El nuevo single de Jaime James explora su faceta más introspectiva: una balada que apuesta por la fuerza de lo simple, con voz al frente y una lírica profunda.

El video, protagonizado y dirigido por el propio Louta, se rige por la misma lógica minimalista. Dos personajes, unaescenografía y recursos que aluden a otra era del cine, una escena simple pero potente que brilla por la interpretación, la atmósfera surrealista y una fuerte carga simbólica.

Si algo queda claro con su tercer lanzamiento del año, es que él es quien cambia todo el tiempo porque muestra, una vez más, que es precisamente su capacidad para camuflayarse y permanecer fiel a sí mismo lo que lo vuelve único. El artista sigue en la senda de una apertura permanente a la experimentación con distintos géneros, expresiones artísticas –es compositor, productor, cantante, DJ, performer, artista visual– y otros talentos que lo rodean.

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Luego del éxito de “Quereme”, junto a WOS, lanzado hace poco más de un mes, Louta vuelve a sorprender con un tema muy distinto, de lo más íntimo que podemos encontrar en su ya amplio repertorio. Recordemos que tiene tres discos de estudio: Louta (2016), Enchastre (2018) y 2030 (2020), además de numerosos singles.

Esta balada le habla directamente a nuestra sensibilidad con una lírica profunda, cargada de una incertidumbre existencial que puede oírse en una voz que por momentos parece quebrarse. Una interpretación potente, que se exacerba con las decisiones detrás de la producción, a cargo del mismo Jaime James junto a Evar.

En el proyecto Louta, las diferentes disciplinas artísticas están puestas en pie de igualdad: el video de “Decime que es verdad” no acompaña al tema, sino que la canción y el videoclip son dos caras de la misma obra.

Si en el video de “QUEREME” había referencias al cuadro “El dormitorio en Arlés” del pintor Vincent Van Gogh, el video de “Decime que es verdad” tiene un guiño al comienzo de “8 ½” de Federico Fellini, una película autorreflexiva, acorde al tono de su nueva canción.

En una atmósfera inicialmente realista, dos personajes le ponen el cuerpo a una escena simple que puede cargarse de múltiples significados. Un Jaime que se eleva y va en fuga hacia las nubes es sostenido por las manos de Manuela Roca, que toma la soga atada a su pierna mientras él canta “que el aire me deje flotando”.

Cuando la música vira hacia una sonoridad de épica cinematográfica, con un sintetizador que le imprime una intensidad mayor, el foco de luz se posa sobre esa figura voladora, el cielo se oscurece y nos preguntamos si estamos ante el vértigo de un ascenso o una caída.

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