Jair Bolsonaro “es un elegido de Dios” para salvar a Brasil y ayudar a las mujeres, afirma su esposa Michelle. Otrora discreta acompañante, la primera dama ganó protagonismo en la campaña para retener a evangélicos y asumir la difícil tarea de atraer el elusivo voto femenino.
Hasta hace poco, a la esposa de Bolsonaro, una ferviente evangélica, se le atribuía una silenciosa influencia en el gobierno, sobre todo en el nombramiento de un pastor presbiteriano como ministro de Educación y del primer magistrado evangélico en la corte suprema.
Pero cuando el mandatario, de 67 años, lanzó su campaña hace un mes, Michelle, de 40, adoptó un papel estelar. Presentada por Bolsonaro como “la persona más importante” en un acto en Juiz de Fora (centro-este), la fotogénica primera dama arengó a centenares de seguidores, con alabanzas a Dios y ataques a los “enemigos” del gobierno que suscitaron igual o incluso más entusiasmo que el discurso del ultraderechista.
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En julio, en otra intervención en Rio de Janeiro, Michelle calificó a Bolsonaro de “elegido de Dios” para salvar a Brasil y defendió que su esposo fue el “presidente que más leyes sancionó para proteger a las mujeres”, por ejemplo, con mejoras en salud.
Las mujeres son mayoría (53%) entre los más de 156 millones de electores brasileños, que el 2 de octubre deciden si reeligen al excapitán del Ejército o si la izquierda vuelve al poder de la mano del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, favorito en las encuestas.
Según el sondeo más reciente del instituto Datafolha publicado el jueves, Bolsonaro marcha segundo, con 33% de las intenciones de voto frente a 45% para Lula. La brecha es aún mayor entre solo las mujeres (29% vs 46%). Por ello su tercera esposa entró en escena, según analistas. “Ella tiene el papel” de hacer que Bolsonaro sea “más atractivo entre las mujeres”, dice Sergio Praça, analista político de la Fundación Getulio Vargas.
¿Una estrategia eficaz?
A Bolsonaro, que suele usar un lenguaje informal y profiere insultos, le llueven señalamientos de machismo. Solo la semana pasada copó los festejos patrios brasileños con alusiones a su supuesta potencia sexual. Según analistas, las electoras también le reprochan la falta de políticas para contrarrestar el desproporcionado efecto sobre las mujeres de la crisis económica consiguiente a la pandemia del COVID, que mató a 680.000 personas en Brasil.
Pero Michelle envía el mensaje de que el presidente es “un hombre de familia y conservador” y un candidato “confiable”, afirma Carolina Botelho, investigadora en comunicación política y opinión pública de la Universidad del Estado de Rio Janeiro.
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Su creciente protagonismo fue notado incluso por las autoridades electorales, que la reprendieron por sobrepasar el tiempo permitido a los aliados del candidato en los anuncios televisivos. A dos semanas de la primera vuelta, la inclusión de Michelle, sin embargo, es insuficiente: Bolsonaro apenas ha mejorado en las encuestas sobre el electorado femenino.
Michelle “pudo haber reforzado [el voto de las mujeres] que ya estaban con el presidente, pero no consiguió acercar a las que estaban contra”, afirma Botelho a la AFP. “Habla bien con un público fanático (...) pero no con el resto de la población”, añade.
“Dios por encima de todos”
Las apariciones de la primera dama también buscan afianzar el acercamiento entre Bolsonaro, católico, y los votantes evangélicos, atraídos por su defensa de la familia “tradicional”. Michelle tiene una historia de labor social en iglesias y una relación estrecha con pastores y líderes del bloque evangélico en el Congreso.
“Su principal fuerza es el electorado evangélico”, afirma Adriano Laureno, analista político de la consultora Prospectiva. Incluso su manera de hablar “se asemeja mucho a la de los pastores” con constantes alusiones a Dios y a nociones como el bien y el mal, asegura.
Desde el inicio de la campaña, Bolsonaro extendió su ventaja y actualmente tiene 49% de las intenciones de voto entre los votantes evangélicos, frente a 32% para Lula, según Datafolha. Según estimaciones, casi un tercio de la población brasileña es evangélica y sus líderes calculan que serán mayoría en una década.
Además, sondeos muestran que la mayoría de los electores cree que política y religión deben ir de la mano. Algo que Michelle tiene en cuenta en sus intervenciones, al repetir el lema de su marido, “Brasil encima de todo, Dios por encima de todos”.
Fuente: AFP.