La presunción de inocencia es un principio fundamental del derecho penal y de los derechos humanos, que es esencial no solo para garantizar un proceso judicial equitativo, sino por sobre todas las cosas para proteger a los individuos de abusos y errores que puedan cometer los organismos del Estado y en particular la institución judicial. La propia Constitución Nacional, en su artículo 17.° consagra que toda persona tendrá derecho a ser juzgada por tribunales y jueces competentes, independientes e imparciales.
Dicho esto, vemos, sin embargo, que a la inversa se da en los medios de comunicación, donde más bien se presenta con frecuencia a las personas –en particular a los políticos y afines– como culpables sin esperar el veredicto judicial o en algunos casos sin que la parte afectada pueda al menos dar a conocer su versión de los hechos.
Estamos ahora ante un nuevo fenómeno conocido como “condena mediática”, que se da principalmente en el ámbito periodístico, pero también en las redes sociales, donde con frecuencia se estigmatiza a las personas por ciertas conductas o hechos en los que aparecen como protagonistas. El retrato que se hace en los medios y las redes sobre el “sospechoso” se convierte en un juicio público definitivo que afecta a su imagen y reputación para siempre. Lo que vemos es que la verdad contada por los medios muchas veces se nutre de versiones a veces imprecisas, incompletas, interesadas o parciales y, sin embargo, prospera como la versión definitiva.
Esta semana el abogado Jorge Rolón, quien representa a uno de los afectados por el caso de las filtraciones en la Seprelad, reclamaba que su defendido fue presentado ante la sociedad como culpable e incluso perdió su trabajo donde fue sancionado por haberse mencionado su nombre como el responsable de haber elaborado los informes, cuando simplemente estaba cumpliendo con la labor profesional que desempeñaba.
Lo mismo reclamaba otro profesional del derecho, el abogado Pedro Ovelar, quien a través de su cuenta denunciaba lo que él denomina un “acto de especulación mediática” y explicaba cómo un medio de comunicación local publicó como una supuesta “irregularidad”, el hecho que su hijo haya obtenido dos ascensos en el Poder Judicial donde trabaja y señala para colmo que la publicación se basó en información diseñada sobre datos falsos “con el único fin del amedrentamiento mediático y la persecución política del adversario. Nunca importó la verdad ya que el fin justifica los medios”, decía Ovelar.
Es lamentable cómo algunos medios de comunicación dejaron de lado los principios básicos del periodismo que son informar con objetividad, verificando las fuentes y presentar los hechos de manera equilibrada y se han convertido en verdaderos tribunales de la moral donde todos los que osan ponerse en contra de lo que ellos predican son condenados a la hoguera mediática.
Demás está decir que este tipo de conductas influye negativamente en la opinión pública, además de perjudicar la reputación de los individuos y causar un daño moral muchas veces irreparable. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.