El dibujante, pintor y diseñador Nelson Martinesi habla en esta entrevista sobre su muestra “Urbis y natura”, en la que presenta dos colecciones en las que aborda el horizonte urbano y el paisaje natural tomando la realidad como fuente de inspiración, pero donde en última instancia prima la subjetivación del mundo objetivo.

  • Por Jimmi Peralta
  • Fotos Jorge Jara

La subjetividad como espejo irregular en el que se refleja la rea­lidad es esa fuente inagota­ble de interpretaciones disí­miles del mundo y, al mismo tiempo, creadora. Es ahí, en la subjetividad, donde echa mano para producir su arte Nelson Martinesi, artista visual que habilitó semanas atrás su muestra “Urbis y natura”, una propuesta pic­tórica que presenta paisajes urbanos y naturales recrea­dos desde la intuición y la sen­sibilidad del artista.

Nelson, quien en los últimos 30 años visita el Paraguay con regularidad para dar a conocer su trabajo, vive en Bahía, Brasil, pero mantiene una relación constante con el suelo donde nació y donde tuvo sus primeros pasos como artista.

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Martinesi se recibió de pro­fesor de pintura a los 15 años, estudió arquitectura, antropología y se formó con varios maestros. Para él, el arte res­ponde al mundo espiritual del artista y es ahí donde tam­bién se agota antes de volver a nacer a partir de la mirada del otro.

En este diálogo con La Nación/Nación Media, el artista habla sobre su trabajo, su trayectoria y estas colec­ciones en las que se encuen­tran obras que nacieron en un paisaje de Areguá y otras en el vecino país, que siguen disponibles para el público a través de bgnarte.com.

–¿Cuál es el punto de par­tida de estas colecciones que estás presentando?

–Son dos series: Urbis, que es la poetización del espacio urbano, y Natura, que es la poetización del paisaje y de la naturaleza. Generalmente la gente idealiza la naturaleza y la ciudad la tiene como una Babilonia, pero se olvida que la ciudad también tiene su poesía y la naturaleza tam­bién tiene sus problemas. Antes que en eso, yo me enfo­qué más en la parte lúdica y poética de la pintura y del pai­saje. Es medio un retorno a lo tradicional, así es el paisaje.

RETORNO A LOS PRINCIPIOS

–¿Es una línea que ya venías trabajando?

–La pintura del paisaje para mí es como volver al primer amor. Yo pintaba paisaje a los 12 años, cuando comen­zaba a pintar cosas a óleo, ni sabía que iba a ser artista. Y después hice otras cosas, abstracción, obra conceptual, dibujo y ahora como que es una retomada de lo natu­ral, pero no desde lo clásico, sino con una visión pop, de repente, algunas cosas son abstractas, trabajo mucho el color y la vibración alta de la paleta. Yo vengo trabajando la línea del paisaje desde hace un tiempo en mis 40 años de carrera en el arte.

–¿Te propusiste hacer estas series o descubriste por el camino que las esta­bas haciendo?

–Descubrí que estaba haciendo eso. Yo como artista todos los días trabajo, dibujo, pinto. Estoy en actividad. Este año tuve una tempo­rada en Areguá y ahí fue que me aboqué más a los paisajes, sea pintar en el lugar mismo, la calle o en el atelier.

–¿Cuál es la diferencia entre trabajar en esos dis­tintos lugares?

–En el atelier el trabajo implica una visión más abs­tracta. No es trabajar tanto en la imagen figurativa que uno ve, sino alterar el color, buscar otra posición. Pintar el naturalismo ahora no está en boga, pero para mí es una necesidad ahora volver un poco a eso. Estudiar la com­posición del paisaje, hacer el paisaje así en vivo, dibujar en la calle, dibujar en el campo. Cuando salís al campo o salís a ver los paisajes, te enfrentás con el sol, tenés que hacerlo ahí mismo e intentar, más o menos, terminar ahí. Enton­ces, es otro desafío. La creati­vidad me pone desafíos.

CONTEMPLACIÓN

–¿Cuál es el punto en común entre estos esce­narios que presentás, el urbano y el paisaje natu­ral?

–La contemplación. La con­templación es una herra­mienta que utilizo como artista. La contemplación proviene de la meditación, de la percepción de la natu­raleza, viene de una bús­queda no tan materialista, sino que un poco más vol­cado a lo espiritual por el lado que a mí me toca el arte, porque el arte tiene mucho de espiritual dentro de mi con­cepto. Para otras personas el arte es material, para otros el arte es algo ideológico. Para mí es una búsqueda interna, buscarme a mí mismo. En el fondo estos paisajes son mi contemplación. Tienen más que ver conmigo que con el paisaje. Yo utilizo el paisaje para hacer un procedimiento espiritual de contemplar y de apropiarme de esa visión. Representar paisajes para mí es, en el fondo, represen­tarme a mí mismo.

–¿Y cuál es el contraste entre urbe y natura?

