El hambre emocional es comer siguiendo una compulsión y no porque el cuerpo necesite recargar energía. Cuando se utiliza la comida como válvula de escape, de eso se trata el hambre emocional.
El problema es cuando esto se convierte en un hábito y con el tiempo se agrava. Se trata de un trastorno alimenticio vinculado a los conflictos emocionales y anímicos, que la persona no sabe gestionar o no está tratando adecuadamente. También se puede dar por aburrimiento, como no se encuentran actividades que generen placer, se usa la comida para “llenar ese vacío”.
¿Cómo identificar el hambre emocional?
- Necesidad de comer a pesar de no tener hambre. Especialmente durante o luego de una situación de conflicto, estrés, tristeza, angustia, etc.
- Comer impulsivamente. Por ejemplo: vas a buscar un vaso de agua y terminas comiendo una milanesa que había en la heladera. Ni siquiera es por antojo, sino hábito.
- Sentimiento de culpa: Cuando la persona usa la comida como desahogo está todo bien, pero después su malestar se agrava y aparece la culpa. No solo por haber “devorado” todo a su paso, sino porque el placer de comer se desvaneció y volvió la sensación de malestar emocional.
- Usar la comida para sentirse bien.
¿Cómo diferenciar el hambre real del emocional?
Es muy simple, cuando aparece el hambre real se siente, el estómago hace ruido. Además, si se hacen las 4 comidas al día y se respetan los horarios, el cuerpo pedirá alimentos a la misma hora. Por otro lado, el hambre real se soluciona comiendo bien, da igual el menú.
En cambio, cuando se trata de hambre emocional el antojo es específico y abrupto. Por ejemplo, la persona está en su casa un sábado a la noche, aburrida o tal vez un poco triste porque tenía otros planes que no se dieron, entonces se pone una película y de la nada tiene ganas de comer una pizza 4 quesos.
Si este “hábito” no se soluciona puede tener varios impactos negativos. Primero la obesidad y todos los riesgos que implica para la salud, luego psicológicamente, la persona puede empeorar por la insatisfacción y baja autoestima.
Para evitar este problema hay que hacerse cargo de lo que sucede, que se usa la comida como método de escape y tratar de controlar esa compulsividad. A la par también es importante buscar ayuda psicológica para tratar ese desequilibrio emocional y actividades recreativas que generen placer. También es importante beber suficiente agua, más aun cuando aparecen esos “antojos”, dormir bien y buscar otro tipo de recompensa que no sea la comida.