• por Víctor Pavón (*)

Desde la colonia, pasando por la dictadura de Gaspar Rodríguez de Francia, el nepotismo de los López, el nacionalismo de Natalicio González y la dictadura de Stroessner, los gobiernos en nuestro país fueron de hombres autoritarios que concentraron el poder en sí mismos para dirigir la vida de otros.

Largas décadas de violaciones a los derechos individuales cercenaron no solo la libertad política, sino también y en especial la económica: fue así que los gobernantes desde el Estado convirtieron al paraguayo en un soldado antes que en ciudadano.

El nuevo orden social que propongo parte de la premisa cierta que Paraguay es tierra de valientes, de héroes, de gente que se levanta temprano para llevar el pan a sus hogares, pero vive angustiada por el pesado lastre que soportan, parecido al antiguo régimen de antaño caracterizado por privilegios, robos y riqueza mal habida.

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El Estado monopólico delincuencial debe terminar y establecerse en su reemplazo en nuestro territorio un orden social diferente: el laissez faire, comprobado como eficiente y justo. Busquemos en la historia, la filosofía y la economía.

En la segundad mitad del siglo XVIII los campeones franceses de la libertad como Gournay, Quesnay, Turgot y Mirabeau, resumieron una frase que se volvió popular porque el pueblo sabía de sus beneficios para todos: ¡Laissez faire! Dejen que cada persona elija cómo cooperar en la división del trabajo; dejen que las personas produzcan, comercien e intercambien sin más trabas a la riqueza que aquella de no dañar a los demás: ¡Esta es la consigna revolucionaria de la libertad, de ayer, hoy y siempre!

Los propiciadores del laissez faire no desearon en un comienzo organizar partido político alguno. Les preocupaba las ideas y estaban en lo correcto, tal como hoy lo sigue siendo. Los partidos políticos tienen que ser el resultado de ideas de las que sus adherentes estén previamente convencidos.

El programa y la propuesta de la libertad es un todo indivisible. Es un error –como algunos siguen creyendo– considerar la libertad política y económica en compartimientos estancos. De hecho, la libertad política es resultado de la libertad económica. El hombre soberano de sí mismo extiende sus acciones ciudadanas en la libertad de prensa y expresión, eligiendo autoridades, etcétera.

La era del laissez faire logró el progreso del pueblo liberándolo de la opresión de sus verdugos. El laissez faire es dejar que la gente elija en libertad y que no la obliguen a ceder ante un dictador o ante los tiranuelos del presente. En toda época y lugar nunca fue del agrado de algunos que la gente disponga de su libertad y propiedad para cooperar en paz y progrese por sí misma.

(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Faro. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la libertad y la república”.

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