- POR ISMAEL CALA
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Recientemente la NASA dio a conocer al mundo las primeras imágenes de las que se consideran las galaxias más antiguas, y que se consideran las más cercanas al Big Bang.
Al igual que millones de personas, mi asombro me llevó a contemplar la imagen por varios minutos, detallar aquellos destellos de luz y óvalos de colores, que quedaron como un testimonio de que alguna vez allí estuvieron planetas, estrellas y galaxias enteras. Me emociona saber que cada vez que observamos alguna estrella, en realidad solo vemos la luz de un cuerpo celeste que podría ya no estar.
Supongo que, en algún punto de la galaxia, alguien también nos estudiará a nosotros o que incluso, por ahora, solo esté viendo un planeta inhabitado o lleno de dinosaurios. Todo es posible.
Pero hay algo más: todas estas investigaciones realizadas gracias al James Webb nos recuerdan lo efímero de nuestra existencia, lo ínfimamente diminutos que somos ante la inmensidad del universo.
Para los científicos, este tipo de trabajos, así como la primera fotografía de un agujero negro, abre un abanico extenso de más cuestionamientos –que ni tan siquiera ahora consideramos plausibles– sobre nuestra existencia y la creación en sí. Como bien afirmó Bill Nelson, jefe administrador de la NASA: “Hacer posible lo imposible”.
Nunca es tarde para recordar que lo que verdaderamente quedará de nosotros serán nuestras acciones, nuestro legado, las memorias que creamos junto a otros. Millones de personas están limitadas a no poder cumplir con sus sueños porque no cuentan con el apoyo económico para ello. Otros, a pesar de contar con los recursos, se quedan a un lado observando cómo los demás cumplen los suyos porque tienen miedo, sí, miedo a lograr los suyos.
¿Qué te detiene a ti? Las posibilidades de existencia de otros seres son cada vez mayores, y estos descubrimientos nos demuestran a lo que el ser humano es capaz de llegar para conocer los misterios del universo.
Entonces, ¿por qué despreciar la oportunidad de ir tras lo que queremos? No sé quién pueda estar necesitando estas palabras ahora mismo, pero quiero decirte que, si tienes la oportunidad de labrar tus sueños, ¡hazlo!
No esperes que las cosas te lluevan del cielo. Ya te han dado el regalo más grande: estar con vida. Ahora te toca a ti hacer posible lo que crees imposible.
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Una mutación posible
- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
A la esperanza la ayudan la razón y la voluntad. En donde fluye lo razonable como un acto acompañado de sensibilidad, humildad y simpleza, es probable que acontezca el conjunto de posibilidades que habilitan el acceso a que lo deseado suceda. En el camino de los días, el desarrollo de los pasos necesarios para concretar lo propuesto requiere del empeño de quien quiere lograr lo pensado. En ese hacer vive la conquista, es decir que ya existe, y por lo tanto, la ilusión muta en realidad.
En una de sus acepciones la expectativa significa la esperanza o la posibilidad de conseguir una cosa. El sustento en que se contiene la idea de logro debe existir y además tiene que cultivarse para que pueda alcanzarse esa puesta motivante que moviliza al ser pensante.
Si bien la incertidumbre es una compañera inseparable de la humanidad, y basta para comprender su presencia con atender a las respuestas derivadas de la pregunta acerca de quién tiene la certeza de que vivirá el próximo amanecer, la expectativa requiere de ese acercamiento constante que produce cada acción dirigida hacia la probable. Entonces lo que parecía lejano o inalcanzable empieza a vislumbrarse, para ello hay que andar y eso significa trabajar, esmerarse, dedicarse, apasionarse por la vivencia de la expectativa que motiva.
El cumplimiento de lo esperado normalmente es consecuencia del esfuerzo transitado, aunque hay que respetar y por supuesto en cada caso contemplar los factores externos que pueden influir en el desarrollo de lo planificado. En ese pasar de experiencias llenas de lecciones se aprende a ser auténtico y comprensivo con uno mismo y con los demás. Dando lugar en el edificio psíquico a las certezas que habitarán en el mismo, como, por ejemplo, se puede indicar lo recientemente manifestado acerca de las consecuencias que generan trabajo, esmero, dedicación y pasión. Las dudas se reducen cuando estos se apoderan de los momentos, es que son elementales para minimizar las brechas que presentan la diversidad de formas de lo expectante.
