Las tasas de mortandad por COVID-19 podrían reducirse si la población se relaciona con grupos de personas de su misma edad, según el estudio realizado por la profesora Shani Stern del departamento de neurobiología Sagol, de la facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Haifa, en Israel.
Los investigadores desarrollaron un modelo computacional en el que se examinaba la distribución del virus en un grupo virtual de 50.000 personas divididas en cuatro grupos etarios, de 0 a 14 años, de 15 a 34 años, de 35 a 54 años y de 55 años para arriba.
“El estudio comenzó por una asunción intuitiva, de que la población más joven infecta más y que la población mayor es asintomática”, explicó Stern.
Su objetivo es intentar proponer opciones prácticas para que, hasta que no lleguen soluciones médicas, la vida pueda desarrollarse con menor mortalidad y mayor normalidad.
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El método
El estudio puso a prueba cinco escenarios posibles que duraban 250 días, en los que se limitaba la interacción entre grupos de personas de diferentes edades en el que todas mantenían la distancia social y usaban mascarillas. En el primer escenario, no se restringían las relaciones de los participantes.
En el segundo, los participantes no tenían contacto con personas fuera de su grupo de edad, exceptuando miembros de su familia en el mismo hogar. Para compensar las conexiones de edades diversas perdidas, los investigadores añadieron más contactos dentro de su grupo de edad.
En el tercer escenario, participantes de 0 a 54 años se agruparon juntos y no se les permitía el contacto con personas de más de 55 años, exceptuando si compartían hogar. De nuevo, se añadieron contactos para compensar las conexiones perdidas.
Bajó el índice de mortandad
“En este escenario se bajó la mortandad al 62%, y parecía muy indicado y plausible de implementar”, explicó Stern. El cuarto escenario reducía la conexión entre grupos de edad y se redujeron a la mitad los contagios entre grupos de edades y el quinto escenario impedía conexiones entre grupos de edades sin añadir nuevas conexiones para compensar.
“En el quinto escenario, como en todos, las relaciones familiares no se restringían, y vimos que la reducción de mortalidad llegaba al 92-93%”, dijo la investigadora. Lo más práctico según el estudio sería poner en marcha una combinación del escenario tres y cinco.
Desde el punto de vista práctico
“Todo es difícil desde el punto de vista práctico”, opinó la investigadora. “Mantener la distancia, usar mascarillas, pero ya que estamos en esta realidad, proponemos que los lugares públicos y comercios se abran a personas de ciertas edades a ciertas horas, como modo de cuidar a la población”, agregó.
Recalcó que con ayuda del modelo matemático construido, encontraron que la ratio de mortandad por COVID-19 puede ser reducida asegurando una segregación por edad en los encuentros personales.
Diferentes grupos de edad, y particularmente gente mayor, debería poder reunirse con otras personas de su propio grupo de edad, abriéndose así las tiendas, los cines y restaurantes a horas especiales reservadas solo para ellos, dijo Shani Stern.
“Esperamos que llegue pronto la vacuna, pero mientras tanto, y para evitar un confinamiento total o parcial podemos crear microambientes que permitan a las personas del mismo grupo de edad continuar socializando, por ejemplo, en un supermercado o un restaurante. Esto prevendría el cierre de negocios al tiempo que se protege a la población y no se aísla completamente a la población mayor, que necesita interacción social más que el resto,” concluyó.
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