El paraguayo es un rara avis, por decir lo más sutil. Si bien somos sumisos y normalmente muy hospitalarios, no es fácil darnos el gusto en aquello en lo que nos sentimos acomplejados. Nuestras carencias y falencias son de esas cosas. Solo nosotros podemos hablar mal de nosotros mismos, o darnos lo que percibimos como poca importancia.
Por: Paola Martínez
La llegada de la reina Letizia de España en una visita de 48 horas de supervisión y apoyo a los proyectos de cooperación que tiene el país europeo con nosotros fue tópico de conversación desde que fuera anunciado semanas atrás pero nunca tanto como cuando la soberana bajó del avión en la noche del martes, siendo recibida en el espigón presidencial por la primera dama Silvana Abdo y el canciller Euclides Acevedo.
La reina estaba ataviada sencilla, con botas de faena, jeans caqui y una camisa blanca que se adivinaba bajo un chaleco rojo de trabajo de la cooperación española, que -en ese entonces no se sabía- fue confeccionado por manos paraguayas a través de una pequeña empresa que se encargó de la confección de todos los chalecos de la mencionada organización. Su look entero decía con claridad: “vengo a trabajar”.
Y esto no es una novedad caprichosa de la reina, tampoco. Una búsqueda rápida arroja enseguida fotos de mujeres de la realeza en visitas de cooperación a países en situación vulnerable portando chalecos utilitarios o de trabajo de campo: la princesa Diana, la reina Máxima de Holanda, la duquesa (y futura reina de Inglaterra) Catherine. La lista sigue. Es costumbre marcar sartorialmente el tono de las apariciones de la realeza porque ellos no dan declaraciones a la prensa. Ergo, hablan con su ropa, además de con sus actos.
Ahora, si bien todos a estas alturas somos conscientes de la belleza de la primera dama de nuestra nación, no fue difícil hacer el contraste inmediato al ver las fotos de ese primer saludo. Aún en un atuendo que podría definirse como sencillo para los estándares de Abdo, había una marcada diferencia entre ambas mujeres.
Y no que esté mal. La primera dama estaba recibiendo en nuestro país a una soberana. A una representante de un gobierno cooperante que venía a asegurar la continuidad de esa cooperación, ni menos. Cuando nos arreglamos para alguien le estamos mostrando respeto, le mostramos que su persona es suficientemente importante para vernos de la forma más digna posible.
Debates fueron y vinieron, hubo un grupo de indignados con la reina española por faltarnos al respeto vestida como si fuera que iba a un safari, que Paraguay no es un desierto, que tampoco la pavada no es que estamos tan mal para venir de esa manera, y estaban los encantados con el atavío por mostrar la sencillez de una monarca acorde a los tiempos en los que vivimos.
Interesante nada más es rescatar que en la última visita de una soberana española fue en 1997 la suegra de Letizia, Sofía, quien pisó suelo paraguayo y lo hizo también vestida con la sencillez que le caracterizaba (aunque sin chaleco). Fotos de los distintos eventos muestran a la primera dama de entonces y su entorno derrapando en guipures, joyas y rulos en las puntas mientras que la reina con chatitas y atuendos que hasta se podrían decir casuales saludaba con serenidad a las enormes comitivas.
Lo curioso y creo que más delicioso de la cuestión es el efecto poderoso (y no siempre respetado) de la moda. Ni bien amaneció y en la próxima aparición de la soberana, toda autoridad y equipo de trabajo de cual sea la institución paraguaya que le tocara estar cerca, apareció en...chaleco. Si no en chaleco, en ropa de faena. Atrás quedaron los trajes combinados, los rulos en las puntas, los stilettos.
El controversial chaleco rojo se encuentra a la venta y según cuentan desde la empresa fabricante, el teléfono no deja de sonar con pedidos.
Háblenme de poder de influencia, sin decir una sola palabra.