Este movimiento cultural internacional promueve tomar consciencia del ritmo que llevamos en la semana y al que la mayoría está acostumbrado ¿Cómo podemos ponerlo en práctica y bajar las revoluciones?
Hoy en día se normalizó vivir a las corridas y de manera automatizada, al estar llenas de actividades por las obligaciones, responsabilidades y necesidad de inmediatez, la mayoría de las personas pasan sus días cumpliendo con todo y pensando en lo que tienen que hacer mañana.
En base a esta realidad, que puede ser insana, surge el movimiento “slow life”. Esta corriente cultural enfatiza en vivir de manera desacelerada y en darle prioridad a los aspectos fundamentales cotidianos, como el buen descanso, la comunicación, la alimentación, las relaciones personales y el estar ubicadas en el presente.
Vale aclarar que por “slow” no se refiere a trabajar poco, ser perezosa o vaga, sino en dejar de lado la prisa y disfrutar más de cada acción y circunstancia que se nos da en el día a día. Este movimiento sería una ramificación del “movimiento slow”, que nació en los años 80 en Italia.
*Tal vez te interese: Me Time: los minutos que nos dedicamos a nosotras mismas
En ese momento estaba en auge la comida rápida y el sociólogo Carlo Petrini se rebelo cuando se abrió una sucursal de MacDonald’s en Roma. Petrini fundó el “slow food”, que propone volver a los valores tradicionales de la gastronomía.
Esto significaba volver a los productos orgánicos y poco procesados, pero también en alimentarnos de manera consciente, es decir, dándonos nuestro tiempo para disfrutar y saborear de las comidas convirtiéndolo en una experiencia plena. Poco tiempo después de su creación el “slow” se trasladó a otros ámbitos como la educación, el trabajo, el turismo y la moda.
Entonces, el conjunto de todas estas prácticas que nacieron después del slow food es lo que se conoce en la actualidad como slow life, acuñado por el periodista y escritor Carl Honoré, autor del libro “Elogio de la lentitud”.
¿Cómo implementar el “slow life”?
Lo ideal es empezar a “bajar las revoluciones” adoptando pequeños hábitos que a largo plazo nos alejarán del estrés. No se trata de cambiar nuestra rutina, sino de enfocar nuestra mente de a una actividad por vez. Por ejemplo: respetar el horario del almuerzo y desconectarse de los pensamientos relacionados a las actividades del día es un buen comienzo.
Lo mismo si estamos en una reunión familiar, o realizando actividad física, una de las técnicas más efectivas para lograr enfocarnos en el tiempo presente es el mindfulness.
Pasar tiempo en la naturaleza o estar en contacto con animales potencia nuestro bienestar general, según apuntan algunos ensayos. No hace falta realizar un viaje para poder disfrutar de espacios verdes, lo podemos hacer en algún parque cercano, implementando el cultivo de plantas en casa o incluso pasando tiempo con nuestras mascotas.
Las redes sociales son una gran herramienta que nos mantienen conectados, pero el problema es que estamos tan conectadas que dejamos de lado el encuentro físico. Es importante, en la medida que se pueda, pasar tiempo en compañía de nuestros seres queridos y priorizar la comunicación y escucha activa.
El slow life no está en contra de la tecnología, por el contrario, promueve su uso para llevar una vida más plena, feliz y sostenible. Lo ideal es utilizarlas como unas herramientas más y no como una necesidad. También nos invita a reflexionar sobre las cosas que realmente necesitamos para ser felices y ser consumidores conscientes.
Aunque muchas veces la demanda diaria dificulte esto, hay que encontrar el modo de dedicar tiempo para alguna actividad recreativa, ya sea hacer ejercicio, leer, escribir, dibujar, incluso cocinar, algo que represente una pausa y conexión con una misma.
Ser “multitasking” o multitarea está asociada, la mayoría de las veces, a un don o a ser productivas, pero nuestra capacidad de atender varias cosas a la vez y mantenernos concentradas es limitada. Por eso, lo ideal es hacer de a una cosa a la vez y tener descansos entre una actividad y otra.
Una buena manera de encarar la rutina de forma relajada es la planificación, incluso nos permitirá ser ordenadas y reservar un momento o varios para el ocio y la relajación. Hay que dejar de lado el perfeccionismo y la exigencia de querer cumplir con todo al 100% y ser más realistas respecto a lo que podemos realizar y los plazos, por eso, es bueno aprovechar los primeros minutos de la mañana para pensar en nuestras actividades y ordenar una lista de prioridades.