Se trata de un truco sencillo y práctico que potencia los tratamientos y productos que apliquemos en la piel y el cabello. Lo mejor es que se puede realizar en casa, por eso, una especialista nos cuenta sus bondades y cómo ponerlo en práctica.

Por: Natalia Delgado

El contraste de temperaturas, tanto en la piel como el cabello, es un truco de antaño. En muchos salones de belleza se siguen empleando estos métodos para potenciar los resultados de diferentes tratamientos.

“Cuando el cabello está seco, maltratado, o después de realizar una decoloración conviene nutrirlo con alguna mascarilla. La toalla caliente se usa como complemento de estos tratamientos para el pelo y lo que hace es abrir los folículos, permitiendo que los nutrientes de la mascarilla penetren mejor”, explica Odete Martines, estilista y propietaria de Intercoiffure Brasilera.

El método es bastante sencillo, según explica la estilista, basta con lavar el cabello con shampoo y aplicar la mascarilla o tratamiento correspondiente de la raíz a las puntas. Lo siguiente es preparar una toalla limpia y humedecer por completo en agua caliente. Odete aclara que la toalla debe estar caliente pero no debe quemar al tacto.

Con la toalla caliente y escurrida en mano, hay que envolver el cabello -como cuando salimos recién de la ducha- y dejar actuar hasta que tome temperatura ambiente. Este procedimiento se puede repetir dos veces y lo siguiente es enjuagar con agua tibia a fría para sellar los folículos. “Se puede repetir 1 o 2 veces por semana”, sugiere la especialista.

Para la piel

Muchas barberías emplean el “ritual de toalla caliente” por sus bondades para el cutis, pero más que nada para facilitar el proceso de afeitado y evitar la irritación. Para nosotras, el contraste de temperatura también tiene beneficios y te contamos cuáles.

Para que la piel de nuestro rostro se regenere, esté radiante y saludable, es fundamental seguir con una rutina de skin care. Dentro de este plan, hay que realizar una o dos veces por semana exfoliaciones para remover las células muertas y facilitar la regeneración. En este proceso, la toalla caliente tiene un rol fundamental.

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Si bien no es obligatorio, es un paso que se puede agregar para tener mejores resultados. Lo primero que hay que hacer es lavar el rostro, luego aplicar una toalla humedecida en agua tibia -es fundamental que la toalla sea de algodón u otro material noble, por otro lado, la temperatura del agua debe ser tolerable al contacto con la piel-.

Aplica la toalla escurrida sobre tu rostro y dejá que actúe hasta que se ponga a temperatura ambiente, podés repetir este proceso 2 veces y luego pasar a la exfoliación. El calor lo que hace es relajar el cutis y abrir los poros, potenciando la exfoliación y la absorción de los productos que se apliquen posteriormente.

Una vez que terminemos con la limpieza podemos aplicar frío, realizar unos masajes suaves y así estimular la microcirculación y firmeza de la piel, también para sellar los poros.

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