La Organización de las Naciones Unidas (ONU), declaró el 20 de mayo como el Día Mundial de las Abejas, con el objetivo de crear consciencia sobre la importancia del trabajo de las polinizadoras, las amenazas a las que se enfrentan y la manera en la que contribuyen al desarrollo sostenible. “Las abejas polinizan el 90% de las especies vegetales del mundo. Son las más eficientes. El 10% restante lo hacen otros, como las mariposas, los murciélagos y los colibríes”, señala Carlos Escobar, del departamento de apicultura del Ministerio de Agricultura.

Las abejas están cada vez más amenazadas por los efectos de la actividad humana. “Si las abejas se extinguen, las plantas no se reproducen y si estas no se reproducen, cae la cadena alimentaria, principalmente la producción de frutas y verduras. Solamente nos quedarían los tubérculos como el trigo, el maíz, la papa, la mandioca, etc.”, explica.

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La polinización es el proceso natural por el cual los animales al alimentarse transfieren el polen de una flor a otra, generando así la reproducción de la misma. “Para hacer un kilo de miel se necesitan 10 millones de flores. Una colmena junta 24 kilos de miel, lo que quiere decir que se necesitaron 240 millones de flores”, señala.

En Paraguay hay 15.000 familias de abejas. De los 63 días de vida que tiene cada abeja, 21 días corresponden a su período de nacimiento y los 42 restantes al tiempo que ocupan trabajando dentro y fuera de la colmena. “En 21 días 2 abejas producen 1 gramo de miel, por lo que para alcanzar 1 kilo se necesitan 2.000 abejas”, comenta.

La vida del apicultor

Adolfo Pereira es un pequeño apicultor de Villa Hayes, que está en el rubro hace aproximadamente 10 años. Allí, al frente de la Cabaña Río Verde produce miel de forma natural, pero no en grandes cantidades. “De la apicultura me llamó la atención que era una actividad bastante libre y de mucha observación a la naturaleza. En ese sentido, creo que la miel del Chaco paraguayo es una de las mejores del mundo, por el clima, la biodiversidad y las condiciones que caracterizan a esta región”, asegura.

Empezó en la apicultura cuando una de sus hijas estudiaba ingeniería ambiental y debía analizar un cajón de abejas. Sin embargo, con el tiempo, don Adolfo optó por mantenerse al margen de las producciones en grandes cantidades, ya que se hicieron constantes las idas al sanatorio por las alergias que ella sufría ante las picaduras. “No hay una sola vez en la que una abeja no deje de picarte. Cuando ya creíste que te salvaste durante el proceso de extracción, alguna que otra aparece durante la cosecha y no te salvás”, cuenta con humor.

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Foto: Gentileza.






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