Berlín, Alemania | AFP, por Coralie FEBVRE.

El grupo alemán Bayer se convertirá este jueves en un gigante mundial de los pesticidas y las semillas al cerrar la compra de la compañía estadounidense Monsanto, con la intención de ofrecer una agricultura cada vez más estimulada por la biotecnología.

La adquisición por 63.000 millones de dólares (54.000 millones de euros), la mayor jamás realizada por Bayer en el extranjero, “conlleva un alto riesgo para la reputación, pero también enormes oportunidades de mercado”, resumía el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung.

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Bayer trató de disipar la polémica que rodea a la empresa estadounidense al anunciar el lunes la supresión de la marca “Monsanto”, sinónimo para sus detractores de las peores facetas de la agroquímica y asociada a una serie de acciones judiciales.

Pero la operación es meramente cosmética: las marcas pertenecientes a Monsanto conservarán sus nombres, como Dekalb (semillas de maíz y colza), De Ruiter (semillas hortícolas) o Round Up, un controvertido herbicida acusado de ser nocivo para la salud.

Y Bayer, que insistió durante tiempo para convencer a Monsanto antes de lograr su visto bueno en septiembre de 2016, quiere aprovechar las enormes oportunidades generadas por la necesidad de producir más en superficies limitadas.

Concentración

“Alimentar a una creciente población mundial es un desafío a largo plazo al que queremos contribuir”, anunció el martes el consejero delegado de Bayer, Werner Baumann, en el diario Handelsblatt.

Al lanzar la operación de compra, Bayer detalló su visión del planeta para 2050: un mundo con 10.000 millones de personas que alimentar y tierras cultivables limitadas y perturbadas por el calentamiento global.

Con 115.000 empleados, unos ingresos anuales combinados de 45.000 millones de euros -53.050 millones de dólares-, incluidos 19.700 millones de euros solamente para la actividad agroquímica, el futuro Bayer encabezará un sector en pleno proceso de concentración empresarial.

El año pasado, la compañía estadounidense Dow Chemical se fusionó con su compatriota DuPont, y la china ChemChina compró la empresa suiza Syngenta por 43.000 millones de dólares, dos operaciones que preocuparon a los defensores del medioambiente.

De rebote, esos cambios han aumentado el tamaño del grupo estadounidense FMC, que se ha quedado con los herbicidas e insecticidas de DuPont, y del alemán BASF, que va a adquirir actividades valoradas en 7.700 millones de euros cedidas por Bayer para lograr el visto bueno de las autoridades de competencia.

Bayer apuesta por la complementariedad entre sus productos fitosanitarios y el dominio de Monsanto en “las biotecnologías de las plantas”, según Werner Baumann, dos ámbitos que necesitan enormes esfuerzos de investigación y desarrollo.

“Los tres nuevos conglomerados”, DowDupont, ChemChina-Syngenta y Bayer “controlarán más del 60% del mercado de las semillas y de la agroquímica”, “suministrarán casi todos los OGM (organismos genéticamente modificados)” y “tendrán la mayoría de las patentes sobre las plantas”, señalaba el año pasado la Fundación Heinrich Böll, cercana a los ecologistas alemanes.

Preocupación

Al igual que muchas asociaciones ecologistas, esta fundación teme que Bayer y sus dos competidores “impongan los productos, los precios y los estándares de calidad”, mientras influyen en las decisiones políticas entre bambalinas.

“El modelo de desarrollo” que encarna el futuro grupo “está en las antípodas de la transición (...) hacia un modelo sostenible y respetuoso del medio ambiente”, lamentó por su parte el eurodiputado socialista Eric Andrieu en Twitter.

Bayer responde prometiendo “escuchar” y “trabajar juntos” con sus detractores, pero reitera que la agricultura “es un tema demasiado importante para que divergencias ideológicas impidan el progreso”.

Desde el futuro del glifosato, un herbicida muy cuestionado en Europa, hasta el de los OGM, el porvenir del sector depende en gran medida de las futuras políticas medioambientales y de seguridad alimentaria.

Para el diario Handelsblatt, la desaparición de Monsanto podría ofrecer “un nuevo inicio” para discutir sobre el papel de la ingeniería genética en la agricultura, que provoca reacciones contradictorias según las zonas geográficas.

“Los continentes en pleno auge son África y América Latina”, mientras que Estados Unidos y Asia “siguen desarrollando su agricultura con preocupaciones medioambientales”, y Europa se distingue por su hostilidad ante los OGM, resumía el lunes el presidente de Bayer Francia, Frank Garnier.

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