París, Francia | AFP |
Un grupo de investigadores trabaja en un descodificador que convertirá las señales cerebrales en palabras y permitiría hablar a las víctimas de un accidente cardiovascular o una parálisis, según un estudio publicado el miércoles.
Estos científicos inventaron un descodificador para reproducir palabras sintéticas por computadora, a partir de las señales cerebrales que activan los movimientos correspondientes en la boca.
Presentado en la revista Nature, esta técnica está en sus primeros pasos y su implementación tardará.
Sin embargo, sus promotores esperan que algún día beneficie a pacientes que saben hablar pero que perdieron la capacidad.
"Nuestro objetivo a largo plazo es crear una técnica para restablecer la comunicación en pacientes que no pueden hablar, ya sea por problemas neurológicos como accidentes cerebrovasculares o enfermedades como ciertos tipos de cáncer", dijo a la AFP uno de los autores del estudio, Edward Chang, de la Universidad California (UCSF), en San Francisco.
Ya hay dispositivos que ayudan a estos pacientes a componer palabras letra por letra mediante movimientos de los ojos o la cabeza.
Pero aunque mejoran la calidad de vida, estos sistemas son lentos y sirven para producir unas 10 palabras por minuto, en vez de las 150 cuando se está en facultades.
De ahí la idea de los científicos de ir a buscar directamente las palabras a su fuente, el cerebro.
Llevaron a cabo un experimento con cinco pacientes tratados por epilepsia a los que colocaron electrodos en los cerebros.
Los investigadores primero pidieron a estos pacientes que leyeran en voz alta algunas oraciones predefinidas. El objetivo: identificar, gracias a los electrodos, las señales cerebrales responsables de la articulación de las palabras.
Luego, descodificaron estas señales asociando los movimientos necesarios para la pronunciación, en las mandíbulas, la lengua, los labios o la laringe. Finalmente, sobre la base de estos movimientos, reprodujeron dichas oraciones por computadora.
Todas en inglés, estas oraciones eran de construcción simple. Por ejemplo, "La prueba que estás buscando no se puede encontrar en los libros".
Las grabaciones difundidas por los científicos son asombrosas: si bien la voz sintética se come ciertas palabras, otras son claramente comprensibles.
"Las señales cerebrales relacionadas con los movimientos del habla son en parte comunes a todos los individuos", dijo Edward Chang.
Según él, “algún día será posible que un descodificador configurado en una persona sea usado por un paciente que no puede hablar, que podrá controlarlo gracias a su propia actividad cerebral”.
Para saber más se puede leer el artículo en Nature
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La fidelidad está vinculada a la inteligencia según la ciencia
Existen muchos debates sobre la monogamia, pero algo que le llamó la atención a diferentes científicos es por qué la gente es infiel y, según afirman, tiene que ver con el intelecto.
La monogamia -o relaciones de parejas exclusivas- no es un invento del ser humano, en el reino animal existen muchas especies que se emparejan, procrean y pasan el resto de sus vidas juntas, por ejemplo: el cóndor andino, las orcas, los lobos, caballitos de mar, algunas especies de pájaros y los gibones, son solo algunos.
Entonces, si varias especies de animales practican la monogamia y les funciona, ¿por qué no sucede lo mismo con los humanos? Rodolfo Llinás, neurocientífico colombiano que dirigió el programa “Neurolab” de la NASA, se hizo la misma pregunta y las investigaciones concluyeron que las personas fieles son más inteligentes.
El especialista argumenta los resultados en los principios de la neurociencia y justifica la afirmación con razonamientos básicos: el compromiso y la fidelidad le generan bienestar al ser humano.
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Incluso una investigación de la Universidad de New Brunswick, Canadá, afirma que la monogamia es una expectativa casi universal del ser humano.
Cuando dos personas se vinculan afectivamente generan un “contrato” de palabra. La intención es transitar a la par, quererse, respetarse y guardar exclusividad. Dejar de lado el instinto primitivo de seguir buscando pareja requiere de un esfuerzo físico y cognitivo, también de responsabilidad.
Por último, Llinás también citó al psicólogo y escritor evolucionista Satoshi Kanazawa para afirmar su teoría. Mediante una investigación que se publicó en el 2010, Kanazawa destacó que las personas que tomaban el compromiso y la fidelidad con seriedad dentro de una pareja afectiva, tenían un cociente intelectual más alto y era especialmente significativo en los hombres.
Lee más sobre: ¿Qué es la responsabilidad afectiva y por qué es tan importante en los vínculos?
