• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

Desde su gabinete de repetidos fracasos predictivos (hay que decirlo), Nicanor Duarte Frutos, apenas horas después del triunfo de Santiago Peña, ya empezó a plantear que no es descabellado (viniendo de él siempre lo es) pensar en el surgimiento de un movimiento oficialista dentro de la Asociación Nacional Republicana (ANR), escindido de Honor Colorado, pues, según su opinión -ajustada a sus intereses personales–, Horacio Cartes es hoy “un político devaluado”. Lo dice alguien que ha perdido cualquier resto de algún prestigio pasado. Incapaz de sostener un liderazgo real fuera de los cuadros públicos. De nulas condiciones de lucha para mantener vivo a su propio movimiento (el “progresismo” hoy extinto). Únicamente el dinero fácil moviliza sus músculos. Sin ninguna credibilidad por su acomodado discurso. Degradado en la abyección más servil, una misma persona, en cuestión de semanas, puede ser objeto de las injurias más groseras, ordinarias y procaces para, luego, convertirse en tótem de obsecuente veneración y pegajosos elogios. No es el bien común ni la estabilidad de la República lo que le obsesionan. Sino el poder como escalera para el lucro por los atajos de la ilicitud. Hay que admitir que es consecuente con sus confesiones de círculos: “No se puede construir un proyecto político desde la moral”.

Una semana antes de las elecciones generales del domingo 30 de abril, sus obedientes amanuenses ya empezaron a hacer correr el dictado gestado en su gabinete de devaneos. Aunque anónimo, el escrito tenía las huellas del responsable: “Será para alquilar balcones la lucha entre el peñismo incipiente y el cartismo talibán”. Y como la prudencia es una virtud ausente (igual que todas las demás) en el andar cotidiano de Duarte Frutos, el lunes 1 de mayo vomitó lo que anticiparon sus paniaguados voceros: el nacimiento del “peñismo”, que le permitiría al presidente electo “desprenderse de Horacio Cartes”. Pero como sus periodistas “amigos” o dependientes de pautas publicitarias nunca hilan los hechos ni cuestionan su invertebrada conducta, lo haremos nosotros. Tampoco se precisa de mucha lucidez para desnudarlo en las groseras contradicciones que evidencian su acentuada insuficiencia de escrúpulos.

El domingo a la tarde, Nicanor se presentó en la presidencia de la Junta de Gobierno para abrazarse con los candidatos triunfadores, para luego difundir las imágenes por todos los medios posibles. La idea era saltar al escenario de los vencedores. Sin embargo, suponemos que su presencia no tuvo el recibimiento que se imaginaba, por lo que optó por retirarse. Para su desgracia, durante el discurso de celebración, Santiago Peña resaltó el aporte de Cartes, tanto para “rescatar al Partido Colorado de la llanura” (a la que envió, justamente, Duarte Frutos, en 2008), y ahora, como factor de unidad, “fortaleciendo sus frentes”, los del coloradismo.

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Como las relaciones entre ambos expresidentes de la República (Cartes y Duarte Frutos) están aparentemente congeladas, el inalterable portador del discurso del odio y la injuria vio en peligro sus pretensiones futuras. Pensando, naturalmente, que el actual titular de la ANR podría influir en las decisiones de Santiago Peña, reflotó el paralelismo entre el poder de Lino César Oviedo y el gobierno de Raúl Cubas Grau. Un ejemplo sin ninguna sustancia comparativa. Solo en la afiebrada mente de los que no pueden vivir sin el Estado se instala tal escenario tratando de sacar ventaja y provecho propios. El principal de ellos: quiere seguir al frente de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), por lo menos, hasta “concluir Aña Cua” o, en todo caso, ser nombrado embajador en Brasilia. Es lo que él mismo ha compartido con su entorno de colaboradores.

En su desesperada ambición de crear el movimiento “peñista” y apartar al presidente electo del titular de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, Duarte Frutos está enviando el mensaje de que Fuerza Republicana ya no es para él un espacio productivo. Total, Mario Abdo Benítez dejará el poder el 15 de agosto. Abandonar el barco del actual mandatario era previsible. Y tenía fecha. Su carrera política es una larga cadena de saltos. De aquí para allá. Abandonó a su mentor político, Ángel Roberto Seifart, con la ambición por delante, cuando el ingeniero Juan Carlos Wasmosy le susurró la posibilidad de que podría ser precandidato presidencial. Y cuando Wasmosy eligió a otro, se alió con Luis María Argaña. Traicionó la memoria de Argaña liberando al principal sospechoso de su asesinato, Lino César Oviedo. Fue implacable con Luis Ángel González Macchi a la semana de renunciar al entonces Ministerio de Educación y Cultura. Más tarde, con Horacio Cartes se hizo embajador en Buenos Aires. Y después de renunciar al cargo, el entonces jefe de Estado se convirtió en el blanco de sus improperios más delirantes. De los brazos de Marito se ubicó en la dirección de Yacyretá. Con especial ahínco ahora trata de usurpar el lugar de Cartes en su relación con Santiago Peña. Está poniendo a prueba su vieja estrategia: “O me dan lo que pido o me transformo en enemigo”. Un adversario de hojalata, que ya no tiene impacto alguno, salvo para los medios y periodistas proclives a su desgastado discurso y sus descontrolados exabruptos.

A finales de 2016, Duarte Frutos pronosticó el inminente fin de Honor Colorado. Después, con aureola de analista infalible, sentenció que Horacio Cartes jamás se animaría a candidatarse para la presidencia de la Junta de Gobierno. En las últimas internas vaticinó que el cartismo vivía sus horas más oscuras. Antesala del descalabro. Pero la realidad objetiva, que no debe confundirse con el mito de la objetividad periodística, nos muestra con pruebas que este movimiento interno, estando fuera del poder, fue la cuna de dos jefes de Estado: el propio Cartes, en 2013, y Santiago Peña, en 2023. Y hoy en la conducción del Partido Colorado. Mientras que el peso político de Nicanor, disminuido a su expresión mínima, depende del cargo público que ocupa. Después, nada. La codicia, definitivamente, desequilibra la reflexión y pulveriza cualquier código. Buen provecho.

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