Por Leah Soibel
El tratado de Abraham, recién firmado en la Casa Blanca, bajo los auspicios de Estados Unidos, no es poca cosa. No es la paz con los palestinos ni entre Israel e Irán, pero parece ser el camino hacia un Oriente Medio más estable y próspero y sin duda supone un cambio dramático en la dinámica de poder en la región.
Israel mantenía relaciones plenas con Egipto, desde 1979 y con Jordania, desde 1994 y en apenas un mes ha cerrado el pacto con Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin. Lo relevante de este crucial movimiento diplomático, que se viene gestando desde hace tiempo y que acaba de rubricarse, es que no es solo conveniente para Israel, sino que sus contrapartes lo desean de igual manera.
El ministro de Interior de Bahréin, Rashid bin Abdalá al Khalifa, dijo que el acuerdo de normalización con Israel forma parte de la política del reino para crear “alianzas sólidas frente a peligros potenciales” como Irán, al que acusó de ser “una amenaza constante” para la seguridad de su país. “Somos un país centrado en mejorar nuestras capacidades y nuestra estrategia sigue basada en la existencia de alianzas sólidas frente a peligros potenciales”, agregó.
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Por su parte, el ministro emiratí de Exteriores, Anuar Gargash, señaló cuando se hizo público el acuerdo que el objetivo del entendimiento diplomático con Israel es “reforzar la estabilidad de la región e impulsar el proceso de paz entre israelíes y palestinos”. Sin embargo, el presidente palestino Mahmud Abás rechazó de plano los acuerdos aduciendo que la normalización con Israel es sinónimo de traicionar la causa palestina.
El nombre del acuerdo, en referencia al patriarca de las tres religiones monoteístas, señala la ambición del proyecto, que parece que va a seguir sumando países árabes y musulmanes a esta nueva alianza regional. Incluso los países más críticos han dado indicios de poder acomodarse al cambio sísmico en la región si otras naciones árabes, en particular Arabia Saudí, también siguen los pasos de EAU y Bahréin. Porque si Arabia Saudí se pronunciase a favor, eso tendría implicaciones para Irán, Siria y Líbano.
Por ahora, Arabia Saudí ha dado su beneplácito al acuerdo de manera tácita al permitir que los vuelos comerciales que hagan la ruta de Israel a los Emiratos puedan sobrevolar territorio saudita. Mientras, se cree que otros países pueden estar cerca de reconocer a Israel, como Omán, Sudán y Marruecos.
Muy significativo es que la Liga Árabe no haya aprobado una resolución de condena a los EAU propuesta por los palestinos la semana pasada, así como lo es la postura del poderoso Consejo de Cooperación del Golfo (GCC, por sus siglas en inglés) y de su secretario general, Nayef al-Hajraf, quien exigió a los líderes palestinos una disculpa por sus duras críticas contra los EAU por su normalización de lazos con Israel.
Forman el GCC Qatar, Kuwait, Bahréin, Omán, Arabia Saudí y los EAU y acusaban al liderazgo palestino de usar un “lenguaje incitador y amenazante”. En resumidas cuentas, el acuerdo de paz y normalización que representa paz y prosperidad para la región es una mala noticia para el régimen de Teherán que aboga incansable por la eliminación del “Estado sionista”. Tal vez Irán empiece a quedarse solo ahora.
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