Orly, Francia. AFP.

Fueron detenidos a su llegada en un vuelo de Guayana, un territorio francés en Sudamérica, con las maletas o el estómago cargados de cocaína. En el aeropuerto de París, el tránsito de “mulas” no cesa, pese al peligro mortal que representa este tráfico.

En las oficinas de la aduana del aeropuerto de Orly, al sur de París, Henriette, una mujer de 31 años, con una camiseta negra y cabello corto, espera sentada. Fue detenida a su llegada de Guayana. Tiene los brazos cruzados, la cabeza gacha y la mirada perdida. A su lado está su maleta rosa, en la que funcionarios de aduanas vieron masas oscuras en los rayos X.

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Una agente la abre: “Aquí solo hay camisetas... ¡Hum! Aquí es otoño, señora”.

Henriette no responde. No habla ni una palabra de francés. Solo habla taki-taki, una lengua del oeste de Guayana.

La agente saca 7 paquetes de algas asiáticas. Para ella no cabe duda, es cocaína. “No es complicado. Debería ser ligero y suave, pero es compacto y pesa más de un kilo”. Los abre, retira las algas, y descubre paquetes cubiertos de adhesivo negro.

Fueron las manos temblorosas de Henriette las que levantaron las sospechas de los agentes. Jean-Pierre, de 21 años, uno de los otros dos detenidos esa mañana, “caminaba como un robot”, algo característico de aquellos que llevan droga pegada en los muslos o insertada en el recto.

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