La búsqueda de una vacuna contra el COVID-19 es una vertiginosa carrera de obstáculos planetaria marcada por desafíos financieros, expectativas frustradas y problemas de seguridad, según los expertos.
¿Cuántas vacunas?
En su última comunicación al respecto, el 6 de julio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuenta con 21 vacunas candidatas que se están evaluando en ensayos clínicos con seres humanos en todo el mundo (frente a 11 a mediados de junio).
Un tercio de estas pruebas se realiza en China. Este país, donde brotó el SARS-CoV-2, virus responsable de la pandemia, quiere ser el primero en ofrecer una vacuna y no duda en multiplicar sus investigaciones.
La mayoría de los ensayos está en fase 1; es decir, cuando se evalúa la seguridad del producto, o en fase 2, cuando se empieza a analizar su eficacia.
Dos de los estudios están en una fase más avanzada, la 3, donde se mide la eficacia a gran escala. Son el proyecto europeo de la Universidad de Oxford, en cooperación con la firma AstraZeneca, y el proyecto chino del laboratorio Sinovac, en asociación con el instituto de investigación brasileño Butantan.
En este último, el gobierno del estado de San Pablo comenzará a probar el 20 de julio la vacuna del laboratorio chino Sinovac en 9.000 voluntarios. Además de los ensayos que ya se han iniciado, la OMS cuenta con 139 proyectos de vacunas candidatas que están en fase preclínica.
¿Qué técnicas?
Algunos equipos trabajan con vacunas clásicas; es decir, las inactivadas, que utilizan la versión muerta del germen que causa una enfermedad, o las llamadas “vivas”, que usan una forma debilitada (o atenuada) del germen que causa una dolencia.
También existen las vacunas de subunidades, que utilizan partes específicas del germen, como su proteína, para ofrecer una respuesta inmunitaria. Las hay también que utilizan otros virus como soporte, lo transforman y lo usan para combatir el que provoca COVID-19.
Y por último, se exploran otros métodos nuevos muy prometedores, que usan ADN o ARN, las moléculas portadoras de instrucciones genéticas, para fabricar una vacuna. ”Cuantas más vacunas candidatas haya, más oportunidades tenemos de lograr algo”, resume a la AFP Daniel Floret, vicepresidente de la Comisión Técnica de Vacunas en Francia.
¿Qué resultados?
Por ahora, solo hay resultados parciales publicados, algunos de ellos considerados “alentadores” por los laboratorios. Pero la prudencia debe imperar, subraya el experto en inmunología francés Jean-François Delfraissy.
Por ejemplo, “una inyección que se aplica en 30 personas no puede considerarse un resultado”, cita. Los comunicados de los laboratorios se destinan al gran público, pero también están impregnados de intereses financieros. Las empresas quieren mostrar que los procesos avanzan, pero lo que cuentan son los resultados. “Y por ahora no los hay”, dice Floret.
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¿Rápido y bien?
En todo el mundo, las investigaciones se aceleran. Es un movimiento inédito. ”Avanza muy rápido, tal vez más rápido de lo que se preveía”, explica a la AFP Christophe d’Enfert, el Instituto Pasteur.
Gobiernos y fundaciones han lanzando campañas para recaudar fondos y Estados Unidos cabalga en solitario en esta carrera, a diferencia de otros países, que han aunado esfuerzos.
El gobierno de Donald Trump lanzó la operación bautizada “Warp Speed” (más allá de la velocidad de la luz) para intentar producir 300 millones de dosis de una vacuna efectiva de aquí a enero del 2021, con el fin de suministrarla, de manera prioritaria, a los estadounidenses.
Las empresas están investigando y al mismo tiempo preparando el sistema industrial para fabricar la vacuna, cuando normalmente “se espera a tener resultados” antes de lanzar esta segunda etapa, dice Delfraissy.
¿Problemas de seguridad?
“Para autorizar una vacuna contra el COVID-19, los ensayos clínicos tendrán que dar pruebas suficientes sobre su seguridad, eficacia y calidad”, advirtió la Agencia Europea de Medicamentos (EMA).
E ir demasiado rápido “puede generar problemas” en materia de seguridad, según Daniel Floret, quien subraya que “uno de los puntos clave es suministrar la prueba de que la vacuna no puede exacerbar la enfermedad”; es decir, agravar el cuadro médico de las personas vacunadas, el escenario totalmente opuesto a lo que se persigue.
Ya ocurrió en el pasado con los monos, “cuando se estaban probando vacunas contra el MERS-CoV y el SARS”, otros dos coronavirus. En el hombre, este fenómeno de agravamiento de la dolencia se vio en los años 60 con vacunas contra el sarampión, que fueron retiradas, y la bronquiolitis del recién nacido, dice el experto.
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¿Cuándo llegará la vacuna?
La EMA estima que habrá que esperar “al menos hasta principios del 2021 para que una vacuna contra el COVID-19 esté lista para ser aprobada y disponible en cantidades suficientes” para su uso mundial.
Los más optimistas afirman que tal vez podría ocurrir un poco antes, para el otoño europeo. ”No estoy seguro de que sea muy realista afirmar esto. Hay que moderar el entusiasmo”, dice Floret. ”Si lo conseguimos en el primer trimestre del 2021 ya será un gran logro”, porque estos procesos llevan normalmente varios años, agrega.
¿Y si no se logra nunca?
El mundo anhela esta vacuna, pero ¿es posible que no se logre fabricar jamás? Efectivamente, “no es algo que se debe dar por hecho”, admite Delfraissy. “Nunca hemos fabricado una vacuna contra un coronavirus, aunque tampoco nunca hemos tenido tantos medios para hacerlo”, considera.
“Hay cierta preocupación sobre la capacidad de lograrlo, (...) pero tenemos los medios, se están planteando varias técnicas y sería sorprendente que no lo lográramos”, dice.
Y cuando la investigación finalice quedará en el aire una última pregunta: ¿la gente aceptará vacunarse pese al recelo creciente que suscita la vacunación en todo el mundo?
“Como ponen de manifiesto las sucesivas epidemias de sarampión, no hemos sido muy buenos a la hora de responder a la preocupación de la gente con las vacunas. Si no aprendemos de estos errores, todo el programa de vacunas contra el coronavirus estará condenado de antemano”, teme la pediatra estadounidense Phoebe Danziger, en una columna publicada el pasado jueves por el New York Times.
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Fuente: AFP.