Jhon William Atkinson (1923-2003), en su “Teoría de la expectativa - valor”, abordó magistralmente el vínculo entre el significado que se le otorga a esa proyección ideada y su potencial de logro, e incorporó a los motivos como puntales fundamentales.
Atkinson, científico de la motivación humana, destacó la dimensión del valor asignado durante el pasaje de lo vivenciado e hizo sus propias ecuaciones a través de las investigaciones que representaron sus conclusiones y que le demostraron la impronta en la vida de las personas de los motivos, las expectativas y las apreciaciones valorativas que realizan sobre lo que viven. Por consiguiente, es alentador animarse a construir objetivos que generen entusiasmo y compromiso y al mismo tiempo le den sentido a la vida.
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Seamos realistas, pero no pidamos, hagamos lo imposible
Ninguna historia nos absolverá de nada que hagamos o dejemos de hacer –como muchos vacuos sueñan que sucederá– porque de lo actuado o no actuado se hace la historia, aunque somos y seremos presente.
- Por Ricardo Rivas
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
- Fotos AFP
Alguna vez, en la universidad al igual que en múltiples actividades académicas y periodísticas que desarrollo desde muchas décadas, leí y escuché –como certeza– que “la paz” como concepto y desde una perspectiva social –palabra más palabra menos– se vincula con “seguridad, tranquilidad, bienestar y estabilidad”. Una mirada simplificada sobre la paz también posibilita significarla como “un estado de armonía libre de guerras, conflictos y contratiempos”.
Aunque no siempre la ausencia de la guerra da cuenta ni explica la paz. Aristóteles, cuando abordaba la paz, lo hacía desde la perspectiva de la polis. Ese era su mundo –su ecosistema, su hábitat– y hasta esos límites llegaba con su mirada y reflexiones. Immanuel Kant sentenció que la “paz (será) perpetua” en tanto y en cuanto el hombre se proponga la paz como “un fin y un deber”. Quizás en línea con esa mirada, Eleanor Roosevelt pregonó que la “paz no es solo una meta distante que buscamos, sino un medio por el cual llegamos a esa meta” y añadió que “no basta con hablar de paz” porque se “debe creer en ella y trabajar para conseguirla”.
La humanidad habla de la paz desde siempre. “Eirênê” decían los griegos cuando debatían sobre la siempre deseada paz. No es esa una palabra más. En el Nuevo Testamento se consigna 91 veces la palabra “eirênê” hasta nuestros días traducida como paz. En los Evangelios y Hechos se la publica 31 veces. En Pablo 43 y 17 más en los restantes escritos de los libros sagrados. Coincidentes historiadores sostienen que tanto en el Viejo Testamento como en el Nuevo la palabra paz (“eirênê”) aplica como fórmula de despedida o saludo. También por estos tiempos. Shalom, Salam, Paz.
Allá por 1986, el entonces secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Javier Pérez de Cuellar, expresó que “la paz debe comenzar en cada uno de nosotros”. Recomienda hacerlo “a través de una reflexión introspectiva y seria sobre su significado [para que] se pueden encontrar formas nuevas y creativas de promover el entendimiento, la amistad y la cooperación entre todos los pueblos”. En ese contexto, define “la paz, en su forma más pura [cuando se la define como] silencio interno lleno del poder de la verdad, serenidad y ausencia de conflicto”.
Poco más de cuatro décadas antes –el 16 de noviembre de 1945– cuando se constituyó en Londres la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), los fundadores de esa agencia multilateral, aún humeantes las armas por el fin de la Segunda Guerra Mundial [60 millones de muertes], acordaron que “puesto que las guerras nacen en la mente de las mujeres y de los hombres, es en la mente de las mujeres y de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.
