La semana pasada asistimos nuevamente a una situación que puede ser reflejada con el dicho popular “borra con el codo lo que escribió con la mano”. Es lo que sucedió en Venezuela, quien tras dos reuniones con bombos, platillos, celebraciones, fotos y playas en Barbados, donde llegaron los representantes del gobierno de Maduro y un conglomerado de opositores buscando (y logrando) un acuerdo para encarrilar las elecciones generales de este año. He aquí la firma escrita con la mano.

El borrón partió del codo de Nicolás Maduro, quien simplemente ordenó a la Corte Suprema a ratificar una sanción administrativa en contra de la ingeniera María Corina Machado, quien por fin logró aunar el esfuerzo de la fragmentada oposición venezolana y llegaba con posibilidades reales a unas elecciones sin fechas dentro del sistema electoral venezolano.

Hubo incautos quienes creyeron en la promesa firmada por el chavismo, (me incluyo) y con más razón los casi 8 millones de venezolanos repartidos por el mundo, tras huir del “exitoso” Socialismo del siglo XXI, el proyecto político que parasita a la nación sudamericana desde hace 25 años y más.

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Es algo impensado que la revolución del Socialismo del siglo XXI vaya a entregar por las buenas el poder y dejar de esa manera todo lo que ha creado para su propio beneficio durante un cuarto de siglo.

María Corina Machado, al menos hasta hoy, no participará de las elecciones previstas para el segundo semestre de este año. Sabiendo como actúa la maquinaria dictatorial del Gobierno (es una dictadura por donde se lo mire), no sería extraño que de un día para otro se convoque a esas elecciones de manera apresurada o bien lo contrario, no llegar nunca el aviso.

Las dictaduras son así y mucho más estas que tratan de mantener una fachada con una ligera democracia, solo dando arrebatos electorales cuyos resultados ya están totalmente “garantizados”.

No llega aún al extremo del sistema unipartidista cubano, donde cada cierto tiempo se realizan similares puestas en escenas para luego salir a celebrar los oficialistas un contundente triunfo electoral contra nadie.

Quizás por las ganas de romper la situación por la que atraviesa Venezuela, los representantes de Noruega, Barbados, Rusia, Países Bajos, Colombia, México y Estados Unidos confiaron en la voluntad política de Maduro y su anillo. Esa candidez nuevamente pasará factura al pueblo venezolano, que verá cómo el sistema que ha hecho metástasis en sus instituciones “se legaliza” hasta el 2030, en unas elecciones que ni sabemos cuándo sucederán.

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