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La neurociencia mejorando tu hogar
Ya lo digo cada semana: neurociencias existen a cada paso de la vida diaria, en cada acción, cada rincón, cada situación. Incluso en nuestros propios hogares, en lo que se conoce como neuroarquitectura y de la cual ya habláramos hace algún tiempo en esta columna.
Pero hay acciones que se pueden hacer en la cotidianidad de las casas, desde su construcción, en sus arreglos, en el día a día, para que el cerebro se encuentre “en armonía”, aumentando productividad, incrementando efectividad y maximizando el relax y el descanso. No olvidemos que el 90% del tiempo de nuestra vida lo pasamos entre cuatro paredes y que el ser humano ha evolucionado durante toda su historia en entornos abiertos; entonces, es justo y necesario que hagamos que este sea un microambiente neuroagradable ¿Quieren saber qué cosas podemos hacer para que esto suceda? Pues aquí vamos con estos consejos para que las neurociencias “copen” tu casa.
En primer lugar, tenemos que tener en cuenta la geometría del lugar, ya que el cerebro percibe las formas orgánicas como amables y cercanas. Esto no tiene que ver con que las curvas nos relajen, sino con que las figuras aristadas ponen en alerta el sistema nervioso y son percibidas como potencialmente peligrosas. De la mano de esto vienen los factores que alertan al subconsciente como la decoración que puede trabajar en dicho plano, donde se procesa el 95% de la información que nos llega del entorno inmediato y que incide sobre el sistema nervioso autónomo, modificando la respiración, el ritmo cardiaco o la temperatura corporal. Amén de esto, es necesario desnaturalizar ciertas condiciones ambientales para nada saludables a nivel biológico y neurológico como, por ejemplo, el aire demasiado viciado, la iluminación insuficiente o la contaminación electromagnética, que pueden derivar en severos problemas de alteración del sueño.
Como les contaba hace un tiempo, toda una disciplina emergente en la arquitectura moderna es la llamada neuroarquitectura, la que sumada al interiorismo pueden trabajar los espacios, de manera que incidan directamente sobre el comportamiento de las personas, como una habitación que favorezca al descanso, un living que induzca a la comunicación o un estudio que favorezca a la concentración y la creatividad. Dentro de ese conocimiento adquirido, sobre todo en la pandemia, donde la normalización del teletrabajo bajo el mismo techo en el que se vive y la evitación de salir al exterior para respirar aire libre, aunque sea unos minutos, es indispensable el contacto con los seres vivos, ya sean plantas o animales, siendo ello tan importante como la socialización con otras personas. Esto forma parte de un todo que es, finalmente, la reducción del estrés mediante esas acciones, así como también el contacto con la naturaleza, utilizar estímulos sensoriales no rítmicos o emplear materiales naturales poco industrializados reducen el estrés, la presión sanguínea y la tensión arterial, entre otros indicadores, lo cual, sumado al llamado confort acústico interior que se consigue a través de una buena absorción de los materiales, contribuyen de enorme forma a la edificación de un entorno neuroamigable.
Favorecer la percepción de ligeras variaciones térmicas y de corrientes de aire o introducir la presencia de agua en los espacios habitados tienen un significativo impacto positivo sobre la concentración y restauración de la memoria. Acciones como la conexión con la naturaleza u otras que introducen estímulos frente a la rutina despiertan estados de mayor felicidad, e incluso aceleran la recuperación de enfermedades. Por su parte, el color es una de las herramientas más versátiles que existen en el campo de la neurociencia aplicada, no tanto por el hecho de si un determinado tono gusta más o menos, sino porque un conjunto de tonalidades puede llegar a cambiar el estado emocional en algo que en neurociencias llamamos psicología del color. Y dentro de la ayuda a esos colores en sus matices, va de la mano la gran importancia de la luz natural que permita percibir desde el interior la mayoría de matices que la luz exterior ofrece a lo largo de un día, la temperatura de color y la intensidad. Esto estimulará los sensores biológicos y desencadenará los procesos internos que se suceden en el organismo a lo largo del día.
Como últimos detalles, introducir agua en movimiento en los espacios interiores tiene un impacto positivo en los niveles de reducción de estrés y relajación. El cuidado del sonido también es fundamental, ya que el sonido es energía que viaja por ondas de aire y ejerce presión sobre nuestro organismo, por lo que debemos conseguir el llamado confort acústico interior a través de una buena absorción de los materiales, lo cual se logra mediante la colocación de alfombras, cortinas, almohadones e, incluso, empapelados de cierta rugosidad. Por último, y no menos importante, la disposición del mobiliario es mucho más importante de lo que se cree, ya que puede fomentar una elevada relación social o todo lo contrario. Como dato adicional, el orden y la limpieza de la casa también ayudan a mantenernos más calmados y relajados porque afecta a la calidad del aire.