IMÁGENES Y PERCEPCIONES
De estos temas conversábamos este viernes del inicio de febrero cuando la medianoche es inevitable. Tertulia y nocturnidad es una atinada recomendación para charlar con amigos y amigas cuando la semana finaliza. “¡Eran otros tiempos!”, dijo alguno con tono crítico para con el presente y nostálgico de tiempos que – vaya a saber por qué misterio– siempre se suelen imaginar mejores porque están alojados en la memoria y decidimos que residen en el ayer. Imágenes y percepciones. Tiempo y espacio, espacio y tiempo también son parte sustancial de los procesos filosóficos y de memoria. Van de la mano de las reflexiones. Más aún, tiempo y espacio existen y hasta es posible que sean independientes el uno del otro, independientemente de la mente.
¿Hay algún otro tiempo que no sea el de hoy? ¿Cómo responder? Recuerdo que cuando maestraba en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), el profe Héctor “Toto” Schmucler –un grande– nos advirtió que “aportar al porvenir (al futuro) supone el riesgo de dejar al presente entre paréntesis”. En tono reflexivo añadió que “ningún presente se justifica en la fuga hacia el futuro (porque) solo vivimos el presente que es donde ponemos en juego el pasado y el porvenir”. Tiempo y espacio, espacio y tiempo independientemente de la mente.
La guerra y la paz no es recomendable que sean o deban ser mirados desde el pasado o con proyección a eventuales futuros porque esas alternativas –voluntaria o involuntariamente– conllevan el riesgo de constituirnos en espectadores críticos o acríticos de nuestro propio espectáculo, lo que hace más difícil resolver esas tragedias. Convencernos de que la flecha del tiempo sí y solo sí es unidireccional abre las puertas a toda violencia como resultado de ayeres desafortunados que el presente solo hereda y no puede evitar. Trashumantes de la historia y el presente o protagonistas.
¿Y si en el plano de las hipótesis hubiera una flecha del tiempo en sentido opuesto al también supuesto más aceptado? ¿Y si en esa dirección alternativa fuera posible verificar la inexistencia de las violencias y que fraternidad, sororidad, fratelli tutti son prácticas sociales y no valores a alcanzar? ¿Todo tiempo pasado fue mejor? No son pocas las oportunidades en que escuchamos a testigos y actores del presente categorizar el hoy como caos y al pasado como cosmos (orden vs. desorden), dije semanas atrás al querido amigo Pablo Sisterna en el inicio de una conversación fantástica. Escuchó en silencio profundo.
“Nuestra imagen del remoto pasado muestra un universo con materia muy caliente y homogénea, y por ende con alta entropía, pero (a la vez) un espacio también muy homogéneo, y por ende con muy baja entropía”, comenzó Sisterna. “Esa imagen agrega un universo sin planetas ni estrellas, pero también sin plantas ni seres humanos, mientras que ahora tenemos estas y muchas otras estructuras organizadas… y (los famosos) agujeros negros” que cada día me atraen más como misterio. “Las ecuaciones de la física no distinguen entre el pasado y el futuro, pero sus soluciones y los hechos de la vida cotidiana sí los distinguen”, apuntó mi amigo científico que me bajó a tierra.
Casi adicto a la lectura después de escuchar a Pablo Sisterna recordé textos de Albert Einstein y de Stephen Hawking. Aquel alemán grandioso que visitó la Argentina en 1925 lo dijo: E = mc². Dicho de otro modo: “Que la velocidad de la luz es independiente del movimiento del cuerpo que la emite y que las leyes de la física son las mismas para todos los sistemas de referencia que se mueven entre sí con velocidad constante”.
LA ALDEA GLOBAL CRUJE
Trashumantes de la historia y el presente o protagonistas puede ser un comienzo diferente para resolver algunas tragedias con la ciencia como herramienta. Cuando se pierde de vista el objeto de estudio es el momento de interrogar a la teoría. La aldea global cruje. Desde que Rusia invadió a Ucrania, el 24 de febrero de 2022, han pasado 717 días. Tremendo. 127 amaneceres sin esperanza van desde el momento en que el grupo terrorista Hamás –desde la Franja de Gaza– arremetió contra pequeñas poblaciones civiles en el sur de Israel. Muertos, heridos, secuestrados, desaparecidos.
