En este diálogo con La Nación/Nación Media, el destacado artista visual y cineasta paraguayo Enrique Collar, quien está presentando actualmente una muestra en Asunción, habla de sus proyectos, su visión artística, sus percepciones del país, así como su vida en los Países Bajos, donde se encuentra desarrollando su carrera hace dos décadas experimentando, innovando e incorporando tendencias universales a una propuesta que parte de sus raíces ancestrales.

La labor pictórica de Collar parte de un pro­fundo conocimiento de la teoría y la historia del arte, por lo que su praxis crea­dora es por definición una bús­queda conciente y racional que sintetiza lo universal y lo local como instancias comple­mentarias, contemporáneas y sucesivas.

En este sentido, para el artista el 360 VR no es un estilo, sino un concepto visual que puede incorporar estilos, discipli­nas y técnicas artísticas que permite sumar y multiplicar experiencias visuales y audio­visuales, además del entu­siasmo por la historia del arte.

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“No me considero un pintor hiperrealista, más bien mi pintura está basada en finas capas de óleo que van creando una tridimensionalidad iluso­ria u óptica”, define sobre su trabajo Collar, quien hasta el 31 de agosto presenta la mues­tra “Solo a una tarde de dis­tancia 360°” en BGN Arte, la galería de Paseo La Peregrina, sita en Augusto Roa Bastos casi España de Asunción.

“Gótico itaugüeño 360°”

Desde la concepción de Collar, son muchos los factores que hacen que un artista pueda ir creando algo en el tiempo y en este sentido la formación es una de las claves, no tanto la académica, sino una más glo­bal que comprenda qué pasa con el realismo, con la foto­grafía, con el cine, el arte con­temporáneo o qué pasó con el arte clásico, por lo cual la his­toria del arte es fundamental a fin de descubrir quién es el sujeto que representa y dónde está parado.

Así, sostiene que entender qué ha sucedido con la forma, el espacio y todos los componen­tes que hacen que una obra visual tenga una cierta rele­vancia es la clave para enten­der como artista a dónde se quiere apuntar.

–¿Cómo vivís este regreso con la apertura de la mues­tra?

–Hace unos años fantaseé con la idea de qué sucedería si volvía a aterrizar con las mismas obras de mi primera exposición en Asunción en 1990. Y si bien lo que estoy exponiendo fue construido con mi experiencia de veinte años viviendo en Holanda y pintando otro tipo de obra, a la que se suman tres largome­trajes, la receptividad y estí­mulo del público que asistió a la inauguración han sido los mismos. Por ello, el título de la muestra está más que acorde a los conceptos de espa­cio-tiempo que plantean las obras. Y la tela “Gótico itau­güeño 360°” agrega ese extra experimental de nuestra era digital, una pintura que invita al espectador a lo inmersivo, a sentirse partícipe y estar dentro de una pintura. Una especie de tesis que planteo a la concepción del espacio real y pictórico, mi aporte a la his­toria de la pintura universal. Muy feliz con esta exposición, fue un marco ideal el Pinta Sud-Asu.

“Gloria de mi Edén”

SENTIDO DEL ESPACIO

–En “Gótico” podemos ver un concepto que fuiste desarrollando en el tiempo. ¿Contanos de ese proceso y del retorno que vas reci­biendo?

–Como pintor, desde el comienzo, y a través de mi interés en la historia del arte, mi preocupación por el sen­tido del espacio siempre ocupó un lugar importante en todo mi desarrollo artístico. La percepción del espacio es lo que siempre ha modificado los grandes cambios en la historia visual. En mi “Obra latinoa­mericana” estas distintas per­cepciones están allí, incrus­tadas, latentes. Pero cuando descubro el desaparecido app de Google para generar imá­genes en 360 esférico, tuve algo de miedo, de extrañeza y curiosidad, todo al mismo tiempo. Y estuvo como un año dando vueltas en mi cabeza las posibilidades perceptivas que planteaban estas imáge­nes en 2D. Hasta que un día me animé a volar en ese pre­cipicio, sabiendo que muchos pintores del pasado estaban tentados a esta idea. Y entendí que la tecnología me estaba dando un gran trampolín y me animé a saltarlo. Y así comencé a pintar “Celebra­tion”, mi primera tela pano­rámica esférico en 360. Se trata de mi casa, un día cual­quiera de mi vida, mi familia. Fue por el 2016. Estuve muy chiflado esos meses, pero me tranquilizaron los invi­tados a esa fiesta; Johannes Vermeer de Delft, Francis Bacon, Henri Matisse, Pablo Picasso, Edward Hopper, Jan van Eyck, Maurits Escher, innumerables artistas que me habían enseñado a pen­sar la pintura y que de una u otra manera dialogaba con ellos a través de esta pintura. Estoy frente a un nuevo len­guaje. Pero más tranquilo. Juntando obras, que en algún momento desearía exhibirlas y el proyecto se titula “Univer­sal painting project 360° VR”. ¡Y la gente se fascina!

