Cuando nos preguntan lo que deseamos para el nuevo año surge lo tradicional: salud, dinero, trabajo, amor... pero si debemos resumirlo en una palabra sola, esa es “felicidad” sin lugar a dudas. Y es que la felicidad es un estado emocional complejo que involucra una combinación de factores emocionales, cognitivos y biológicos.

Desde la perspectiva de la neurociencia, se ha descubierto que varias regiones del cerebro están implicadas en el procesamiento de la felicidad, aunque no existe una única “sede” de la felicidad en el cerebro. El sistema de recompensa del cerebro, que incluye estructuras como el núcleo accumbens y el circuito de la dopamina (de los cuales les hablé muchísimas veces en esta columna, así como en mis libros), desempeña un papel crucial en la experiencia de la felicidad. La liberación de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina está asociada con sentimientos de bienestar y placer. Además, la corteza prefrontal, responsable de la toma de decisiones, la regulación emocional y la percepción del entorno, también juega un papel importante en la felicidad.

Las conexiones entre las regiones emocionales y cognitivas del cerebro son fundamentales para ver cómo percibimos y experimentamos la felicidad. De hecho, la creatividad es hoy en día uno de los valores más apreciados en las empresas, no solo en la vida cotidiana, ya que la inteligencia emocional (de la que hablaremos algún otro domingo) es uno de los factores más tenidos en cuenta a la hora de seleccionar personal laboral de alto rendimiento en las empresas más adelantadas y en vanguardia en sus respectivos campos. Pero no es fácil estar siempre en modo creativo. La presión de la productividad no juega a favor de esta cualidad cerebral que, además, contribuye a nuestra felicidad. Hoy en día sabemos que, según una encuesta de Adobe, las personas creativas son un 34 % más felices. De hecho, algunos autores sostienen que la creatividad es la capacidad que tiene el cerebro para realizar asociaciones entre conceptos aparentemente distantes entre sí, e implica ampliar las opciones existentes, dejar de hacer asociaciones directas y repetitivas (ya realizadas en el pasado) y hacer otras nuevas, originales e impredecibles.

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La tendencia de nuestro cerebro es repetir acciones que nos han funcionado antes. Es lo que hacemos cuando trabajamos bajo estrés. Sin embargo, cuando estamos relajados, nos paramos a reflexionar, a elegir. Es el pensamiento focalizado frente al divergente. Una investigación llevada a cabo por la NASA buscó qué porcentaje de creatividad es genética. Curiosamente se descubrió que el número de personas creativas decrece con la edad. Es decir, que con la edad perdemos creatividad. Algunos expertos creen que se debe a que, al aumentar nuestro conocimiento, hacemos menos asociaciones disruptivas. De ahí que fomentar la curiosidad sea tan importante a medida que cumplimos años.

La neurociencia ofrece algunos consejos para fomentar la felicidad basados en cómo afecta el cerebro:

- Práctica de la gratitud: cultivar un sentido de gratitud puede activar áreas del cerebro asociadas con emociones positivas y recompensas. El concentrarse en las ganancias y no en las pérdidas.

- Meditación y mindfulness: estas prácticas pueden cambiar la estructura y función del cerebro, promoviendo la regulación emocional y reduciendo el estrés. Prometo hablar también de esto en otro domingo. Calma al sistema nervioso, nos hace focalizarnos más, a relajarnos mejor, y a entrenar la llamada red de saliencia del cerebro, es decir, el pensamiento divergente.

- Ejercicio físico: la actividad física estimula la liberación de neurotransmisores relacionados con la felicidad, como la dopamina, la serotonina y las endorfinas.

- Interacciones sociales: las relaciones sociales positivas y de apoyo pueden influir positivamente en la actividad cerebral asociada con la felicidad.

- Buscar el propósito: establecer metas significativas y tener un propósito en la vida puede impactar en la felicidad al involucrar áreas del cerebro asociadas con la recompensa y la motivación.

- Pasear por la naturaleza: al ampliar la visión focalizada por una más periférica, le decimos al cerebro que no estamos en modo de supervivencia, sino en modo exploratorio, listo para conocer nuevas posibilidades. Varios estudios han mostrado que la naturaleza ayuda a aumentar el número de insightscreativos y a sentirnos más relajados y de mejor humor. También nos ayuda a tomar perspectiva de las cosas

- Hacernos buenas preguntas: la incertidumbre no le gusta nada al cerebro. Por eso tener una pregunta sin respuesta es una muy buena forma de que la creatividad despierte sola. Al final es darle esa semilla al cerebro para que pueda dar sus frutos.

Estos consejos no solo tienen un fundamento neurobiológico, sino que también han sido respaldados por investigaciones que muestran cambios en la estructura y función cerebral en personas que practican estas actividades regularmente. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la felicidad es un concepto complejo y subjetivo, y las estrategias que funcionan pueden variar entre individuos. Lo que sí es claro es que la neurociencia está proporcionando una base científica para comprender mejor cómo podemos cultivar y mantener estados emocionales positivos en nuestras vidas.

Al fin y al cabo, es una cuestión DE LA CABEZA. Nos leemos en una semana.


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