Como respuesta a aquella violencia que sorprendió al mundo, desde el 27 de octubre de 2023 transcurren 107 días más de estratégica y planificada crueldad israelí para acabar con quienes arremetieron en el nombre de un dios que nunca pidió, pide ni pedirá acabar con vida alguna. Es suficiente leer con atención el Corán para saber y poder contarlo. Hay quienes piensan o sostienen que la paz agoniza.
“Hace unos años se me ocurrió decir que estábamos viviendo una Tercera Guerra Mundial en pedazos. Ahora, para mí, [en Ucrania] se ha declarado la Tercera Guerra Mundial. Y este es un aspecto que nos debe hacer reflexionar. ¿Qué le está pasando a la humanidad que ha tenido tres guerras mundiales en un siglo?”, reflexiona y dice el papa Francisco el 15 de julio de 2022 al diario La Stampa.
En línea con el pontífice, aunque acota la emergencia al Oriente Medio, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, hace reiterados llamados (el más reciente en Davos el 15 de enero último) “a un alto el fuego humanitario inmediato en Gaza y a un proceso que conduzca a una paz sostenida para israelíes y palestinos (porque) es la única manera de frenar el sufrimiento y evitar un desbordamiento que podría incendiar toda la región”.
Las mujeres y los hombres más poderosos del planeta –estadistas y banqueros– lo escucharon y aplaudieron, pero nada cambió. ¡Impotencia y horror! La muerte avanza sin detenerse y pareciera que nadie puede, sabe o quiere detenerla. Más allá de Ucrania y Gaza, son 59 las guerras activas y conflictos armados en desarrollo por estos días. Algunas de esas situaciones se iniciaron cuando promediaba el siglo pasado. Birmania, el Magreb, Burkina Faso, Sudán, Siria, Yemen, Congo, Uganda, por solo mencionar algunos países, se encuentran en ese lamentable listado.
CONCEPTO
Los que todo lo miden consideran guerra –interna o externa– cuando en esas localizaciones y en esas acciones contra la vida mueren más de 100.000 personas. Inquietante. ¿A qué llamarán esos estudiosos horror, terrible o espantoso? ¿Cuándo mueren cuántos?
Recuerdo haber leído en el último trimestre de 2017 que los académicos Steven Pinker, de la Universidad de Harvard, y Max Roser, de la de Oxford, luego de una investigación específica, concluyeron en que lo que hasta entonces corría del siglo XXI, vivíamos los años más pacíficos de la historia universal desde el 1400 por cuanto “en los últimos setenta años” –1947/2017– los muertos en guerra han disminuido notablemente”. ¿En qué columna de la planilla de Excel pusieron a las 4.500 víctimas fatales en el ataque terrorista a las Torres Gemelas? Desde aquel estudio y sus conclusiones, el tiempo no se ha detenido.
Quiero pensar que poco más de cinco años después y a la luz de la expansión de las violencias, no les será sencillo defender o mantener como válidas aquellas conclusiones. “Los tiempos difíciles crean hombres fuertes, los hombres fuertes crean tiempos fáciles. Los tiempos fáciles crean hombres débiles, los hombres débiles crean tiempos difíciles”, sostiene la abogada y académica Magdalena Brzovic. ¿Qué definirá como fuerte o débil a una persona? ¿Qué hará que los tiempos puedan ser categorizados como difíciles o fáciles?
La película “Oppenheimer” –muy cerca de ser galardona con el Óscar en poco más de un mes– y, en Netflix, “Einstein y la bomba” destacan cómo la vida cotidiana se vincula intensamente con la ciencia –especialmente la física– y sus efectos para bien o para mal. ¿Olvidar es un camino para alcanzar la paz y poner fin a las violencias? No. Claramente no, porque siempre somos presente. No. Porque tampoco podemos renunciar a ser lo que somos en el lugar y circunstancia que nos encontremos. Y no, por sobre todo, porque ninguna historia nos absolverá de nada que hagamos o dejemos de hacer –como muchos vacuos sueñan que sucederá– porque de lo actuado o no actuado se hace la historia, aunque somos y seremos presente. Como aquellos jóvenes que somos –ahora adultos– seamos realistas, pero no pidamos, hagamos lo imposible.
