Altamira, Brasil. AFP.
Con el fusil al hombro y gesto triste, Tatji Arara carga enormes troncos en un tajo abierto en la selva por traficantes de madera del estado de Pará, en el corazón de la Amazonía brasileña, donde se multiplican los conflictos por la tierra.
“Estoy aquí desde pequeño y nunca vi nada igual. Cada día cortan más árboles”, lamenta este cacique indígena de 41 años, que asegura que la deforestación aumentó desde que el presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro llegó al poder el 1 de enero.
El mandatario dijo, alto y claro durante su campaña, que no entregaría “ni un centímetro más” de tierras para reservas indígenas.
Según la ONG Imazon, la deforestación en la Amazonía aumentó 54% en enero del 2019 –el primer mes de gobierno de Bolsonaro–, respecto al mismo mes del 2018.
El territorio arara, donde viven cerca de 300 indígenas en un área equivalente a 264.000 canchas de fútbol, es considerado inviolable desde su demarcación oficial en 1991.
“Bolsonaro puso muchas culebras en la cabeza del pueblo. Muchos dicen que ahora que ganó, va a tomar la tierra de los indígenas, pero no lo vamos a permitir”, afirma Tatji Arara, vestido con una bermuda y una camiseta del Flamengo, el club de fútbol más popular de Brasil.
“Si (las extracciones ilegales de madera) continúan, nuestros guerreros dicen que pueden llegar con sus arcos y flechas y puede haber muertos. El indígena puede morir protegiendo el territorio, pero también puede matar”, sostiene.
ESCALADA DE TENSIONES
En Brasil, las 566 tierras indígenas delimitadas representan más del 13% de la inmensa superficie del territorio nacional. El derecho de los pueblos ancestrales a la tierra fue reconocido por la Constitución de 1988. La ley prohíbe cualquier actividad que amenace el modo de vida tradicional de las poblaciones, principalmente la explotación minera y la tala de árboles.
El ministro de Minas, Bento Albuquerque, dio a entender que el gobierno de Bolsonaro podría poner fin a esas restricciones que, según él, “favorecen las actividades ilegales”. “Estamos presenciando una escalada de tensiones y los indígenas son, a menudo, obligados a sustituir al poder público, cuyos efectivos son muy limitados”, lamenta el fiscal Adriano Augusto Lanna de Oliveira.