COMENTARIO

PO PROF. LIC. MARIANO MERCADO ROTELA, docente, especialista en comunicación institucional

Iniciamos con inmensa alegría este espacio en el dominical del diario La Nación, con el objetivo de reflexionar desde la óptica de la fe. Se sumarán columnistas invitados de distintas formaciones profesionales, quienes nos ayudarán a mirar la realidad social, política, económica, desde la perspectiva de la fe, que necesita solo ser como un grano de mostaza para despertarnos y mover la montaña de problemas y angustias que nos rodean. En una sociedad donde la esperanza se desdibuja y la autoestima está bastante golpeada, queremos sumar al diálogo con identidad propia y también al debate que construye, que edifica, buscando ser una alternativa de lectura amena para los domingos.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

¿De qué presupuestos partimos? Primero que nada, la fe, la cual se profesa, pero necesita ser también celebrada y vivida en el día a día. Debe llamarnos a reflexión el dato no menor de que gran porcentaje de los habitantes de nuestro país somos católicos, pero nuestra nación figura entre los más corruptos de América. Una etiqueta que probablemente nos merecemos, de una parte, por acciones de unos, y, de otra parte, por omisiones de otros. En Paraguay hay mucha gente honesta, comprometida con su comunidad, pero, ¿qué está pasando con los hombres y las mujeres que dicen tener fe?

Es verdad, aún mantenemos en muchas familias la tradición de pedir la bendición a los abuelos, padres, tíos, padrinos, siempre con mucho respeto y devoción. Un lindo gesto que cada vez más escasea en la sociedad moderna. Pero, más allá de las tradiciones y simbologías que es bueno conservar, Paraguay necesita de gente comprometida con el país, sobre todo, desde la fe, con cimientos fijados sobre el amor a Dios y al prójimo. “Una fe sin obras es una fe muerta”, afirma la Carta de Santiago. Es decir, la fe debe dar frutos en la realidad de cada uno, con acciones concretas en la familia, en la comunidad, en la ciudad, en la nación.

La fe debe movilizarnos, buscando la salvación de nuestra persona, de nuestra alma, pero también en la búsqueda del bien común y de la justicia aquí en la tierra. No podemos estar mirando impávidos la necesidad del otro, no podemos ser solo espectadores, debemos ser protagonistas, involucrarnos en la política, el deporte, el arte, la cultura, la economía. La fe debe dar color y sabor a nuestras vidas.

La fe nos quita el miedo, nos da valentía y sabiduría para enfrentar nuestra realidad, para ser parte de los debates sociales y defender nuestras posturas a favor de la vida y de la familia. No es necesario ser violentos, pero necesitamos ser firmes, eso sin dudas. No podemos ser tibios ante peligros como la de intentar legalizar el aborto, que ya golpean las puertas de países vecinos. Paraguay se levanta para defender sus valores, sus tradiciones, y ahí estaremos nosotros, firmes soldados de Cristo, miembros de la Iglesia.

Cuando decimos que tenemos fe, no nos referimos solamente a que formamos parte de una comunidad religiosa, que acudimos a celebrar los sacramentos y nos reunimos a rezar. Ser personas de fe implica también testimoniar a Dios en la familia y la sociedad, en distintos momentos de nuestra existencia. El mundo pide a gritos más testigos que maestros, vale la pena enseñar, sí, pero con hechos concretos.

La fe comparable al grano de mostaza es una fe que no es orgullosa, ni autónoma total, ni se fía solo en sí misma. Es una fe que en su humildad siente una gran necesidad de Dios y, en la pequeñez, se abandona con plena confianza a Él. Es la fe la que nos da la capacidad de mirar con esperanza los altibajos de la vida, la que nos ayuda a aceptar incluso las derrotas y los sufrimientos, sabiendo que hay un bien mayor detrás de esos acontecimientos. Solo necesitamos una fe como un grano de mostaza que, a pesar de ser pequeña, crece y da frutos abundantes.

Dejanos tu comentario