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Hagamos realidad lo imposible
EL PODER DE LA CONCIENCIA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alex.noguera@nacionmedia.com
Hoy, como cada segundo sábado de febrero, se recuerda el Día Mundial del Cine, fecha instituida por la academia. Y es que, en el lejano 1895, cuando se proyectó en París “Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir”, nacía la primera película del mundo.
El primer paso para levantar imperios o crear imposibles es soñar, aunque en esa etapa parece una utopía. Un ejemplo de esta afirmación fue lo ocurrido otro 10 de febrero, pero de 1996, hace ya 28 años, cuando la supercomputadora de IBM vencía en ajedrez al entonces campeón mundial Garri Kaspárov. ¡Insólito! Una máquina podía “pensar” mejor y más rápidamente que un ser humano. Claro, la población del planeta no imaginaba que ya en la década de 1950 Alan Turing había dado pasos decisivos hacia la inteligencia artificial, hoy una realidad que divide opiniones en cuanto a su peligrosidad.
Volviendo al cine, y en retrospectiva, debemos reconocer los grandes aportes que esta industria aportó a la ciencia, pero para comenzar hay que aclarar que, aunque los hermanos Lumière crearon el cinematógrafo, fue otro cineasta francés, Georges Méliès, quien logró dar la ilusión de movimiento en las películas, cuando en 1902 “estrellaba” un cohete en la Luna. ¡El público quedó lleno de estupor y a la vez maravillado!
En 1916, las cintas adquirieron color y en 1927 sonido. A partir de entonces no hubo límites para la imaginación de los guionistas, que cada idea convirtieron en realidad. Así, un desconocido Walt Disney erigió una empresa multimillonaria gracias a la animación con dibujos en papel, luego surgirían la televisión, los efectos especiales y la animación computarizada.
Es universalmente conocido que películas de ciencia ficción dieron pie a grandes invenciones. Una de estas icónicas producciones, “Viaje a las estrellas”, contribuyó, por ejemplo, con aparatos que en esa época no existían.
Por falta de presupuesto dos ayudantes escondidos abrían y cerraban las puertas de la nave, dando la sensación de que eran automáticas, concepto implantado luego en los ascensores; los tripulantes se comunicaban con lo que más tarde serían los celulares idénticos al StarTac de Motorola; también dieron noción del scanner médico con el Tricorder utilizado por el doctor McCoy, y las tablets y las PC y las enormes pantallas de plasma y el GPS y el USB. En este momento, en el mundo real ya se realizan pruebas de teletransportación a través de la computación cuántica.
Transcurrieron menos de 130 años desde la primera proyección de Auguste Marie Louis Nicolas Lumière y Louis Jean Lumière, pero de aquel mundo ya no queda nada, los avances fueron casi de fantasía.
Para terminar, también recordamos que mañana, 11 de febrero, pero de 1990, hace 34 años, Nelson Mandela era puesto en libertad después de estar preso durante 27 años. Cualquiera hubiera claudicado, pero el dirigente no solo sobrevivió, sino que cuatro años más tarde se convirtió en el primer presidente de color de Sudáfrica. Recibió el premio Nobel de la Paz y hoy es considerado un símbolo en la lucha contra la segregación racial.
La magia del cine o la voluntad de un hombre como Mandela demuestran que es posible hacer realidad los sueños, aunque parezcan imposibles. Tal vez este año todos los estudiantes puedan recibir su almuerzo y merienda sin que la avaricia lo impida; quizá pronto los pacientes en Paraguay sean atendidos como merecen o finalmente el país logre el grado de inversión o, al menos, mañana nuestra selección clasifique a los Juegos Olímpicos y no solo “gane experiencia”, como la mayoría de las veces.
Animémonos a soñar cosas lindas, que los imposibles solo tardan un poco más, pero llegan.
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“El trabajo del productor es hacer posible la idea del artista”
El joven artista Luigi Manzoni lleva adelante una carrera solista, pero también incursiona desde hace unos años en la producción de otros músicos. En esta entrevista con La Nación/Nación Media, habló sobre su trabajo, el sentido de su función en la industria, el mercado musical, los sonidos actuales y mucho más.
