El embajador de Israel en Paraguay tuvo la tarea de reconectarse con el país luego de 13 años sin embajada en suelo paraguayo. A casi tres años de la reapertura, apuesta por compartir innovación y conocimiento, pero también nos cuenta sobre lo que implica vivir lejos del hogar.
Entrevista: Jazmín Gómez Fleitas
Fotografía y edición digital: Javier Valdez
Producción: Juan Ángel Monzón
Estilismo: Matías Irala
De padre uruguayo y madre argentina, Peleg Lewi (49) nació en Uruguay pero fue criado desde temprana edad en Israel. En su casa se hablaba español así que eso lo ayudó bastante con el idioma; además habla hebreo, francés e inglés. Ingresó a la Universidad Hebrea de Jerusalén para estudiar Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales porque quería una carrera que no sea muy específica pero que pueda tener impacto:
"Me gusta mucho la diplomacia porque uno nunca se aburre. No hay una rutina repetitiva, el diplomático todos los días toca un tema diferente. En un mismo día puedo estar con la prensa, poco después con una reunión con hombres de negocios y después viajando al interior del país para conversar con productores de sésamo, por ejemplo. Entonces me fascina esa dinámica y la posibilidad de no caer en una rutina".
El embajador israelí se encontró hacia el tramo final de su carrera con una gran interrogante, como a muchos jóvenes les habrá pasado en su momento: "Y ahora ¿que hago?". "Antes de graduarme no tenía la menor idea de qué iba a hacer -recuerda-. Vi que todos mis colegas se estaban anotando para ingresar en la cancillería. En Israel es una competición bastante grande y es el mejor concurso del sector público. Entonces me anoté también. Son cinco o seis etapas de exámenes durante todo un año. Pasé la primera, la segunda y cuando llegué a la tercera, me entraron las ganas de continuar", explica.
Él se encontraba de viaje en el exterior cuando recibió la llamada de su madre que le anunciaba que lo habían aceptado en la Cancillería. Ya sabía qué haría después con su vida. Y agrega "Mirándolo más seriamene, ingresar allí era la culminación de todo lo que me gusta. Vengo de una familia típica judía que fue migrante, con raíces europeas que luego emigraron a Sudamérica. Tengo familiares por todo el mundo y siempre me interesaron los idiomas y, más que todo, buscaba una profesión que fusionara todo ello".
En Israel para poder ingresar a la carrera diplomática no se debe tener nada que ver con la política. Si se viene de una familia política o se está conectado a ella de alguna manera, no se puede ingresar a la Cancillería. "Creo que como un diplomático, si uno trabaja bien, puede hacer un gran impacto. A través de su trabajo puede tocar la vida de otros para mejorarlas. Ya sea a través de aspectos culturales, lingüísticos o de cooperación técnica. Lo que me impulsa es que se puede hacer un cambio", reflexiona.
Viajar por el mundo
Es una práctica habitual que la primera asignación que se reciba fuera del país sea en África, así que estuvo un año en Angola. Luego, como segundo secretario en Colombia, como cónsul en Hungría, como consejero en Francia y, finalmente, antes de su venida al país, como ministro y subjefe de Misión en Tokio.
Durante su estadía en Francia aprovechó para realizar una Maestría en Cultura de la Universidad Paris VIII. Lewi explica que siempre tuvo una inclinación hacia la cultura por su historia familiar migratoria, lo cual lo llevó a elegir algo que sea lo más plural posible y que le abra la mente y las puertas para entender otras culturas. Bromea señalando que no tiene un uso técnico para su día a día pero destacando que sí es una herramienta sumamente útil para apreciar los distintos aspectos de las culturas extranjeras.
"Creo que en mi profesión si uno está cerrado, si no tiene interés en otras culturas, no hace bien su trabajo. Cada experiencia es muy diferente y todo el trayecto previo me preparó para venir a Paraguay. De cada estadía tomé algo que me suma a las funciones que tengo hoy. Si en París es la cultura, en Japón es la diplomacia clásica, en Colombia es el sabor de la vida, además del español".
