Copas, bailes, música a todo volumen... Aunque sea por unas horas, la jubilosa calle del Pecado de la ciudad española de Sitges (noreste) recuperó su ambiente prepandémico durante un ensayo para reabrir el ocio nocturno de forma segura ante el COVID-19.
Durante cuatro horas en la noche del jueves al viernes, en esta festiva villa costera cercana a Barcelona (noreste), los bármanes volvieron a agitar sus cocteleras y las pistas se llenaron de jóvenes y no tan jóvenes bailando sin distancias al ritmo de la música electrónica, mientras en la barra se iban acumulando las copas vacías.
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Solo las mascarillas quirúrgicas o FFP2 que los 400 participantes del ensayo podían quitarse al beber o fumar recordaban la permanencia de un virus que ha apagado la animada vida nocturna española.
“Cuando vi que había una oportunidad de por fin salir de fiesta, no lo pensé dos veces (...) Salí por última vez en marzo de 2020. Desde entonces encerrada, ahora parezco universitaria, con ganas locas de salir en jueves”, reconocía a la AFPTV Núria Miralpeix, director financiera de 38 años. “Es un poco light, son pocas horas, pero se tiene que aprovechar”, explicaba Edgar, estudiante de 37 años.
Todos ellos se sometieron horas antes a un test de antígenos de COVID-19. Y cinco días después, tiempo durante el que les piden respetir las indicaciones sanitarias, deberá pasar otro para estudiar si hubo contagios. El evento supone un fugaz soplo de oxígeno para los propietarios de los locales de fiesta, cerrados en esta región de España desde marzo de 2020, con un breve paréntesis entre junio y julio.
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“Ha sido una época muy complicada, porque hemos estado más de un año cerrados (...) Hacemos esta prueba para demostrar que el ocio nocturno es seguro”, decía Miriam Morató, propietaria de 48 años del bar Las Vegas.
Organizado por el ayuntamiento y las autoridades sanitarias regionales, el ensayo cerró 400 metros de esta popular arteria de ocio, apodada “calle el Pecado” cuando en pleno franquismo empezó a acoger desenfrenadas fiestas, tolerantes con la entonces perseguida comunidad homosexual. El objetivo “es reactivar este sector económico que lleva más de un año cerrado, que la gente pueda volver a trabajar”, señaló la alcaldesa de Sitges, Aurora Carbonell.
Este estudio sigue la senda de dos conciertos realizados en Barcelona, con mascarillas, pero sin distancia de seguridad: el primero en diciembre con un aforo de 500 personas y otro, en marzo, con 5.000 personas en un gran pabellón de conciertos. Como en esta ocasión, el público pasó un test de antígenos antes del evento. Según sus organizadores, la asistencia a estos conciertos no provocó contagios.
Fuente: AFP.