–Las obras expuestas en tu muestra vienen a dar con­tinuidad a “Obra latinoa­mericana” en un registro muy actual. ¿Cómo la des­cribirías?

–Retomé mi “Obra latinoa­mericana” durante la pande­mia. Se cumplieron 30 años y quise festejar volviendo a pin­tarla. Pero ya no soy el joven de ese entonces, más bien un veterano del arte. La pintura es siempre tiempo presente. Cuando me paro frente a un Rembrandt, Vermeer o Van Eyck, están allí, latiendo, ali­mentando tus sentidos, tu emoción y conocimiento. Por lo tanto, me dije, podría revi­sitar la obra, la atmósfera de esa intensa etapa de los 90 e intentar aportarle nuevas pie­zas para fortalecerla desde mi experiencia europea y digital. Y así comencé y lo que traje son las ocho primeras telas. Hacia dónde iré no puedo saberlo.

“Ñakyrã”

PROYECTOS PARALELOS

–¿A futuro a dónde va la paleta inquieta de Collar?

–Los últimos años vengo desa­rrollando varios proyectos en paralelo. Mi “Obra latinoame­ricana”; otra de mi ciudad, Rotterdam: paisajes urba­nos, arquitectura, escultura pública, unas intervenciones pictóricas en las que cambio las esculturas existentes por las que a mí gustaría ver en la ciudad. Una suerte de Poke­mon o realidad aumentada, pero todo pintado: óleo sobre tela. Y, por último, mis pintu­ras de 360 grados, que ya en esta muestra la trasladé a un paisaje paraguayo. Es decir; pintando Paraguay, Holanda y la realidad virtual me tiene el año más que ocupado.

–En tu paso por Asunción estuviste en exhibiciones de tus películas. ¿Hay cine por hacer?

–Después de terminar “Costa dulce” decidí tomarme un tiempo sabático cinematográ­fico. Necesitaba recuperar el 100 % de concentración en la pintura. Y lo he logrado, lo cual hizo disparar la obra a lugares no imaginados. Siempre sur­gen ideas, sinopsis, argumentos para alguna que otra película y que voy archivando en la compu. Y en los últimos meses, surgió una idea que se fue fortale­ciendo mediante Whatsapp con mi amigo guionista argentino Juan Marín, con quien venimos escribiendo juntos. Me gustan los personajes y el argumento. Veremos cómo avanza el pro­yecto. Me gustaría no hacerme cargo de la producción, como hice siempre. Esperemos que aparezca alguien interesado en producir una película de Collar sabiendo que no va a ganar dinero, pero que podrá recom­pensar con otras satisfacciones y con la fe de que llevaremos una producción de arte a pasear por el mundo como lo hemos hecho hasta ahora.

“Solo una tarde de distancia”

VISIÓN PAÍS

–¿Cómo ves al Paraguay?

–Estuve mucho por Asunción, ocupado con la exposición. Anduve poco por el interior. La urbanidad sigue avanzando en mi pueblo, Itauguá Guazú. El tiempo se ha hecho más veloz y las distancias más cortas qui­zás, sobre todo con los servi­cios de autos por aplicaciones. Asunción crece hacia arriba, pero falta un tren subterrá­neo, un lugar donde despla­zarnos rápidamente del cen­tro a Calle Última, de la Chaca a Villa Elisa o de Villa Morra a Luque. Descongestionaría el tráfico, sudaríamos menos, ganaríamos tiempo y estrés.

–¿Qué nos podés contar de tus días en Rotterdam?

–Vivo mucho tiempo en mi casa, donde tengo mi atelier. Vivo en pleno centro, ando en bici, me gusta cocinar para mi familia, amigos. Tenemos tres gallinas del Himalaya que viven en mi jardín, ponedoras, o sea, huevos caseros del centro de Europa. Llevo una vida muy tranqui, mi obra también me lo pide.

“UNA MIRADA ANTROPOLÓGICA”

Sebastian Rypson, antropólogo en arte, de origen polaco-holandés, escribió un texto de presentación de la muestra “Solo a una tarde de distancia 360°”, que se exhibe hasta el 31 de agosto en BGN Arte.