Hacer de nuestra casa un ambiente neuroamigable es una cuestión DE LA CABEZA. Hoy te di los tips indispensables. ¿Comenzamos a hacerlo? Me lo contás en siete días. Nos leemos.
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Neurociencia de la lectura
Ya lo dijo el gran filósofo italiano Umberto Eco: “El que no lee, a los 70 años habrá vivido solo una vida. Quien lee, habrá vivido 5.000 años. La lectura es una inmortalidad hacia atrás”. Indudablemente, el hecho de poder poner por escrito un código de símbolos que representan imágenes mentales ha constituido una verdadera revolución (o sea, la re-evolución, una evolución superlativa) de la especie humana. Y es que la capacidad de hablar la hemos adquirido por procesos de mutaciones genéticas con el Homo habilis hace unos 2 a 3 millones de años, y es desde ese entonces que los humanos nacemos con los circuitos neuronales del lenguaje, aunque vale la pena aclarar que la acción de hablar solo se aprende en contacto con otros. Se podría decir que nacemos con un disco cerebral en el que poder grabar, pero que estará vacío si no se graba nada en él, para ser gráficos y directos.
Sin embargo, la lectura nació hace apenas unos 6.000 años por la necesidad de comunicarnos más allá de la tribu propia, del corto alcance del boca a boca. Además, su base no es genética sino artificial o, mejor dicho, cultural. Leer es un proceso que, al no estar genéticamente codificado (y, por tanto, no transmitido por la herencia) se repite costosamente en cada ser humano y necesita cada vez del trabajo duro del aprendizaje y la memoria. Leer, y desde luego leer bien o muy bien, requiere un laborioso proceso de aprendizaje, atención, memoria y entrenamiento explícito que dura años e, incluso, gran parte de toda la vida si se aspira a leer de un modo altamente eficiente. Pero lo de “costoso” y “laborioso” no tiene por qué significar sufrimiento, sino todo lo contrario, se precisa de una verdadera revolución en el ámbito de la enseñanza para poder enseñar correctamente el arte de la lectura No olvidar que los niños son “verdaderas máquinas de aprender” ya desde el útero. Y como, por naturaleza, el ser humano necesita aprenderlo casi todo, no hay pensamiento sin el fuego emocional que lo alimenta. La lectura es uno de esos grandes hitos en el desarrollo infantil, uno que llena a los padres de orgullo… o de preocupación. Cuando una madre se da cuenta de que a su niño de 5 años todavía le cuesta mucho aprender a leer y que el vecinito de enfrente con 4 años ya lee de corrido, se puede preguntar: ¿es que mi niño es más torpe? Sin embargo, la neurociencia ha demostrado que para aprender a leer, hay ciertas partes del cerebro que tienen que haber madurado previamente, algo que puede llegar a suceder a los 3 años, pero que por lo general culmina cuando tienen 6 o 7 años. Por eso, lo aconsejable es que la lectura se empiece a enseñar formalmente a los 7 años, edad en la que, casi seguro, las áreas cerebrales base de la lectura están en todos los niños lo suficientemente desarrolladas y maduras para captar en todo su sentido y emoción la tarea de comenzar a leer. Precisamente esa es la edad en la que se empieza a aprender a leer en ese país tan avanzado en la enseñanza que es Finlandia. Es que además de que forzar a un niño a aprender a leer prematuramente puede provocarle un sufrimiento y frustración innecesarios, que lo logre a los 3 o 4 años no tiene trascendencia alguna a futuro. En otras palabras, no le da una ventaja académica ni lo hace más inteligente.
