El uso generalizado de la mamografía en el reconocimiento del cáncer de mama provoca un enconado debate médico entre los partidarios de esta técnica y los críticos, que denuncian los tratamientos inútiles que conlleva. “Es absolutamente indispensable (...) sensibilizar a las mujeres sobre la importancia de la detección del cáncer de mama”, insistía a mediados de octubre el ministro de Sanidad francés, Olivier Veran.
Unas declaraciones que siguen la línea marcada por las autoridades de muchos de los países desarrollados. En Francia, por ejemplo, se invita a las mujeres de 50 a 70 años a hacerse una mamografía cada dos años (y cerca de la mitad lo hacen).
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Este es, además, el principal mensaje de la campaña internacional anual Octubre Rosa, ya que es en esa franja de edad donde empieza a aumentar el riesgo de padecerlo. Sin embargo, una parte del personal sanitario mantiene sus dudas ante esta incitación masiva a la detección.
Les preocupa sobre todo el riesgo de “sobrediagnóstico”, ya que una mamografía puede detectar un tumor que no se convertirá necesariamente en un cáncer de pecho. Pero como es imposible saberlo con antelación, habrá pacientes que, por precaución, se someterán a un tratamiento inútil, que puede pasar incluso por la mutilación del pecho.
La polémica tuvo mucha presencia pública en los años 2010 pero, desde entonces, el debate médico apenas ha avanzado. “En los últimos años no ha habido elementos que permitan aclarar el debate”, explica a la AFP el oncólogo británico Paul Pharoah, que defiende una posición “con matices” respecto a esta técnica. Para él, proponer un programa de detección generalizado no es “ni bueno ni malo” porque se basa tanto en “conjeturas” como en “pruebas concretas”.
Estudios sesgados
El principal escollo en este debate es saber si el riesgo de sobrediagnóstico es mayor que las ventajas que aporta en la disminución de la mortalidad de este tipo de cáncer. “Si fuera fácil saberlo, estaríamos todos de acuerdo”, señala a la AFP la epidemióloga francesa Catherine Hill.
Hay estudios de sobra, pero sus conclusiones son, a menudo, muy variadas: algunos indican un riesgo de sobrediagnóstico casi nulo mientras otros lo sitúan en un tercio (o incluso la mitad) de los casos. Para Hill, los estudios más alarmistas son sesgados, porque parten de bases de datos de salud pública que no entran en la individualización de los casos.
Se estudia, por ejemplo, la proporción de cáncer de mama en la franja de edad de 50 a 70 años, pero sin diferenciar si las pacientes han sido realmente reconocidas. Esto da lugar a numerosas imprecisiones cuando se trata de estudiar los efectos de esta detección precoz durante varios años. Se da la paradoja de que, en el periodo de tiempo de análisis, hay mujeres que han salido de la franja de edad estudiada.
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Por eso, este tipo de análisis tienden a sobredimensionar el riesgo de sobrediagnóstico, mientras que los estudios a partir de datos individuales (menos frecuentes), lo sitúan a la baja. “Lo más probable es que el sobrediagnóstico esté por debajo del 10% de casos”, considera Hill, que lamenta que los escépticos de este debate juzguen alarmistas los resultados más tranquilizadores, aun cuando son (a priori) más creíbles.
Pero esta epidemióloga no valida por completo la promoción por mamografía. “Se presenta a las mujeres de una forma exagerada”, sobre todo durante el mes de Octubre Rosa, dice Hill. “Reduce la mortalidad de cáncer de mama en un 20%, pero ya de entrada la mortalidad por este cáncer no es muy alta”. Y un “20% de poco, es muy poco”, insiste. Según Hill, es mejor insistir en que las mujeres reduzcan el consumo de alcohol, principal factor de riesgo en este cáncer.
Fuente: AFP.