al riesgo: si bien las personas podemos tener bien en claro nuestras preferencias subjetivas y por lo tanto qué instrumentos de inversión nos resultan más atractivos, es esencial conocer “objetivamente” cuál es nuestro perfil de inversionista. Existen tres tipos de perfiles: agresivo, moderado y conservador; los cuales nos indican hasta qué nivel de riesgo nos conviene asumir, dada una serie de factores, como la edad, la situación laboral, el contexto familiar y la composición del patrimonio, entre otros.
  • Conocimiento: Es imprescindible comprender qué tipo de inversiones existen y, en particular, qué características distingue a cada uno con relación a tres aspectos fundamentales: rentabilidad, el riesgo y la liquidez. En ese sentido, podemos mencionar que las inversiones pueden ser financieras (como bonos, acciones, CDAs o fondos) o no financieras, como las inversiones inmobiliarias o negocios propios. Respecto a la rentabilidad y riesgo, debemos tomar en cuenta que son directamente proporcionales, mientras que la liquidez es la facilidad con la cual puede ser recuperado el capital, con mínima pérdida de valor.
  • Formalidad: Una de los principales motivos por los cuales las personas sienten miedo de invertir su dinero, es por no poder distinguir los instrumentos formales y regulados, de los informales, las cuales resultan mucho más riesgosos. Recomendamos, ante todo, informarse para conocer las empresas y personas que respaldan o están al frente de cada alternativa de inversión, conocer la trayectoria de las mismas, así como obtener referencias de sus clientes, y el nivel de satisfacción y conformidad que los mismos hayan logrado.
  • Diversificación: Se trata de la estrategia de mitigación de riesgos por excelencia, comúnmente resumida y explicada en la conocida frase “no colocar todos los huevos en la misma canasta”. Mediante la diversificación de los activos que forman nuestro patrimonio, así como de los distintos tipos de inversiones que realicemos, podemos, aunque no eliminar, disminuir el nivel de riesgo al que nos exponemos.
  • Equilibrio entre rentabilidad, riesgo y liquidez: en la misma línea de lo mencionado anteriormente, y más enfocado hacia el manejo de la incertidumbre, es importante mencionar que todos valoramos la posibilidad de disponer de parte de nuestro capital para contar con capacidad de respuesta ante emergencias o situaciones inesperadas que puedan presentarse. Por lo tanto, contar con inversiones que brinden liquidez, es tan importante para nuestra tranquilidad y bienestar, como optar por aquellas que nos ofrecen niveles satisfactorios de rentabilidad y riesgo.
  • Fondo de emergencias: Por último, al manejo del miedo que puede provocar la incertidumbre a la que todos, en mayor o menor medida, nos enfrentamos, puede contribuir considerablemente el contar con un buen fondo de emergencias. Idealmente, el monto del mismo debería permitirnos cubrir nuestros costos de vida y responsabilidades financieras durante un periodo aproximado de tres a seis meses, en caso que nuestro flujo de ingresos se vea interrumpido por alguna contingencia.

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Recordemos que, el miedo surge al sentirnos incapaces de defendernos ante el peligro. Sin embargo, la preparación y las estrategias que podemos implementar, cumplen la función de proporcionarnos, no solo una sensación subjetiva de seguridad, sino de cumplir con eficacia la función de mitigar los riesgos y la incertidumbre a los cuales nos exponemos como inversionistas.

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