Marcelo Pedroza

Psicólogo y magíster en educación

mpedroza20@hotmail.com

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Se la considera una oportunidad para crecer. Es una forma de darles a los niños las mejores condiciones para que desarrollen su potencial. Entre sus referentes se encuentra a Virgina M. Axline (1911-1988), psicoterapeuta estadounidense, quien decidió titular a una de sus obras “Terapia de juego”, dándole a la misma un formato directivo y otro no directivo, según el rol que ejerza el terapeuta. Si bien el abordaje expuesto en el texto citado tiene un destino de utilidad para los seres que están en una etapa de crecimiento, es posible asociar las lecciones de la mencionada maestra al escenario cotidiano de la vida adulta.

Donde se construye una relación interna y amigable, los accesos se multiplican para facilitar la concreción de los hechos que se pretenden lograr. Esta caracterización del vínculo incita a detenerse en el otro como sujeto con historia, con ansias de evolucionar, con intenciones de socializar sus proyecciones y con un ahora llamado a construir. En esa parada, ante la humanidad del que está al lado, el camino se recorre con admiración, así lo afable brinda su protección. Cuando las criaturas reciben un trato afectuoso, se disponen inmediatamente para jugar. De igual forma, la cordialidad hace lo suyo entre los que se proponen aunar esfuerzos.

Es a través de la aceptación donde se elaboran los cimientos que sostienen la convivencia social. Al chico se lo acepta tal como es, enseñaba Axline. Este postulado da origen a la valorización de las individualidades, de lo propio de cada cual y además es la base para armar juegos colectivos porque en ellos brillarán todas las cualidades que se encuentren. Por lo que observar es indispensable, así podrá reconocerse qué habilidades han sido descubiertas y cómo se ponen al servicio del bienestar grupal.

Cuando una niña se siente libre para jugar, lo disfruta de tal manera que pareciera que no hay más nada en el mundo. Mientras que en los jóvenes de espíritu ese sentimiento de realización se vivencia en el instante que se hace aquello que responsablemente se ha decidido realizar, entonces un santiamén da paso al que viene y lo enriquece porque le transmite la fortaleza de las convicciones que pregonan la constante superación.

La singularidad de las experiencias vibra en los infantes y se manifiesta al compás del entusiasmo que le inyecta la genuina adaptación a las circunstancias que viven. Los escenarios comunitarios también tienen sus particularidades, las que indican las tradiciones, las costumbres y las culturas que confluyen en el territorio del convivir y que estimulan a quienes lo enriquecen diariamente.

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