¿Qué pasaría si la atmósfera de la Tierra estuviera enriquecida con CO2? En 1856, la estadounidense Eunice Foote experimentó, casi por casualidad, las bases del cambio climático, colocando los cimientos para las ciencias que hoy tratan de anticipar los efectos del calentamiento del planeta.
La científica había llenado cilindros de vidrio con diferentes mezclas gaseosas y encontró que el que contenía dióxido de carbono (CO2) retenía más calor que los demás. “Una atmósfera constituida por este gas daría a nuestra Tierra una temperatura elevada”, señaló en su informe, publicado en The American Journal of Science and Arts.
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Sus investigaciones coinciden con la fecha, 1850, que hoy sirve de referencia para calcular la evolución de las temperaturas con respecto al período preindustrial, como lo hacen los expertos climáticos de la ONU y el IPCC, reunidos actualmente.
Eunice Foote, cuyos trabajos han sido redescubiertos recientemente, se inscribe en la línea de los investigadores que han penetrado los misterios del clima y estudiado la influencia humana sobre su evolución. “No ha habido ningún momento ‘Eureka’, con una figura dominante en el campo de las ciencias del cambio climático”, pero sí una acumulación de conocimientos, señala Alice Bell, activista climática.
La idea de “acondicionar el medio ambiente para que el clima sea más agradable existe desde hace mucho tiempo”, explica Marie Hélène Pépin, del servicio meteorológico de Francia. “Cuando los romanos conquistaron la Galia, cortaron los bosques para poder plantar campos y cultivar la vid”, añade como ejemplo.
No es ciencia ficción, es Física
Desde la época de Cristóbal Colón hasta el Siglo de la Ilustración, los colonos europeos justificaron los tratos brutales a los autóctonos, “vistos como ‘menos que hombres’ porque no sabían organizar su entorno”, continúa. En 1821, después de lluvias torrenciales, olas de frío y escasez en Francia, se realizó un estudio para saber si la deforestación había desempeñado un papel, sin llegar a una conclusión clara.
Años más tarde, el físico francés Joseph Fourier “se dio cuenta de que la atmósfera juega un rol determinante para evitar que el calor se disperse inmediatamente en el espacio”, explica el historiados Roland Jackson. Hacia 1860, el físico irlandés John Tyndall demuestra el principio del efecto invernadero, cuando los gases atrapan la radiación del suelo calentado por la radiación solar.
En diciembre de 1882, una carta publicada en la revista científica Nature hace referencia a sus trabajos. “Podemos concluir que la creciente contaminación atmosférica tendrá una influencia notable en el clima mundial”, resume la carta, firmada por H. A. Phillips, estableciendo el vínculo entre las emisiones de las actividades humanas y el cambio climático.
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A finales del siglo XIX, el químico sueco Svante Arrhenius, antepasado de la activista Greta Thunberg, advirtió sobre el consumo de energía fósil y su influencia en el aumento del CO2 en la atmósfera. Pero en ese momento, los científicos estaban más interesados en las épocas de hielo.
En la década de 1930, algunos incluso creen que un calentamiento global moderado podría ser positivo. Según Robbie Andrew, del Centro Internacional de Investigación Climática de CICERO, “no tuvieron en cuenta que esto no sólo cambia las temperaturas, sino también otros aspectos del clima”.
En 1958, un programa de televisión estadounidense, The Bell Telephone Science Hour, explica que el CO2 emitido por las fábricas y los coches podría calentar la atmósfera y que esto afecta “la vida misma”. Pero los temores de un enfriamiento del clima ligado a una eventual guerra nuclear y a la contaminación por aerosoles ocuparon las mentes hasta los años 1980.
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En 1975, el investigador estadounidense Wallace Broecker -en un artículo publicado en la revista Science titulado “Cambio climático: ¿estamos al borde de un calentamiento planetario pronunciado?” -, es el primero en usar estos términos antiguos en el lenguaje actual.
Con el paso del tiempo, la ciencia climática se volvió más avanzada y tuvo que hacer frente al cabildeo de la industria para minimizar el impacto del consumo de energías fósiles. Con impactos del cambio climático cada vez más visibles, las sociedades deben actuar, advierten los científicos. “Es como si hubiéramos despertado en una película de ciencia ficción. Pero no es ciencia ficción, es física”, resume el historiador Spencer Weart.
Fuente: AFP.