Seúl, Corea del Sur. AFP.

En su tienda de la ciudad de Incheon, Shin Jang-jin vende cámaras ocultas, disimuladas en objetos anodinos, como bolígrafos o encendedores. Pero las autoridades, alarmadas por el escándalo de los videos de mujeres grabadas sin su consentimiento, podrían ahora restringir su venta.

En los últimos diez años, Shin vendió miles de cámaras parecidas. Pero su negocio está en el punto de mira de los coreanos, hartos del llamado fenómeno “molka”, el uso de cámaras espía para filmar a las mujeres sin que se den cuenta.

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Shin defiende sus productos –como sus lentes de contacto espía, que según él sirven para denunciar la violencia conyugal o contra los niños– y asegura haberse negado a venderlos a algunos hombres.

“Creían que como hombre lo entendería”, explica. “Les dije que se fueran”.

El vendedor tuvo que testificar ante la policía en el 2015 cuando uno de sus productos –una cámara escondida en funda del teléfono móvil– sirvió para filmar sin su consentimiento a mujeres en un parque acuático.

El objeto fue vendido a una mujer y Shin Jang-jin asegura que nunca pensó que podría servir para eso.

Las personas que compran cámaras espía no están obligadas a dar su identidad.

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