- Por Jimmy Peralta
- Fotos Néstor Soto
A comienzos del siglo pasado, la idea de reproducción musical restringía su sentido a la interpretación. No había múltiples copias idénticas de una obra resonando en cada casa y el sonido devenía necesariamente de la ejecución, de lo humano. Luego llegaron distintas formas de registro sonoro. Nació una industria para vender esos sonidos calcados en serie y se pasó de grabar en alambre a registrar en una cinta hasta llegar a fabricar y grabar canciones en una computadora. Escuchar música ahora, en general, es poner oído a una grabación, ese es el producto estrella de la industria musical y es por eso que una de las figuras centrales en el presente es la del productor musical.
Luigi Manzoni es un joven productor musical paraguayo. Su labor se desarrolla entre el territorio que va a continuación de la composición del artista hasta el “print master” de un disco. La forma, la carga de estética y sentido de la obra forman parte de su búsqueda. Es ahí donde el productor hurga para darle carácter final a la composición, como un artista, un curador.
Autodidacta, con un poco más de una década de carrera, Manzoni lleva cerca de 200 producciones, algunas suyas, otras realizadas con artistas emergentes y otros destacados de la escena local.
Empezó con la música en el secundario con la guitarra. Fue estudiando solo y pronto ya trabajó como sesionista.
Manzoni es una promesa de la producción local y es el elegido de los artistas que trabajan en el género urbano. Además, tiene su propia carrera como solista, donde se da más libertad artística, según comenta.
–Estamos en un momento en el que ser autodidacta se vuelve más común gracias a internet. ¿Cuánto de eso hay en tu formación?
–Me considero autodidacta en todo sentido y en varias modalidades. Tuve la dicha de contar con las herramientas y la curiosidad necesaria para aprender lo que me llamaba la atención. Sigo por ese camino y creo que me resulta muy bien. Es como un pasatiempo para mí.
LA FUNCIÓN DEL PRODUCTOR
–¿Cómo explicarías el trabajo de un productor?
–Para mí, el trabajo de productor, independientemente a lo técnico, se trata de hacer realidad o posible la idea del artista. Trabajando en conjunto y colaborando en la visión integral del material para lograr los objetivos. Yo veo la ingeniería en audio y la producción musical en muchos aspectos personales en mi vida. Aparte de ser mi día a día, veo el reflejo de trabajar en cadena los procesos cómo le ayuda a organizar mis pensamientos hasta en cuestiones personales. Es muy valioso para mí.
–¿Cuánto te ayudó en la autoproducción de tus obras?
–Prácticamente el 80 % de mis obras cuenta con autoproducción. Si bien trabajo con otros músicos e ingenieros, las ideas que planteo a mi equipo siempre ya están escritas de manera provisoria en el proyecto. Ellos comprenden sus partes marcadas y con base en eso van aportando su toque individual en cada sección si es necesario. Últimamente respeto bastante la intuición a la hora de trabajar en equipo. Hacemos mucho caso a eso.
–Cuando un artista llega a vos con una canción, ¿qué es lo primero que buscás en la obra y qué hacés con eso?
–Lo primero es que la canción sea funcional, que pueda ser ejecutada o reproducida por el mismo artista de manera orgánica. Si no es el caso, como suele pasar bastante, trabajamos juntos hasta lograr esa base antes de abrir algún proyecto o programa. Creo que las canciones deberían tener algo de nosotros, equilibrar el criterio humano con lo digital. La finalidad, a la hora de avanzar con el proyecto, es comunicar. Para mí la música es un idioma, y las canciones tienen que ser lo suficientemente claras y honestas para que conecte y logre el objetivo.
–¿Quién fue el primer artista que te pidió que le produzcas y cómo se fue dando el proceso desde ese momento?
–El primer disco que trabajé como productor fue mi disco solista número uno. Terminar ese disco fue como una tesis para mí. Ejecuté todos los instrumentos, armé las composiciones y terminé haciendo toda la producción musical. Obviamente para esa época no era lo más eficiente que digamos. El material fue como un examen y siempre lo recuerdo con orgullo, aunque las canciones no me identifiquen tanto actualmente, es como una foto del recuerdo de mis inicios.
–¿Tenés productores a los que seguís? ¿Qué te parece que aporta cada uno de ellos a las obras?
