Las esperanzas depositadas en la vacuna del COVID-19 catapultaron al estrellato a los fundadores del laboratorio alemán BioNTech, dos científicos alemanes de origen turco que prefieren mantenerse alejados de los focos mediáticos pese al interés que suscita su trayectoria personal.
Ante las numerosas peticiones de entrevista, Ugur Sahin y Ozlem Tureci, el director general y la directora médica de BioNTech respectivamente, recomiendan que les hagan preguntas sobre la “historia de la empresa” y no sobre cuestiones personales.
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Tras el anuncio de que su potencial vacuna del coronavirus tiene una eficacia “del 90%”, ambos científicos prefirieron no explayarse sobre la historia de éxito social que refleja su trayectoria.
Sahin es hijo de un obrero turco que inmigró a Alemania para trabajar en la industria automovilística cuando él tenía 4 años, mientras que Tureci es la descendiente de un médico turco que abandonó Estambul para instalarse en el norte de Alemania. En la prensa alemana corrieron ríos de tinta esta semana sobre estos “héroes”, “los hijos de trabajadores inmigrantes que se convirtieron en los salvadores del mundo”.
Íntegros
Presentados como dos investigadores apasionados y muy trabajadores, ambos científicos desconfían de esta lluvia de elogios. “No estoy seguro de querer realmente esto”, dijo Ugur Sahin en una entrevista publicada este viernes en el diario británico The Guardian. “Como sociedad, debemos preguntarnos cómo podemos dar una oportunidad a todo el mundo para que contribuya en ella”, declaró.
Aunque hasta esta semana eran unos desconocidos para el gran público, esta pareja ya gozaba de reconocimiento entre la comunidad científica, tras destacar con sus investigaciones sobre el tratamiento del cáncer, que pretenden “revolucionar”.
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Sahin, de 55 años, empezó sus estudios universitarios en Colonia (oeste de Alemania), donde su padre trabajaba en una fábrica de Ford, y los terminó en el hospital universitario de Homburgo (sur). Allí conoció a Tureci, dos años más joven que él.
Esta última recuerda su infancia como muy ligada al gabinete médico de su padre, “que se encontraba en la casa de la familia”, por lo que “nunca imaginó” que se dedicaría a otra profesión. Ninguno de ellos creía que terminaría al frente de su propia empresa, pero sus proyectos de investigación eran “demasiado arriesgados” para poder desarrollarlos en los laboratorios ya existentes, lo que les motivó a crear el suyo.
Especializados en los tratamientos contra el cáncer
Fundaron en 2001 su primera empresa de biotecnología, Ganymed Pharmaceutical, que vendieron en 2016. Mientras tanto, tuvieron tiempo para crear en 2008 BioNTech, su segunda empresa, con la que desarrollaron una nueva generación de terapias individuales para los pacientes de cáncer.
BioNTech cuenta actualmente con 1.500 empleados y una gran cantidad de recursos económicos que proceden sobre todo de la inversión privada. Thomas Strüngmann y Michael Motschmann, dos de sus inversores, presentan a los científicos de moda en Alemania como dos “personas auténticas, con una gran integridad, trabajadoras y extraordinariamente inteligentes”.
En los locales del laboratorio, situados en la “Calle de la mina de oro” en Mainz, trabajan en la tecnología del ARN mensajero (ARNm), una molécula que permite al cuerpo humano crear proteínas virales que desencadenarán una respuesta inmunitaria.
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De momento, ninguna vacuna basada en esta innovación ha sido comercializada. Desde enero, antes de que la pandemia sacudiera el planeta, la pequeña empresa alemana empezó su investigación sobre el coronavirus. BioNTech y el gigante estadounidense Pfizer, que colaboraban desde 2018, acordaron en marzo emprender una investigación conjunta sobre la vacuna del COVID-19.
Los resultados publicados el lunes demostraron que su proyecto de vacuna es uno de los más avanzados en el mundo y el anuncio del “90% de eficacia” disparó las bolsas mundiales y generó aplausos tanto entre los políticos como los científicos. Tras ser informado del anuncio, Sahin dijo haberse liberado de “una gran responsabilidad”. Después de ello, ambos científicos decidieron “prepararse unas tazas de té”.
Fuente: AFP.