Lo dice sosteniendo en sus manos una taza de cerámica esmaltada, sumamente fina y artesanal, que no cuenta con asas. Se toma su tiempo para relatar que la trajo de Japón y que siente una extraña debilidad por la cerámica. "Me encanta eso de Paraguay, tanta riqueza. Las artesanas son artistas. Exponen sus creaciones en Europa, en cualquier parte del mundo, pero no son famosas aquí. Es una pena, debería explotarse más", comenta.
Exportar innovación
En noviembre de 2016 recibe la Medalla Cabildo a la "creatividad, innovación e investigación científica" por el Centro Cultural Cabildo y el Congreso Nacional, justamente en aquello en lo que él está trabajando para fortalecer la cooperación en el país. Con su equipo de la Embajada están intentando ser diferentes y extenderse más allá de los métodos habituales: becas o congresos.
"La mayoría de las actividades de la Embajada son afuera de Asunción. Por ejemplo, con un curso de expertos israelíes que se van hasta las ciudades del interior y tratan de profundizar los temas para capacitarlos acorde a la vanguardia, de darle la oportunidad de capacitarse a gente que lo necesita. Apuntar a la educación inicial, dando un curso para profesores de prescolar en Itapúa, como también uno de emprendimiento para mujeres en el sector rural. Se hablaba mucho de las posadas, de las fincas, pero ¿quién entrena a esas personas para que se lancen al sector empresarial? Y por eso desarrollamos cursos con la Senatur. Por ahí va la manera en la que tratamos de trabajar".
La cooperación que quiere impulsar está enfocada en compartir la experiencia, los conocimientos que tienen. "Si me preguntaran, ¿qué exporta Israel? Diría conocimiento". El énfasis de sus capacitaciones van hacia las startups, la alta tecnología (high tech), en producir ideas. "Queremos ayudar a cambiar ese error de que cuando se piensa en 'país agrícola' se pienda en una profesión humilde. En Israel ya no es sinónimo de ello y queremos ayudar a que los hijos no quieran dejar de ser agricultores sino que puedan innovar en sus producciones y ver el potencial", puntualiza.
Acortar la distancia
¿Cuál es el desafío más duro de su carrera? Despedirse de los amigos, revela: "Es más difícil despedirse de los amigos, que hacerse amigos. Si bien es un poco más fácil que hace 20 años, cuando no había Facebook, Whatsapp, ni nada de eso. Sin embargo, a pesar de la tecnología, cada vez cuesta más". Por eso explica que ahora la tecnología le ayuda a hablar a diario con su mamá via Skype y que ella sepa qué está haciendo.
Y como mantener los lazos familiares y el arraigo al país es importante, luego de dos períodos de servicio fuera del suyo, Lewi regresa a Israel para cumplir un período allí y luego, volver a salir. "La familia también te puede venir a visitar. En mi caso, yo trato de visitar mi país dos veces al año, para ver a mi madre o sino, ella se enoja conmigo (risas). La carrera diplomática entiende que es importante seguir en contacto con tu familia y el Estado paga los pasajes. Además, cuando ya formás tu familia, tu cónyuge tiene la oportunidad de trabajar en la embajada. Los cambios se te avisan seis meses antes para que puedas buscar casa, colegio si tenés hijos, aprender el idioma, y se dan todos en la misma temporada de vacaciones escolares, entre junio y agosto", finaliza.
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De un embajador, a los jóvenes diplomáticos
"Creo que la diplomacia actual tiene el desafío de llegar a públicos que antes no conocían mucho del país que se representa, por lo que presentar otros aspectos del país a otros públicos es imperativo. Rompan el molde. Sean innovadores. En la diplomacia también se puede serlo. En general, si se entra al servicio público se entra también a un molde difícil de romper. Uno viaja, viene con nuevas ideas y se convierte en un dolor de cabeza para los superiores o los colegas. Pero no tengan miedo de tratar de cambiar las cosas, de hacerlo diferente; lo máximo que puede pasar es que te digan que no."