Es valioso entender los procesos de la vida y comprender que al vivirlos se transita el recorrido existencial. Es en ese andar en donde se vive. Allí reside el presente y se manifiesta el tiempo. La secuencia del ahora se ampara en el respeto de las etapas, de manera que su fluir natural encuentra los momentos para expresar su paso siguiente. En esa sucesión admirable deslumbra la humanidad.

Jean Piaget (1896-1980), suizo, psicólogo, biólogo y escritor prolífero, al estudiar el desarrollo cognitivo de los niños habló de etapas del crecimiento. En una de las obras que honran su trabajo, en este caso editada por Salvat, y cuyo título es “Jean Piaget”, se hace hincapié al escribir: “Los estadios del desarrollo se presentan con un orden universal e invariable en todos los sujetos. De hecho, Piaget sostiene que el desarrollo de la mente y de la inteligencia solo puede tener lugar en una única dirección, atravesando determinadas etapas de exploración y de descubrimiento. Es decir no existen caminos alternativos para alcanzar los conocimientos y las capacidades de los adultos”.

El abordaje de las dimensiones de las experiencias humanas debe contemplar el conjunto de valores que permiten comprender la grandeza de asumir aquello que se siente, esto implica cobijar la esencia de la interioridad, aceptar que el aprendizaje yace en todas las circunstancias, aprender en cada instante y recurrir al otro, que de una u otra manera acompaña en el trayecto. En los estadios de Piaget el niño vive en comunidad, es ese ser que será adulto. Los procesos tienen compañía, no se hacen solos. Se viven junto al otro.

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En la teoría esbozada por el suizo, fundador de la epistemología genética, el organismo a través de la capacidad de asimilación y de la capacidad de acomodación busca el equilibrio. Tanto las informaciones como los conocimientos nuevos se aprenden y se reordenan en la estructura mental, generando las modificaciones correspondientes a los estímulos o acontecimientos que movilizan el razonamiento y la elaboración de los cambios que suceden. En la asimilación el exterior se adapta al interior y en la acomodación el interior se adapta al exterior, se puntualiza en el libro mencionado. Este es el testimonio de la fluidez de la vida. La sucesión de asimilaciones y acomodaciones acontece sin cesar.

El latido del presente se expresa constantemente y lo hace a través de los detalles que cotidianamente se construyen. La misión es vivenciar con atención cada instante y animarse a darle significado al proceso, utilizando las capacidades que se posee.

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