Moscú, Rusia. AFP.

¿Santo, tirano, jefe de Estado incompetente o simple víctima de la historia? Cien años después de la abdicación de Nicolás II y la llegada al poder de los bolcheviques, Rusia sigue debatiendo el legado del último zar de todas las rusias. "No existe consenso en la sociedad o entre los historiadores sobre Nicolás II", resume Boris Kolonistky, profesor de historia de la reputada Universidad Europea de San Petersburgo.

Los ortodoxos más fervientes veneran a un Romanov canonizado, numerosos rusos consideran que pertenece al pasado y una mayoría de historiadores critica la debilidad de su política. Según una investigación publicada en febrero por el centro independiente Levada, cerca de la mitad de los encuestados afirmaron, no obstante, tener una opinión favorable del último Zar.

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En lo que respecta a Vladímir Putin, en parte ha rehabilitado al último Zar y, más globalmente, la herencia de los emperadores rusos, tan denigrada por las autoridades soviéticas, al posicionarse en la continuidad histórica de los monarcas y de sus sucesores, los secretarios generales del Partido Comunista Soviético.

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