“Adéntrense a un espacio en el cual paisajes natu­rales, humanos e imaginados del Paraguay rural cobran vida, como son vistos por los ojos perceptivos de Enrique Collar, el artista cuyo regreso a su patria marca un hito tanto en el paisaje artístico del país como de sí mismo. Como un antropólogo cultural, profundizando en el campo de las artes visuales, me encuentro cautivado por la profunda exploración de Collar de los mitos y realidades paraguayas, en cómo congela el día a día (me atrevería a agregar un día a día predigital) y en cómo cristaliza con una inme­diación impactante las vidas de sus compatriotas: campesinos, sus hijos y el entorno en el que viven (…).

(…) La muestra de Enrique Collar es una invitación a redescubrir el encanto de las realidades paragua­yas, tanto familiares como extraordinarias, tanto míticas como reales. Con su paleta incandescente, da meticulosa atención al detalle e integrando técni­cas cinematográficas Collar devela un mundo donde las vidas cotidianas de los habitantes de estos pai­sajes se convierten en conmovedoras narrativas de resiliencia y belleza. A través de su lente artístico, Collar enciende nuestros sentidos transportán­donos a un lugar donde lo ordinario se llena de un aura mágica. Adéntrense en el mundo de Enrique Collar y abracen la belleza reluciente de las (sur) realidades de su luminoso Paraguay.

(…) Me atrevo a agregar de que a la par de la vaguedad latinoamericana que existe entre el mito y lo real, Collar tiñe de barro las aguas entre lo preindus­trial, lo industrial y los posindustrial y la realidad digital. Estos retratos evocativos indudablemente ofrecen a los paraguayos una conexión instantánea, sumergiéndolos en escenas familiares que hablan a su profunda identidad cultural y memoria colec­tiva. Con atención minuciosa al detalle y una paleta vibrante, Collar llena de vida a sus sujetos, objetos y escenas, iluminando su existencia diaria y captu­rando momentos tanto de resiliencia a la dificultad como de gracia en lo prosaico.

La pura dedicación que Collar invierte en su arte se hace evidente en el proceso meticuloso de crea­ción de cada cuadro. Tomando entre dos y cuatro meses para completar cada uno de sus lienzos gran­des, demuestra una paciencia inquebrantable, ase­gurándose de que cada detalle sea ejecutado con precisión. Esta esmerada aproximación permite a Collar crear una realidad que trasciende los con­fines del lienzo rectangular, transportando a los espectadores al corazón del interior rural del Para­guay donde la esencia de la vida diaria se ilumina con un radiante esplendor,”.

Como una verdadera obra maestra de esta exposi­ción, Collar presenta ‘Gótico itaugüeño’, pieza con una vista panorámica de 360° que nos invita a dar un paso a una experiencia multidimensional a tra­vés del empleo de tecnología de realidad virtual. Con un guiño a la obra de Grant Wood ‘American gothi’, Collar nos llama a sumergirnos en su cau­tivador trabajo difumando los límites tradiciona­les de la percepción. Al ubicarlos en el centro de la obra, el espectador se convierte en un participante activo, interactuando con los detalles intrincados y las dimensiones especiales desde cada ángulo. Este innovador concepto espacio-pictórico no solo expande las posibilidades de la pintura tradicional o desafía la noción tradicional del arte como la de una observación pasiva, sino también desdibuja la línea entre el arte y el espectador, creando un encuentro inmersivo con el visionario mundo de Collar. Este encuentro inmersivo se convierte en un viaje antropológico en su propio derecho, ofre­ciendo una oportunidad única de inmersión instan­tánea en el trabajo de campo en una configuración coloquial paraguaya”.

SOBRE EL PINTOR

Enrique Collar es un artista visual paraguayo nacido en 1964, que actualmente vive y trabaja en Rotterdam (Países Bajos). Se formó en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano de Buenos Aires, Argentina (1985-1988). Se ha desempeñado como pintor, fotógrafo y director de cine. Sus pinturas figurativas exploran la representación de la realidad que presenta una visión muy particular: una pintura de tinte fotográfico y una fotografía de tinte pictórico. Sus obras se encuentran en importantes colecciones nacionales e internacionales. Ha tenido muestras individuales en Asunción, Rotter­dam, Amsterdam, Buenos Aires y Washington D.C. Es considerado uno de los pintores paraguayos más cotiza­dos actualmente en el mercado del arte internacional.

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