Washington, Estados Unidos | AFP |
El Tribunal Supremo de Estados Unidos otorgó el lunes una victoria histórica aunque parcial a un repostero cristiano que se había negado a preparar un pastel de bodas para una pareja homosexual, al considerar que sus derechos religiosos se habían visto vulnerados.
En una decisión de una mayoría de siete contra dos, la máxima corte del país dictaminó que una comisión de derechos civiles de Colorado, que había decidido que el comerciante debía atender a todos sus clientes independientemente de su orientación sexual, demostró una “animadversión evidente e inaceptable” hacia la religión.
Según los magistrados, esta comisión, en cuyos criterios se apoyaron los tribunales inferiores, tuvo que considerar este caso de manera imparcial.
Pero “no lo hizo con la neutralidad religiosa requerida por la Constitución”, estimó el magistrado Anthony Kennedy, que leyó el muy esperado fallo en este caso, que se volvió emblemático a pesar de su cariz aparentemente insólito.
La decisión del Tribunal Supremo tiene, sin embargo, un alcance limitado al haberse cuidado de no definir un marco en el que un comerciante podría rechazar tal o cual acto en nombre de sus creencias profundas.
La batalla sobre el fondo del asunto probablemente continuará, con grandes implicaciones para la sociedad estadounidense debido a los principios que están en juego: la libertad religiosa, la igualdad sexual y la libertad de expresión protegida por la primera enmienda de la Constitución.
La querella enfrenta a un repostero del estado de Colorado, Jack Phillips, y a dos hombres hoy en día casados, Dave Mullins y Charlie Craig.
Religión contra igualdad
Invocando su fe cristiana, Phillips había dicho el 19 de julio de 2012 en “Masterpiece Cakeshop”, su pastelería en los suburbios de Denver, que no podía aceptar el pedido de Mullins y Craig, que se casarían y le habían encargado un pastel de bodas.
Sus abogados argumentaron que el pastel representaba en esta ocasión la institución del matrimonio y que, por lo tanto, era transmisor de un mensaje, a diferencia de un cruasán común.
Ambos cónyuges presentaron entonces una demanda en virtud de una ley de Colorado que prohíbe toda discriminación en las tiendas que trabajan con público. Los tribunales inferiores les dieron la razón.
El caso fue admitido en diciembre por el Tribunal Supremo.
Dos jueces considerados progresistas de la máxima corte, Ruth Bader Ginsburg y Sonia Sotomayor, manifestaron su desacuerdo con la sentencia en un argumento escrito, considerando que la supuesta hostilidad de la comisión solo jugó un papel secundario.
En este caso, “lo que importa es que Phillips niega a una pareja homosexual un bien o un servicio que ofrecería a una pareja heterosexual”, insistió Ginsburg, la decana de la corte.
“Esta es una gran victoria para los derechos religiosos de los ciudadanos”, dijo por el contrario Mat Staver, presidente de la organización conservadora Liberty Counsel. “No se puede obligar a la gente a transmitir un mensaje que viola su conciencia”.
La Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU), que representa a la pareja homosexual, señaló que la Corte Suprema había dado la razón solo parcialmente al repostero, sin establecer las excepciones de las cuales los creyentes se habrían de beneficiar.
“La corte no aceptó argumentos que hubieran hecho retroceder el tiempo sobre el tema de la igualdad”, señaló Louise Melling, una responsable jurídica de la organización.
Dave Mullins y Charlie Craig prometieron el lunes continuar su lucha.
“Nos embarcamos en esta acción porque nadie debería sufrir la vergüenza y la humillación de que le digan: ‘Aquí no atendemos a personas como usted’”, dijeron en un comunicado. “Continuaremos nuestra lucha hasta que así sea”.
Trump pro-repostero
El tema ha sido tratado durante meses por legiones de abogados y cabilderos, que hicieron campaña por la pareja o por el chef repostero.
Una veintena de estados de Estados Unidos, decenas de congresistas y todos los grupos de presión conservadores y cristianos han defendido la causa de Jack Phillips.
Pero el repostero disfrutó de un apoyo aún más contundente, el del gobierno de Donald Trump, que argumentó que los pasteles eran su forma de expresión artística, y por tanto Phillips no podía ser forzado a usar su talento contra sus creencias religiosas.
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