La maduración cerebral tiene un componente genético, pero también uno cultural, vinculado sobre todo, al hogar: crecer con padres que leen o te leen, tiene una dimensión emocional que facilita enormemente el aprendizaje de la lectura. Pero aquí surge un gran problema actual: la hiperconectividad. Nadie duda que internet ha supuesto una revolución cultural, creando una “era digital” en la que la lectura no solo se hace más deprisa sino también de modo diferente. Sin embargo, diversos estudios sobre los efectos de internet en el cerebro de niños y adolescentes también empiezan a mostrar aspectos negativos, que van desde la disminución de la empatía hasta el decaimiento de la capacidad de tomar decisiones. Sobre la lectura en concreto, es necesario inhibir de forma temporal el 99% de todo aquello que normalmente pensamos o entra a nuestro cerebro y solo prestar atención al 1% de ello. Además, precisa de un cierto tiempo. En cambio, navegar en internet necesita de un foco de atención muy corto y siempre cambiante, lo que conocemos como memoria ejecutiva. Es la que tienes cuando diseñas un plan de trabajo, la que requieres para el estudio, un tipo de inteligencia y memoria sostenida y reposada. Incluso hay quienes hablan de una nueva forma de atención, a la que llaman digital. Hoy en día no tiene sentido retener la fecha de nacimiento de una figura histórica, dato que Google responde de forma rápida y correcta. Pero eso no quiere decir que la memoria haya dejado de importar en el aula. Necesitas memorizar y mucho, porque tus memorias son lo que somos. Incluso, memorizar frases célebres o trozos de poesía o canciones pueden usarse para embellecer el propio discurso, como una dimensión importante de nuestra individualidad, de lo que nos hace diferentes.
Sucede que, aunque no lo crean pero como ya he dicho en otras entregas de esta columna, leer cambia al cerebro (y a uno mismo). Si bien el cerebro no está genéticamente diseñado para leer, este órgano posee una propiedad clave para lograrlo: la plasticidad. La palabra proviene del griego “plastikós”, que significa “cambio” o “modelado”. Quizás el máximo ejemplo sea que aprender a leer modifica la función de un área del cerebro principalmente programada para identificar formas y detectar caras, la cual también pasa a procesar y construir palabras. Pero las transformaciones no son solo a nivel fisiológico. Lo que enseña (el maestro) tiene la capacidad de cambiar los cerebros de los niños en su física y su química, su anatomía y su fisiología, haciendo crecer unas sinapsis o eliminando otras y conformando circuitos neuronales cuya función se expresa en la conducta. Cada persona cambia no solo en función de lo vivido, sino también de lo leído. Leer no es un acto pasivo de absorción de lo que hay escrito en un determinado documento o libro, sino un proceso activo, o recreativo (“volver a crear”) si se quiere, de lo que allí se describe. Implica activar un amplio arco cognitivo que involucra la curiosidad, la atención, el aprendizaje y la memoria, la emoción, la consciencia y el conocimiento. Y cambiar, estar DE LA CABEZA. Gracias por leerme y modificar tus estructuras cerebrales. Nos leemos en una semana.
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Por qué los planes futuros siempre suenan divertidos, pero pueden provocar ansiedad
Los neurocientíficos profundizan en las razones específicas por las que planificar puede ser más divertido que hacer, además de cómo empezar a hacer planes que realmente vas a disfrutar.
Ya sea que se traten de unas vacaciones muy necesarias o una cena en casa, hay algo emocionante en hacer planes para el futuro. Podés trazar lo que vas a hacer y cuándo, quién estará y lo increíble que se sentirá relajarse y disfrutar. Pero, cuando llega el día de dicho plan, vivirlos (en lugar de simplemente cancelarlos) a menudo se siente como lo último que te gustaría hacer. Pero, ¿por qué planificar es más divertido de lo que realmente se hace?
Según la investigación, anticipar los planes puede dar un impulso mental mayor que hacerlos realmente. Un metanálisis encontró que las personas informaron niveles más altos de felicidad mientras esperaban un evento o experiencia en comparación con esperar recibir bienes materiales reales. Lo mismo ocurre con la planificación frente a las vacaciones.
5 razones por las que planificar es a veces más divertido que hacer, según los neurocientíficos
1.Tu recuerdo de cómo fueron las cosas en el pasado era un poco confuso
Tomemos, por ejemplo, el plan de organizar una fiesta navideña. Probablemente recuerdes que la última vez que organizasre una comida navideña fue una experiencia cálida y confusa con amigos y familiares. Lo que quizás hayas olvidado, sin embargo, fue lo estresado que estabas tratando de poner toda la comida en la mesa a tiempo.
“La capacidad de nuestro cerebro para recordar con precisión los hechos del pasado no es muy buena”, dice el psicólogo Frank Ghinassi, PhD, presidente y director ejecutivo de Rutgers Behavioral Health Care.
“Tendemos a recordar las cosas a través de la lente de la emoción o de una manera menos preocupante”, detalla. Como resultado, explica que tendemos a concentrarnos en los aspectos positivos de la experiencia y saltamos los aspectos negativos, hasta que nos encontramos nuevamente en la misma posición.
