SARA HUSSEIN , TOKIO, JAPÓN. AFP

Unos jóvenes japoneses, sen­tados a la mesa de un café, se divierten haciéndose selfis. Una escena bastante común, salvo que, detrás de ellos, se aprecia un montón de basura en el que se hunde una garra mecánica.

Tenían ganas de tomar algo el viernes por la noche y eli­gieron un lugar bastante inusual: una planta de trata­miento de residuos equipada con una incineradora.

Este bar efímero llamado Gomi Pit, del japonés “gomi” (basura) y del inglés “pit” (fosa), fue ideado por las autoridades locales para dar a conocer su equipa­miento último modelo y concienciar a los tokiotas de la cantidad de residuos que producen.

El contraste es sobrecoge­dor: la impecable sala ubi­cada en lo alto de este edificio de Musashino, en el oeste de la capital, donde decenas de personas pican un aperitivo y beben cócteles está sepa­rada por un simple cristal de un pozo en el que toneladas de basura esperan a ser que­madas.

A intervalos regulares, un enorme brazo articulado baja y agarra, de entre el mon­tón, la mitad de una bolsa Ikea, una corbata, trozos del relleno de un cojín, papel ras­gado y todo tipo de bolsas de plástico.

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