Silvia Morimoto

Representante Residente PNUD

Desde el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), buscamos que las acciones en pos del desarrollo sostenible del Paraguay se realicen teniendo en cuenta datos relevantes y fehacientes, que nos den la evidencia suficiente para encarar la mejor respuesta a los desafíos que trae consigo el cambio climático; atendiendo especialmente a quiénes son más afectados a consecuencia de este tipo de fenómeno. En este grupo, encontramos a las mujeres.

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Bajo esa premisa, PNUD apoyó la elaboración del Informe “Paraguay: Impactos económicos y sociales de la sequía”, que analiza los efectos de la sequía en la campaña 2021-2022 y que fue presentado recientemente. Este documento se constituye en una herramienta fundamental para entender lo que dejó este fenómeno en la microeconomía y la macroeconomía, con un enfoque social, lo cual lo hace sumamente novedoso y necesario, de cara al futuro.

El informe, elaborado por la consultora MF Economía, con revisiones de la Unión de Gremios de la Producción (UGP) y PNUD, destaca que una de las principales consecuencias de la sequía fue que la agricultura tuvo el menor rendimiento de los últimos 25 años. Se redujeron las exportaciones del principal cultivo del país, la soja, lo cual trajo como consecuencia una caída del ingreso de divisas.

El efecto cadena de esto fue evidente: cayó la actividad económica, aumentó el desempleo, aumentó la inflación en alimentos, el transporte se vio afectado negativamente. Esto nos muestra nuevamente que hay todo un ecosistema social y económico que interactúa y tiene una interdependencia en lo que es la agricultura tecnificada: las empresas y los trabajadores que proveen los insumos, los productores y quienes trabajan con ellos, los transportistas y su cadena de valor, los industriales que almacenan y transforman la materia prima y los miembros de los mercados de compra y venta.

No obstante, la sequía nos deja situaciones que podemos afianzar y de las que podemos aprender y extender. En San Pedro y en Caaguazú se observó que los agricultores familiares que se vincularon con las cadenas de valor de la agricultura tecnificada, compartiendo maquinarias con sus vecinos, lograron ingresos superiores con el maíz zafriña, amortiguando las pérdidas de los demás cultivos.

En cuanto a la situación de los pequeños productores, el informe destaca que toda la cadena de valor de la producción familiar y campesina se vio afectada por la sequía, golpeando a miles de familias y comunidades. Tuvieron menos producción, menos ingresos, menos alimentos para sus familias y para su ganado menor, menos pastos para sus vacas.

Las mujeres y su participación clave

Las mujeres tuvieron un rol fundamental en la superación de los efectos de la sequía, sobre todo en las zonas rurales, y a la vez, fueron las más impactadas. Esto se debe a su elevada participación en los sistemas productivos, que también trae consigo una sobrecarga de trabajo, según se observa en el informe. En la mayoría de los casos, se dedicaron a la comercialización de la producción agrícola y venta de productos alternativos, además de ocuparse de labores domésticas.

En las zonas rurales, las mujeres fueron las protagonistas de las ferias hortigranjeras. Sin embargo, su participación viene desde la etapa de producción en gran parte de los casos. Además, vimos la incursión de las mujeres en el comercio y los servicios, como una de las medidas paliativas ante las dificultades en la agricultura. Todas estas actividades fueron de extrema relevancia para disminuir el impacto negativo en la reducción de los ingresos en el campo.

Recomendaciones

Finalmente, el informe da recomendaciones, que a la vez son una invitación para el trabajo en colaboración. La agricultura familiar suele ser muy vulnerable a todo tipo de eventos, incluso aquellos de relativa baja intensidad pueden traducirse en pérdidas de ingresos y afectar sensiblemente la calidad de vida. Por esta razón, las políticas deben orientarse a cubrir las necesidades más estructurales, así como crear las condiciones para ampliar el margen de maniobra productivo y de empleo de las familias.

En el caso específico de las mujeres rurales, mediante su participación, se ha demostrado que las ferias tienen una alta capacidad de generar ingresos en circuitos locales. La facilitación de créditos y/o entrega de medios de transporte desde las áreas rurales hasta los centros de consumo podría ayudar a que más agricultores, especialmente mujeres, satisfagan las necesidades de las economías urbanas y generen de esta forma mayores ingresos.

Desde el PNUD, a través del Programa de Pequeñas Donaciones (PPD), hemos apoyado iniciativas similares y con ello, se ha observado que la gestión sostenible de recursos, el fortalecimiento de las capacidades, y el acceso a mercados diferenciados, repercute directamente en el empoderamiento económico y social de las mujeres.

Un ejemplo es Edelira, Itapúa, donde hemos trabajado entre el 2020 y el 2022 con la Asociación Paraguay Orgánica, específicamente con el Comité de Mujeres Oñondive. Las agricultoras participaron de capacitaciones en diferentes temáticas que iban desde el trabajo en el campo hasta la comercialización y el marketing de sus productos. Otras actividades fueron la instalación y equipamiento de parcelas, ferias agroecológicas y acompañamiento técnico.

Desde el primer mes de implementación del proyecto, se reportaron resultados positivos. Otro aspecto que destacar es que, además de generar ingresos vitales para sostener a sus familias, las mujeres lideraron una acción climática, pues están introduciendo prácticas sostenibles en sus sistemas de producción.

Contexto: cambio climático

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con el cambio climático? Un informe publicado este año por la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación revela que el número y la duración de las sequías han aumentado un 29% desde el año 2000. Como vimos en el informe, este cambio nos impacta en todos los aspectos: sociales, ambientales y económicos. Es motivo suficiente para pasar a la acción.

Las recomendaciones que provee este informe son centrales para prevenir y afrontar las crisis climáticas futuras que se puedan presentar. La prioridad de Paraguay hoy está centrada en la adaptación, pues es un país con alta vulnerabilidad ante eventos climáticos extremos.

Parte de la adaptación justamente es fortalecer a los productores y las productoras, especialmente los del sector de la agricultura familiar, tanto en sus prácticas productivas y su relación con el medio ambiente.

Afortunadamente, se cuenta con ejemplos exitosos de adaptación. Uno de ellos es el trabajo que realizamos con la Asociación Sombra de Árbol del Chaco Paraguayo entre el 2020 y el 2022, que, a través del PPD, logró conformar una red de 125 mujeres chaqueñas, la cual se constituyó en una cadena de cosecha, comercialización y procesamiento de productos de la zona.

Experiencias como esta serán posibles en la medida en que Paraguay continúe consolidando alianzas estratégicas con todos los actores claves: oenegés, sector privado, academia y la cooperación internacional. La situación actual requiere el compromiso de acciones conjuntas y una mirada completa, especialmente hacia los sectores más desprotegidos, como lo son las mujeres rurales. Es decir, actuar sin dejar a nadie atrás.

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