–De Pharrell Williams rescato cómo trabaja en crear una identidad sonora a la hora de abordar proyectos. Al escuchar una canción de un artista puedo identificar si pasó por sus manos. De Nico Cotton admiro la visión integral a la canción en sí en sus producciones, lograr que todo esté en su lugar y al final comunique. Después más del género urbano me gustan varios que con su música básicamente me enseñaron el estilo, podrían ser Timbaland, Sky, Ovo, entre varios más.
ETIQUETAS
–¿Con qué género te sentís más identificado?
–Creo que sigue existiendo la separación por géneros musicales y pienso que eso capaz vuelva con un poco de fuerza. Últimamente vengo pensando en que el hecho de no etiquetarse en un género y fusionar mucho hizo que la música no se pueda descubrir, es como camuflarse entre tantas cosas para no ser descubierto. A veces el intentar ser “originales” hace que se pierda el foco a la canción. Muchas veces dije que me costaba identificar mi estilo musical y creo que sigo un poco así. Pero últimamente en mis trabajos personales busco marcar más el estilo para sentir que pertenece a una corriente lo que quiero contar.
–La música urbana recoge éxitos y por el otro tiene detractores. ¿Cómo ves esa ambivalencia?
–Pienso que es normal, como en todo. En otras épocas eran otros los estilos que tenían esas críticas. Sí reconozco que lo que se consume mayormente hoy en día es menos complejo musicalmente, pero no deja de ser música. Soy bastante abierto con los géneros musicales.
–¿Qué géneros de los globales identificás que tienen estilos propios en Paraguay?
–Me parece que, a primera vista, la cumbia tiene un sonido regional bastante marcado. Un ejemplo para mí es la banda Cumbia Juan, siento que es bastante único y representa mucho de cómo somos en sonido. Es una banda de canciones originales y adoptando un sonido bastante peculiar. Hay mucha fusión y, claro, no quiero dejar atrás al folclore.
–¿En tu trabajo ves que los artistas se inclinan a sonar a algo conocido o prefieren una búsqueda de algo nuevo o novedoso?
–Las dos cosas. Es importante las referencias a la hora de encarar un proyecto, eso me ayuda a entender más esa visión que tiene el artista. Me da la posibilidad de acercarme más a esa imagen que tiene en su cabeza, además de servir como columna principal para empezar. Pero así también, muchas veces llegué a recibir propuestas de hacer algo bastante parecido a la referencia y normalmente son los proyectos que no suelo agarrar, no funcionan tanto al final. Es fácil identificar como oyente cuando algo no es genuino.
DISTRIBUCIÓN
–En otros tiempos la radio marcaba en parte qué sonar. ¿Qué cosas marcan hoy las plataformas como tips para que los algoritmos puedan favorecer la distribución?
–Se manejan cierto tipo de tiempos que las distribuidoras de música piden a las plataformas. Se recomienda programar lanzamientos en lo posible con un mes de anticipación más o menos. Así, las plataformas pueden realmente recepcionar las canciones y prestarle atención. Es importante tener bien definido a qué público apuntar para que la distribución sea efectiva y se logre la difusión. Obviamente no hay trucos ni magia, pero hay unas guías que ayudan en el intento. Las listas de reproducción hoy en día son la nueva radio.
–¿En las plataformas se suele tener más reproducciones del exterior o sigue siendo el mercado local algo central?
–Sigue siendo el mercado local lo central y eso me parece positivo en gran parte. Aunque a veces parezca difícil creer, hay muchos artistas nacionales que en sus estadísticas figuran oyentes de lugares que ni conocemos comúnmente. Un ejemplo claro es el artista paraguayo Willian, que hoy en día me toca trabajar como su productor. Él es el artista nacional con más oyentes en plataformas, pero su público más grande es de México. Cuenta actualmente con aproximadamente 800.000 oyentes mensuales y Paraguay figura como número 13 en el ranking de países que escuchan su música.
–¿Podrías citar tres cosas fundamentales que favorecerían que los productores y músicos locales puedan crecer dentro del mercado local y global?
–La responsabilidad a la hora de arrancar un proyecto es muy importante, ser profesionales y respetar los tiempos pactados, seguir conectándonos con personas de la industria, seguir comunicándonos y, lo más importante, no parar de hacer música.