Pasadena, Estados Unidos. AFP.

Siete años de trabajo, siete meses de viaje por el espacio y casi siete minutos de angustia: la sonda estadounidense InSight se aprestaba finalmente a tocar el lunes la superficie de Marte mediante una muy arriesgada maniobra de aterrizaje.

Y los ingenieros de la NASA, quienes siguen la operación desde la Tierra, no pueden hacer otra cosa que cruzar los dedos: desde la entrada a la atmósfera marciana –con sus respectivas tempestades– hasta el contacto de sus pies con la roca todo ha sido programado con horas de antelación.

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Más cruel aún es que la señal que indicará que InSight está sana y salva sobre la superficie marciana tardará ocho minutos en llegar al centro de control de la misión, situado en Pasadena, California.

“Con Marte nada está nunca asegurado. Marte es difícil”, resumió el domingo Thomas Zurbuchen, jefe de la sección científica de la NASA, que ha aprobado esta misión de casi 1.000 millones de dólares para estudiar las entrañas del planeta rojo.

Es la primera vez desde el 2012 que un artefacto intenta posarse sobre Marte, después de que lo hiciera el vehículo Curiosity de la NASA, el único actualmente activo en la superficie del planeta rojo.

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