• POR ANÍBAL SAUCEDO RODAS
  • Periodista, docente y político

Quizás habría que redescubrir la historia política de nuestro país desde su fuente original: los diarios, semanarios y revis­tas de todas las épocas que duermen en los estan­tes de la Biblioteca Nacional. Publicaciones de diferentes orientaciones ideológicas, aunque con notoria supremacía de los partidos que llamamos tradicionales: el Partido Nacional Republicano o Colorado y el Centro Democrático o Partido Liberal (en sus diversas divisiones y denomina­ciones). No digo con esto que no existan trabajos elaborados con este esquema. Como, por ejem­plo, “Proceso político del Paraguay: una visión desde la prensa”, en cuatro tomos, de Saturnino “Nanino” Ferreira. Un monumental trabajo poco difundido y, como tal, peor valorado. Tampoco podemos ignorar esa suerte de biblia para los investigadores: “Historia Contemporánea del Paraguay (1869-1920)”, de Gomes Freire Este­ves. Pero en esa búsqueda incesante de lo que fui­mos siempre se encuentra algo nuevo. Y, tal vez, en una sociedad que cada día lee menos y no más de 280 caracteres, habría que plantear formatos más didácticos y en colecciones más breves, divi­didas por décadas. Pero tenemos que apurarnos. Desconozco, desde el inicio de la pandemia, el estado en que se encontrarán actualmente dichos periódicos. Porque, como ya escribí alguna vez, la humedad y las termitas se habían encargado de completar la obra depredadora de los hombres que, si no arrancaban de cuajo ediciones comple­tas (como los números coincidentes con la fun­dación de la Asociación Nacional Republicana), como mínimo, se dedicaban a mutilar las páginas.

Una perspectiva diferente sobre el pasado contri­buirá a clarificar nuestra comprensión de la his­toria. Un novel politólogo compatriota se quejaba semanas atrás por la “poca (o apenas) información que tenemos de los dos partidos hegemónicos del país”. Y citaba a un profesor (suyo) de la Universi­dad de Salamanca, quien le confiesa que “Paraguay –en ese sentido– es un problema. No hay datos”. Lo que, enhorabuena, motivó al paisano a publicar “El cambio de los partidos políticos en el Gobierno y la oposición”. Que no abundan las informaciones, es cierto, pero tampoco se trata de arar en el desierto. Para el análisis comparativo es imposible obviar la enjundiosa bibliografía de Alfredo M. Seiferheld. O la escrutadora mirada filosófica de Lorenzo Livie­res Banks en los dos tomos de “El proceso histórico político paraguayo”. Ni el escrupuloso estudio de Washington Ashwell sobre “El pensamiento de los partidos políticos (1869-1947)”. En todo caso, repito, no estamos caminando el barbecho. Solo hay que saber buscar, que es uno de los requisitos esencia­les de todo buen investigador.

También la historia, desde su sentido más amplio, se enriquece o se rellena con las memorias de sus protagonistas, como las del ingeniero Juan Carlos Wasmosy (tomos I y II), ex presidente de la República en el período 1993-1998. Además del libro “Contra viento y marea”, también en dos tomos. Es en las anécdotas donde, a veces, algunos hechos o frases encuentran su debido contexto para su correcta interpretación. Aproveché el largo de fin de semana para interiorizarme de algunos sucesos relatados en primera persona por quien estuvo involucrado en ellos. Pero, también, para descubrir algunos apun­tes al margen, como el origen de la famosa expresión “Ndaiporãi la jarekóva, pero ivaive la ndajarekói”, haciendo alusión al entonces candidato por el Par­tido Colorado (Wasmosy), que, luego, repitió Mario Abdo Benítez en Nueva Germania el 10 de febrero de este año, citando la fuente (esta vez no se apropió de lo ajeno): “Ndaiporãi la jaguerekóva, pero ivaive la ndajaguerekói”, en directa referencia a Santiago Peña. En ambos casos, la motivación es la frustra­ción y el resentimiento. Veremos por qué.

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“Usted, ingeniero, será el candidato a presidente, y el que le acompañará en la dupla será Ángel Roberto Seifart”. El que así habló fue el general Andrés Rodrí­guez, según las memorias de Wasmosy, durante una reunión en la residencia del entonces mandatario en el barrio Carmelitas. Un pesado silencio fue la respuesta. “Nadie dijo una sola palabra. Yo, porque nunca me había propuesto siquiera liderar la chapa presidencial; Seifart, porque estaba convencido, pro­bablemente animado por sus partidarios, de que él y no otro debería encabezar la chapa, y Blas, porque estaba disconforme…”. ¿Por qué estaba molesto el que en ese momento ejercía la titularidad de la Junta de Gobierno del Partido Colorado? En la siguiente pregunta dirigida al general Rodríguez se devela el misterio: “¿Y usted cree, señor presidente, que yo no tengo los pergaminos para ser candidato?”. La devo­lución al requerimiento no fue muy elegante: “¡Pero, Blas! Por eso llegaste a ser presidente de la Junta de Gobierno, pero tenés que ganar estas elecciones a los candidatos opositores”. Lo concreto, Blas N. Riquelme pretendía sentarse en el Palacio de López. Sin embargo, Rodríguez le deshizo su ilusión, con un contundente: “No estás preparado para ganarles a los opositores”. Según Wasmosy, el afectado dejó correr algunas lágrimas ante “el poco feliz comen­tario del general Rodríguez”.

Y la historia se repite, pero no por las razones expues­tas por el señor Abdo Benítez. En el momento de pro­nunciar dicha sentencia, Blas N. seguía con la herida abierta. No había logrado superar el menosprecio de su amigo, el general Rodríguez. Con el actual man­datario pasó lo mismo. La soberbia le impide dige­rir su derrota electoral del pasado 18 de diciembre. Entonces, dominado por el resentimiento y el res­quemor, reproduce las mismas expresiones, supu­rando rencor y animosidad. Como pocas veces, un contexto es tan útil para hacer entendible un texto. Buen provecho.

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