Con la visita de payasos, la espera es una fiesta para Agatha, una pequeña de siete años que el martes recibió la tercera dosis de la vacuna anti-COVID Soberana, dentro de un ensayo clínico pediátrico, con el que Cuba suma recursos para enfrentar la crítica situación por la pandemia.
A su lado, su hermana Amanda Medina, una adolescente de 16 años que participa en el ensayo y aspira a estudiar arquitectura, la observa feliz y recuerda a otros niños “que han sufrido” el COVID-19 y todavía presentan algunas secuelas.
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Por eso “queríamos estar en este ensayo clínico, para que no suceda más”, dice a la AFP en el hospital pediátrico Juan Manuel Márquez de La Habana, donde se realiza la prueba con 350 niños y jóvenes de tres a 18 años. El gobierno cubano ha dicho que los niños, que dejaron de asistir a clases presenciales en enero, volverán a las escuelas cuando haya condiciones.
Agatha se toca el hombro izquierdo para enseñar donde recibió la inyección de Soberana Plus, con lo que culmina el proceso de las tres dosis, previsto para las vacunas cubanas. La pequeña fue inmunizada primero con dos dosis de Soberana 02. Cuba, único país latinoamericano en contar con vacunas propias, dispone de Abdala, además de Soberana 02 y Soberana Plus, que hasta ahora no han sido reconocidas por la OMS.
Hasta el mes pasado, 3,12 millones de personas habían recibido las tres dosis de Soberana o Abdala. Las autoridades de la isla, de 11,2 millones de habitantes, esperan culminar a fin de año la inmunización de toda su población vacunable. En mayo pasado, cuando se inició la campaña, el gobierno se había propuesto alcanzar el 70% de vacunados en este mes de agosto.
“Seguimiento estrecho”
“Hay un seguimiento estrecho de estos muchachos durante su proceso de reclutamiento, de seguimiento, del estudio posterior (...) estamos convencidos de que es un éxito, es un sueño hecho realidad para nuestros niños”, dijo Reynaldo Cuba, investigador principal del ensayo.
Para las autoridades sanitarias cubanas “es muy importante tratar de proteger a los niños contra esta enfermedad”, dice su colega Yariset Delgado. “En nuestro país hay niños que han llegado a estados críticos, hay niños que han fallecido desgraciadamente” o quedan con secuelas. “Llevar a una protección a los niños (...) es algo muy importante para nosotros como científicos”, añade.
Hasta inicios de agosto, 95.100 menores se habían contagiado en Cuba y siete fallecieron, según el Ministerio de Salud Pública. Esas cifras impulsaron el ensayo pediátrico, cuando la isla sufre otro pico de la enfermedad. Desde que se presentaron los primeros casos en marzo del año pasado, el país suma 602.526 contagios y 4.710 muertes.
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Los ensayos pediátricos están en curso también en otros países. El laboratorio chino Sinovac anunció en junio que se aprobó el uso de la vacuna en menores de entre tres y 17 años, aunque no determinó cuándo se empezará a aplicar. En Estados Unidos, la vacuna sigue estando disponible bajo autorización de uso de emergencia para los niños de 12 a 15 años, pero los médicos pueden prescribirla a los menores de 12 si creen que será beneficiosa.
La comisión reguladora de medicamentos estadounidense recomendó no utilizarla en niños pequeños hasta que los ensayos clínicos presenten sus datos, que se esperan para finales de este año. Israel autorizó a finales de julio la vacuna para niños de entre cinco y 11 años susceptibles de sufrir complicaciones graves ligadas al COVID-19.
“Fe en los científicos”
Ana María Cordero, abuela jubilada de 69 años que acompaña a Agatha y a Amanda, confía en la vacuna pediátrica porque su yerno trabaja en el Instituto Finlay de Vacunas, creador de Soberana. “Tenemos mucha fe en los científicos cubanos que han tenido mucho progreso, porque además estamos muy instruidos con el papá de la niña”, dijo a la AFP.
En una cama vecina, los hermanos Andrés (5) y Adrián (4) juegan entre ellos mientras esperan el chequeo médico después de haber sido vacunados. “Nuestros médicos han hecho todo lo posible y hoy estamos aquí gracias a ellos, a esta prueba, a esta investigación que ellos han hecho”, dice su madre Liset Leyva, una trabajadora independiente de 28 años. “Tenemos toda la esperanza en que pueda tener muy buenos resultados”.
El doctor Cuba sigue con la vista el movimiento de la sala, seguro del buen remate del ensayo. Interrogado sobre cuándo puede estar el resultado y la aprobación, levanta la vista y solo dice “eso no depende ya de nosotros”, sino de la autoridad regulatoria.
Fuente: AFP.