¿Cuándo fue la última vez que caminaste descalza en el pasto o paseaste por un parque? Las responsabilidades nos mantienen la mayor parte del tiempo en interiores, y de esto más el exceso de tecnología, nace este concepto.
El trastorno por déficit de naturaleza (TDN) no es un diagnóstico psicológico o psiquiátrico, se trata más bien de una metáfora acuñada por Richard Louv, periodista y autor de “Los últimos niños en el bosque”. Su obra trata sobre el desarrollo de los niños y cómo la naturaleza influye en su crecimiento, pero también hay puntos que se pueden aplicar al general de la población.
La naturaleza es parte de nuestra vida y existe una conexión neurobiológica con ella por eso nos nutre a nivel mental y físico. Muchas personas emplean sonidos de la naturaleza para meditar o relajarse, incluso esto puede estimular la creatividad y promover la claridad mental.
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También está demostrado que necesitamos la exposición al sol, ya que este simple acto diario mejora nuestra salud física, mental y emocional. Cuando existe un déficit de conexión con la tierra y todo lo silvestre empieza a haber deficiencia de vitamina D, sensación de encierro, irritabilidad, insomnio, estrés, incluso bajones emocionales que pueden derivar a la depresión.
¿Cómo prevenirlo?
En primer lugar: menos tecnología. Lo ideal es tomarse un tiempo a diario o realizar una rutina semanal para estar en contacto con la naturaleza. El simple acto de sentarse a comer mandarinas al sol y en silencio, escuchando el cantar de los pájaros, ya generará un impacto positivo.
Otro método es emplear los principios biofílicos en el diseño de interior. Este estilo puntualiza en armar y decorar la casa con todo lo que sea natural y orgánico. Se aprovecha al máximo la luz natural, se busca tener la mejor ventilación posible, los muebles también son de materiales naturales. Y en cuanto a la decoración se incluyen todo tipo de plantas, textiles y cuadros estampados con motivos que recuerden a la naturaleza, así como también de piedras naturales.
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