Por Augusto dos Santos, analista y asesor político.
En estas últimas semanas, en el curso de un taller sabatino de Comunicación Política con líderes jóvenes de diferentes sectores y partidos políticos, les mencionaba como ejemplo de vigencia política a la figura de Eva Perón, y les agregaba como botón de muestra que un candidato a Presidente de Argentina que ganó las PASO, Javier Milei, no hacía otra cosa que pelearse todos los días con la frase más emblemática de Evita: “Donde hay una necesidad, nace un derecho”. Está visto que nadie le avisó a Milei que pelearse con una leyenda, a 70 años de su muerte, no hacía otra cosa que evidenciar la vigencia de una idea esencial del peronismo, no importa cuán maltratado estuviera este partido por sus últimos gobiernos.
No apresuramos a decir, antes de avanzar, que sigue siendo Milei el factor más relevante e importante en materia de novedad política en la historia argentina de los últimos tiempos al alcanzar una aceleración de 0 a 100 en solo dos años. Valorar ese crecimiento queda por fuera de toda duda, y puede que sea por esto mismo: la perfección de su crecimiento explosivo el detonante de sus errores en los últimos meses de campaña, al subvalorar a un viejo boxeador, obeso y pillo, que sabe esperar el round 15 para ganar por puntos, como lo hizo el peronismo.
Los partidos tradicionales y sus siete pisos
Pero hay otras cuestiones importantes de analizar. Y de nuevo con semejanzas irresistibles con el Paraguay. Una de ellas es como todo el movimiento mediático y ONGsista de sentenciar la muerte o por lo menos el desfallecimiento de los partidos políticos tradicionales sigue siendo una cháchara de gran calidad y una posverdad miserable.
Pese a Clarín o Abc o cómo se llamen los medios dominantes del pensamiento políticamente correcto en estos países, los votantes siguen aferrados a la confianza en los partidos tradicionales.
¿Y por qué sucede eso?:
Siendo que el peronismo está haciendo una pésima gestión económica en Argentina o porque sucede esto pese a que el coloradismo tiene a Hernán Rivas en sus filas dirán los preciosistas de la política. Pero nuevamente se quedarán cortos en el análisis sencillamente porque sus profetas toman la sopa en plato playo y se resisten a analizar los fenómenos cegados por el simplismo onanístico de creerse en las propias teorías irrespetando las ajenas. Los partidos políticos tradicionales, a diferencia de los partidos novedosos o del poder mediático, no son “el Presidente” que gestiona mal, sino una estructura mucho más compleja (como un edificio de 7 pisos) y una red de interacciones mucho más dinámica.
Los partidos políticos tradicionales contienen a 1) presidentes, 2) senadores, 3) diputados, 4) gobernadores, 5) concejales departamentales, 6) intendentes y 7) concejales municipales. En estos 7 pisos hay miles de personas que establecen una “red de servicio” que incluye en su menú de acciones actos de solidaridad, desde comprar un ataúd hasta donar un techo, ser el factor de empleo, de estudio superior y hasta prestar una plata en un trance difícil. Nadie dice que eso no se llama clientelismo. Pero tampoco nadie puede negar que son hechos de fidelización que los profetas del plato playo no saben identificar como factores porque siguen refugiados en el veredicto de las redes sociales como parámetro único de juzgamiento del bien y el mal.
Ese es el momento mágico en que los que dicen ser racionales y cuestionan al populismo, establecen como método el significante vacío de Trump y Bolsonaro, al confiar exclusivamente en creencias, desechando el método analítico, el imperio del debate de la realidad como fórmula para construir escenarios. Y se pegan estos tortazos.
Milei osificó su discurso
Milei pudo ganar. Claro que sí. Como se gana a los partidos tradicionales. Como lo hizo Fernando Lugo. Con la sabiduría de comprender donde está el piso y donde está el techo y con un discurso que seduce a los adversarios porque no se les ofendió en su historia política. Lugo hizo meses de campaña “anti-colorada” sin cuestionar nunca al coloradismo, por el contrario, valorando siempre a este sector como herramienta política gravitante, recordando a sus antepasados de este sector.
Milei osificó su discurso, siendo que tras las PASO debía ablandarlo para incluir a más personas, para multiplicar. Y volviendo al ejemplo del boxeo, pegó tanto, pero tanto que tales golpes no cansaron al rival sino a las audiencias que debía aproximar.
De a poco, la estrategia del peronismo se paró en la recordación de las expresiones más extremistas del discurso del propio Milei: la crítica al Papa, la cuestión de la venta de órganos y el asunto de las armas que puso al “peluca”, en las últimas semanas, a ser acosado por su propio discurso.
¿Qué hizo Massa tras perder en las PASO?
Muy simple, desempolvó el viejo manual de crisis del Peronismo que le dictó todos los tips más oportunos: achicarse, jugar a víctima del discurso de odio, negar a sus amigos sin ningún pudor para volver a recuperarlos después de los comicios (un masterado de partidos tradicionales), emoción, emoción y más emoción; agregando lo que mencionamos más arriba, recorrer las provincias perdidas para recordar a los Gobernadores el “si pierdo, perdés vos” de los partidos de 7 pisos.
¿Mauricio Macri, será protagónico?
Que pasará en noviembre. Nadie lo sabe. Milei tiene aún las chances abiertas para enmendar errores, superar tropiezos y convertirse en el nuevo Presidente de la Argentina.
Queda claro quién puede darle una mano: Mauricio Macri, quien, pese a su alejamiento aparente de las bases de Juntos por el Cambio, tiene vínculos y razones para influir y extender un puente entre JXC y Libertad Avanza.
Massa también puede lograrlo, para ello tiene los 7 pisos colmados de experiencia electoral. Lo que ocurra será importante para Paraguay porque finalmente los vecinos nacionales estamos unidos en el destino por eso que aparentemente nos separa, las fronteras.