Sudáfrica se lanzó a la concepción de la primera vacuna africana de ARN mensajero contra el coronavirus con el objetivo de reducir la dependencia del continente respecto a los países ricos en el acceso a estos fármacos.

Esta innovadora tecnología, base de las vacunas de Pfizer y Moderna, consiste en introducir en el organismo instrucciones genéticas que dictan a las células del paciente qué fabricar para luchar contra la enfermedad. Con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la empresa sudafricana de biotecnología Afrigen lidera un proyecto que usará la “ingeniería inversa” (buscar los principios de creación de un producto) para recrear una fórmula cercana a la empleada por Moderna.

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Las primeras dosis deberían estar listas para ensayos clínicos en un año, según el director de Afrigen, Petro Terreblanche. La empresa con sede en Ciudad del Cabo mantiene negociaciones con la farmacéutica estadounidense para obtener un contrato de licencia para producirla. Los trabajos de investigación en las ultramodernas instalaciones, que costaron unos 7,5 millones de euros (8,7 millones de dólares), empezaron hace tres meses. En ese momento, apenas un 5% de los africanos se había vacunado. Muy por detrás del resto del mundo, el continente es muy dependiente de las importaciones y las donaciones de los países ricos.

“Un gemelo” adaptado a África

“La amarga lección que hemos sacado de esta pandemia es que África es casi completamente dependiente” de las vacunas producidas fuera del continente, declaró a AFP Richard Mihigo, coordinador encargado de vacunas en OMS África. Este proyecto busca poner fin a esta situación con el desarrollo local de una vacuna innovadora que se adapte a las condiciones climáticas de África.

“Lo que buscamos es una vacuna de segunda generación”, explica Martin Friede, coordinador encargado de las vacunas para la OMS en Ginebra. “Debemos empezar por un gemelo de Moderna y acercarnos lo máximo posible”, asegura. Pero con la idea de conseguir una vacuna “más adaptada a países de ingresos bajos”. Si bien las actuales vacunas de ARNm requieren ser almacenadas a baja o muy baja temperatura, Afrigen aspira a idear un fármaco que necesite poca o ninguna refrigeración.

“África debe ser autónoma en la producción de vacunas a lo largo de los próximos 20 años”, dijo Friede. Una vez que obtenga la fórmula, Afrigen quiere formar a otros países del continente en su fabricación. La compañía sudafricana Biovac, ubicada en el mismo complejo que Afrigen, será la primera en producir la nueva vacuna a escala comercial.

Las patentes

La Medicines Patent Pool, una organización respaldada por la ONU que negocia licencias de medicamentos con los titulares de las patentes, ha entablado negociaciones con Moderna. Con un poco de suerte, “podríamos conseguir un acuerdo para que no hagan valer sus patentes”, declaró el mes pasado Charles Gore, director de esa organización.

Hasta ahora, los gigantes de la industria farmacéutica han resistido las presiones para liberar las patentes sobre las vacunas anti-COVID. Especialmente Sudáfrica e India han reclamado un levantamiento temporal de estos derechos para que los países con pocas dosis puedan fabricar localmente medicamentos genéricos a menor coste. La semana pasada, Moderna anunció su intención de construir una fábrica de ARNm en África para producir hasta 500 millones de dosis al año. Pero, por ahora, no hay lugar ni fecha precisos.

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El proyecto Afrigen está financiado por la iniciativa Covax de la OMS, por un acceso igualitario a las vacunas. Sudáfrica es el país más castigado del continente por la pandemia, que ha causado más de 2,9 millones de contagios y 88.300 muertes.

El laboratorio estadounidense Johnson&Johnson empaqueta dosis de sus vacunas en las instalaciones de la firma Aspen en Gqeberha (este). La empresa estadounidense Pfizer y la sudafricana Biovax firmaron un acuerdo similar. Varios proyectos más de producción de vacunas anti-COVID en África se encuentran en estudio en Argelia, Marruecos, Egipto, Nigeria, Ruanda y Senegal.

Fuente: AFP.

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