¿Podemos confiar en las vacunas para contener la epidemia de COVID-19? Aunque su eficacia disminuye con el tiempo, los médicos aseguran que siguen siendo indispensables. Sin embargo, a largo plazo se plantea el interrogante de cuánto espacio se debe dejar a la inmunidad natural.
“Ahora sabemos que la vacunación no erradicará el SARS-CoV-2”, el coronavirus que causa el COVID-19, reconoció el miércoles la Academia Francesa de Medicina en un comunicado.
Desde hace varias semanas se acumulan datos que demuestran que las vacunas son menos eficaces contra la variante delta del SARS-CoV-2, que es mucho más contagiosa. Una proporción importante de vacunados se han contagiado, aunque siguen estando muy bien protegidos contra las formas graves del virus.
En este contexto, resulta difícil prever una inmunidad colectiva, es decir, un umbral suficiente de personas inmunizadas para que la epidemia deje de propagarse. Sin embargo, la Academia Francesa de Medicina pide “no renunciar” a esta inmunidad colectiva, porque hay un matiz importante que a menudo se malinterpreta.
La inmunidad colectiva no significa que el virus vaya a desaparecer por completo. El objetivo es que el número de infecciones se mantenga estable a lo largo del tiempo o, al menos, que fluctúe regularmente con las estaciones. Y esto se logrará vacunando al mayor número posible de personas, asegura la Academia.
Es por ello que casi no hay debate sobre el papel inicial de las vacunas en la comunidad científica. Pero más allá de eso, no está tan claro cuál debe ser la estrategia en los próximos años. ¿Debemos apostar por completo por las vacunas y aplicar regularmente dosis de refuerzo para compensar su pérdida de eficacia?
“El objetivo es no tener que seguir vacunando para siempre”, estimó el virólogo alemán Christian Drosten en el canal NDR a principios de septiembre.
Te puede interesar: Vacunas anti-COVID en menores de edad, ¿qué sabemos hasta ahora?
Una inmunidad global en bloques
Según Drosten, en una primera etapa se debe vacunar al mayor número de personas posible para evitar formas graves de la enfermedad. Pero, posteriormente, se puede permitir que las infecciones se produzcan en gran número, al menos entre las personas sin factores de riesgo.
En los individuos ya vacunados, es poco probable que estas infecciones sean peligrosas, según el virólogo, quien cuenta con que la inmunidad global se construya en bloques sucesivos (vacuna e infección natural).
Drosten basa su argumento en la noción crucial de que haber atrapado el virus permite ser inmune durante más tiempo y de forma más efectiva que con la vacuna.
Un estudio publicado a finales de agosto tras analizar varios cientos de miles de casos en Israel, un país especialmente avanzado en materia de vacunación, concluyó que las infecciones eran significativamente más frecuentes entre las personas vacunadas que entre las que ya habían tenido el virus.
Sin embargo, estos datos -que deben tomarse con cautela, ya que aún no han sido evaluados de forma independiente- no deben llevar a pensar que es mejor dejarse infectar que vacunarse.
Algunos investigadores subrayan que aún estamos lejos de poder desarrollar una estrategia que deje espacio a la inmunidad natural. “Es una situación que podría darse, pero no es algo que vaya a suceder pronto”, dijo a la AFP Jean-Claude Manuguerra, virólogo del Instituto Pasteur.
“Todavía hay muchas personas en el mundo que no están vacunadas”, sostiene. Sin embargo, no rechaza los méritos de esta estrategia, siempre y cuando se siga vacunando a las personas con factores de riesgo.
Otro elemento que hay que vigilar, según Manuguerra, es la circulación del coronavirus entre los niños que, al ser demasiado jóvenes para haber sido vacunados, pueden constituir un “gran terreno de juego para el virus”, aunque sólo tengan un riesgo mínimo de desarrollar formas graves.
Fuente: AFP