2.Inicialmente pasaste por alto todo el trabajo involucrado
Hacer planes es la parte fácil, dice el neurocientífico Jason Moser, PhD, profesor de cognición y neurociencia cognitiva en la Universidad Estatal de Michigan. “En abstracto, estas cosas pueden parecer divertidas, pero llegar a los detalles, que deben cubrirse a medida que se acercan los planes, requiere esfuerzo”.
También es fácil “pensar en lo abstracto pero posponer los detalles”, como a qué hora debe salir de su lugar para asegurarse de tomar su vuelo, quién va a cuidar a su perro mientras usted no está. “Vas a tener que esforzarte mucho para hacer todo tu trabajo antes de irte”, dice el Dr. Moser.
3.La realidad es complicada
Es fácil imaginar que los planes saldrán perfectamente. “Puede ser muy satisfactorio imaginar lo grandiosa que será la experiencia y lo divertido que lo van a pasar todos”, dice el psicólogo Craig A. Smith, PhD, investigador del Centro Vanderbilt Kennedy para la Investigación sobre el Desarrollo Humano, cuyo trabajo se centra en la cognición y la neurociencia.
“La realidad puede no estar a la altura de las expectativas, y a menudo no lo hace. Es posible que la realidad no sea tan maravillosa y sorprendente como la experiencia con la que fantaseó o soñó mientras planeaba el evento, incluso si las cosas salen sin problemas”, recuerda.
Algunos eventos y experiencias pueden ser complicados y la realidad deja una ventana abierta para que surjan problemas potenciales el mismo día, dice el Dr. Smith. “A menudo hay muchas cosas que pueden salir mal y, a menudo, algunas cosas salen mal. La posibilidad de que las cosas no salgan como lo planeó puede ser una fuente de gran ansiedad y estrés”.
Muchas cosas sobre la realidad también están fuera de su control, especialmente una vez que sus planes se ponen en marcha, dice el Dr. Ghinassi. “Una vez que comienza el evento, toda la ilusión de control se evapora y su capacidad para controlar las cosas realmente disminuye enormemente”.
4.Tenés ansiedad por el desempeño
“Puede haber una amenaza de sensación de fracaso, que es la ansiedad por el desempeño”, dice el Dr. Moser. “Eso es cierto ya sea que haya gente que venga a la casa o se vaya de vacaciones. Podés estar preocupado de que algo no funcione bien “.
Ese nivel de incertidumbre y estrés puede generar ansiedad acerca de poder realmente llevar a cabo tus planes. “Cuanto más se acerque a la situación en la que algo podría salir mal, más cercana estará la amenaza y más se sentirá ansioso por lo que podría salir mal”, dice el Dr. Moser.
5.Te sentís responsable de que todos se diviertan
Es fácil sentir que la responsabilidad de que todos se diviertan recae sobre uno cuando sos vos quien hizo los planes, dice el Dr. Smith. Pero algunas personas se ven afectadas por esto más que otras. “En términos de personalidad, es muy probable que las personas que tienden a ser muy perfeccionistas se enojen mucho si incluso las pequeñas cosas salen mal”.
Y agrega: “Los perfeccionistas extremos tienden a mantenerse a sí mismos y a los demás con estándares increíblemente altos, y es casi seguro que no estarán satisfechos con la forma en que se desarrollan las cosas si incluso lo más mínimo sale mal, lo que, por supuesto, puede ser extremadamente estresante para ellos”.
Cómo asegurarte de que realmente disfrutes de tus planes
Cuando el objetivo principal de hacer planes es que los disfrutes, es clave entender cómo hacerlo realmente. Para asegurarse de que el proceso sea lo más positivo posible, de principio a fin, el Dr. Moser recomienda tratar de recordar exactamente cómo sucedieron las cosas la última vez que intentó planes similares, pero también tratar de verlo de manera positiva (pero realista) y ligera.
“En la medida de lo posible, tratá de recordar las cosas que salieron bien. Cuando se trata de eso, tendemos a exagerar lo mal que serán las cosas”. El Dr. Smith sugiere permitir que te imagines cuán geniales serán los planes que hiciste, pero también dedicar “un esfuerzo considerable a tratar de anticipar las diversas cosas que podrían salir mal y tratar de minimizar su probabilidad”.
Cuando llegue el día, el Dr. Moser sugiere que simplemente “practiques una versión radical de aceptación”, sabiendo que algunas cosas saldrán según el plan y otras no. “Y eso está bien”, recuerda.