Santiago, Chile | AFP, por Ana FERNANDEZ.
Martín Gusinde, el sacerdote y antropólogo alemán que documentó la vida de los aborígenes del sur de Chile durante sus expediciones a Tierra del Fuego entre 1918 y 1924, volvió al país a través de sus impactantes fotos.
Gusinde inmortalizó a los selk’nams, cazadores de la estepa patagónica, y a los kawésqar o alacalufes (la tribu más antigua de todos los indígenas de Sudamérica) y los yaganes, las dos tribus de pescadores que vivían en canoas en regiones tan inhóspitas como el Golfo de Penas y el Estrecho de Magallanes o el canal Beagle y el Cabo de Hornos.
“El espíritu de los hombres de Tierra del Fuego. Fotografías de Martín Gusinde” es resultado de esos estudios, que muestran varios aspectos de estas comunidades amenazadas por los colonos europeos que se adueñaron de estas remotas tierras a partir de finales del siglo XIX y por los buscadores de oro.
A través de las 123 fotos de esta exposición en Santiago que el 12 de mayo cierra una itinerancia por el país, el alemán, que entabló amistad en particular con los selk’nams y aprendió su idioma, muestra aspectos de la vida y cultura de estos pueblos aborígenes como el “hain”, el rito iniciación de los jóvenes que simboliza el paso a la edad adulta.
Cuerpos totalmente pintados con figuras geométricas, con máscaras, retratos de personas en cuyo rostro se refleja la tristeza y la dureza de su vida, personas descalzas en la nieve con una piel de guanaco (un camélido familia de las llamas) sobre cuerpos desnudos como única protección de las bajísimas temperaturas y de los vientos helados provenientes de la Antártida.
Llegado a Chile en 1912 como misionero y profesor de Ciencias Naturales en el Liceo Alemán de Santiago, que había sido fundado dos años antes, también fue jefe de sección del nuevo Museo de Etnología y Antropología de Santiago.
Fue en el desempeño de esta labor que se embarcó al sur de Chile para estudiar a los pueblos aborígenes de Tierra del Fuego. Actualmente, hay un museo antropológico en Puerto Williams dedicado a Gusinde.
En sus más de 1.000 fotografías y los cuatro volúmenes sobre los fueguinos, el misionero alemán de la Congregación del Verbo Divino no sólo documentó costumbres, estilo de vida, cosmovisión, ritos, vida familiar, valores y espiritualidad de estas tribus.
También se convirtió en embajador y protector ante el gobierno chileno al que instó a tomar medidas “adecuadas con el fin de liberar a esos indígenas de los atropellos a los que están expuestos y de asegurarles el bienestar junto a sus hijos”.
- Exterminio -
Y es que fueron objeto de una terrible persecución por los colonos europeos que los privaron de su modus vivendi. Temerosos por su seguridad ya que para comer les robaban sus ovejas, los colonos “ofrecían hasta una libra por cabeza y pagaban también la misma cantidad por un par de orejas de un indio asesinado”, relata Gusinde.
También trajeron perros de Europa y los soltaban en los refugios de los indígenas donde mordían y mataban sobre todo a los niños o los atrapaban y “les inyectaban un virus contagioso y lo dejaban volver de nuevo a los bosques para que contaminasen a sus familias”. Tampoco faltaban los envenenamientos masivos con estricnina.
En 1919, y en sólo 30 años, los 4.000 selk’nams habían quedado reducidos a 279 individuos y 25 alacalufes “pura sangre”.
Pero la civilización “moderna” también les dejaría “alcohol y ciertos vicios”, dice el antropólogo que fue considerado como de la familia.
“Los chilenos desconocemos mucho la historia de los pueblos indígenas y como es muy dolorosa tampoco queremos saber mucho”, dice la gestora de la muestra, Verónica Besnier.
Hasta 1969 no se publicó en español “Los indios de Tierra del Fuego”, la obra fundamental de Gusinde, y lo hizo el Centro Argentino de Etnología Americana.
Las investigaciones de Gusinde permitieron salvaguardar la cultura ancestral de los fueginos, dice Guillermo Feliú Cruz, autor del ”Último fueguino” una biografía sobre el religioso alemán, fallecido en 1969 a los 82 años, en Viena.