–El contraste es la búsqueda estética. Soy yo y toda la his­toria del arte. Porque la bús­queda estética no es sola­mente una cosa mía. La búsqueda estética es de toda la historia del arte, todo el mundo busca.

El artista, para mí, es un receptor de sus propias sen­saciones. Y el arte es la res­puesta a una pregunta que uno mismo formula. O sea, yo formulo ¿qué es un pai­saje? El paisaje soy yo con­templando el paisaje. No es solamente una representa­ción fría. No, es una repre­sentación personal. Enton­ces yo le pongo colores, veo otras cosas, otras sombras, otras luces.

VIBRACIÓN

–¿Qué preguntas espiri­tuales, trascendentales, se desprenden de esta colec­ción?

–La pregunta que me inter­pela a mí en esta serie de pinturas de paisaje es justa­mente el color y la vibración de la obra. Que tengan una vibración alta de colores, de una búsqueda de una impre­sión fuerte. No es una cosa suave, no veo la naturaleza como una cuestión así deli­cada. No, veo a la naturaleza como una cuestión fuerte, que tiene color, el paisaje tiene ritmo, el paisaje es ciné­tico, hasta tiene una música.

–¿Qué significa una vibra­ción alta?

–Es algo que corresponde a los términos pictóricos. En el mundo de la pintura se habla de paleta alta cuando se colocan colores vibran­tes y se busca más pureza, no tanto representar la rea­lidad. Mi motivo de artista es cómo interpreto lo que está afuera para mí, cómo poe­tizo eso, sea un paisaje o sea un lugar urbano. Tengo que ponerme contemplativo y para hacer la pintura de un edificio o de una calle añado siempre un poco de elemen­tos poéticos. Por ejemplo, un atardecer, el cielo colorido, un árbol colorido frondoso, siempre yo busco esa pulsa­ción de la vida.

–¿Cuándo decidiste que este era tu camino?

–A los 20 años me decidí a ser profesional de esto, pero yo desde siempre pintaba, estu­diaba, conocía talleres, el de Núñez Soler, el de Pedro di Lazio, un italiano que vivía aquí. Después le conocí a Livio Abramo, que fue real­mente el profesor que me enseñó muchas cosas del arte, sobre todo la sensibili­dad poética, lo lúdico de las artes, la búsqueda. Yo me convertí en profesor de dibujo y pintura, después comencé a trabajar en publicidad, como diseñador gráfico. Del diseño gráfico pasé al diseño de joye­ría. Pero siempre estudiando arquitectura. Al final no ter­miné la carrera, pero cons­truí trabajando con arquitec­tos de renombre acá.

POÉTICA

–¿Cómo se presenta la poé­tica en el arte visual?

–En mi trabajo la poética es buscarle una visión, buscar un orden de alguna manera o un desorden de otra manera, pero que eso sea estético, que sea placentero a la observa­ción. Esa es la cuestión de la poética en artes visuales. Hay poéticas también que son más agresivas, pero la poética que yo uso sería una poética de buscar armónicos dentro de los colores opues­tos y complementarios, en los colores está todo. En mis paisajes es predominante el color verde, que es un color armónico.

–¿Qué lenguaje estás bus­cando en este momento de tu carrera?

–Yo comencé más o menos en los años 80. Hice muchas cosas, ahora ya estoy en un periodo más maduro de mi producción, uno más reflexivo, tengo más definidas las cosas. En otros momentos era hasta más expresionista, más experimentalista, bus­cando siempre el lenguaje. Esto no deja de ser un len­guaje, que en el futuro tam­bién puede ser que yo vaya evolucionando y cambiando. Yo no soy de los artistas que busca tener una imagen sola. Para mí el arte es la búsqueda permanente de una visuali­dad. La visualidad es lo que me interpela.

MERCADO DEL ARTE

–Antes de llegar acá, ¿qué otras identidades transi­taste?

–Salí de hacer muchas expe­rimentaciones con el gra­bado y con las impresiones múltiples. Y ahora volví a la pintura como para afirmar también mi nombre en el mercado del arte. En Para­guay es muy difícil, no existe un mercado de arte. Cada exposición el artista tiene que crear un mercado o un público para hablar así en tér­minos menos mercantilistas. Un público que esté intere­sado en esa obra.

–¿Cómo ves el arte pictó­rico actualmente en Para­guay?

–En Paraguay hay mucho movimiento en la pintura, en diferentes tendencias. Están volviendo los figurati­vos, están los abstraccionis­tas y toda una serie de artis­tas que están comenzando a experimentar con el arte. Y está también la gente que busca, como yo, posicionar su nombre dentro del esquema general del mercado de arte paraguayo.

–¿Qué le da el paso del tiempo a un artista?

–El arte tiene la cuestión del proceso. En el deporte siem­pre te posicionás cuando sos joven. El arte es una cuestión de tiempo. Entonces el pro­ceso es muy importante. Es lo que yo veo en mí como artista. Yo aprecio más el proceso que la obra final.

Etiquetas: #paisajes

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