Luego de 15 años la artista mexicana volvió a nuestro país con un show mágico, cargado de cariño, risas y anécdotas. Una noche que quedará en la memoria de todos los que estuvieron presentes en el Gran Teatro del Banco Central.
Por: Natalia Delgado
La noche se hizo presente temprano en un típico sábado de invierno. Eran las 19 horas cuando el Gran Teatro del Banco Central abrió sus puertas y cada uno de los espectadores buscaba refugio del frío y la llovizna intermitente.
El salón estaba totalmente iluminado y a medida que cada asiento iba siendo ocupado, se sentía crecer vez más las ansias de recibir a Julieta Venegas. Más de una década había pasado del encuentro con sus dans y la expectativa iba en incremento. Las risas y anécdotas resonaban en cada fila, y muchos aprovechaban para sacarse fotos y comenzar a guardar cada minuto de la noche.
Cerca de las 20:30 horas, sigilosamente salió detrás del telón rojo Bianca Orqueda, la joven nativa oriunda de la comunidad Uj’e Lhavós de Filadelfia (Boquerón) y quien lleva adelante un proyecto de vida que la ubica como digna representante nivaclé.
Parada solo con su guitarra, algunos notaron su presencia, mientras otros siguieron conversando con sus acompañantes. Pero cuando la joven de 23 años hizo sonar unos acordes y pronunció su voz en las primeras estrofas de su canción, el público calló y la atención se centró en ella.
Esta cantautora es orgullosamente indígena del Chaco Paraguayo y fue contando una por una las historias que inspiraron cada canción que compartió con la audiencia. Escucharla cantar se sintió magnético, no solo por su dulce voz, sino porque lo hizo en su idioma nativo: el Nivaclé.
Bianca se despidió del escenario con un cover de Julieta Venegas interpretado en su idioma, el público presente la ovacionó y el ambiente ya estaba a punto de ebullición para recibir a la artista mexicana, cuando ella se retiró del escenario.
Pasó cerca de media hora hasta que el salón se oscureció y el telón se volvió a abrir: un destello azul iluminó el piano y detrás de él vimos a Julieta. El público se emocionó y aplaudió hasta que la artista presionó las primeras teclas, que en conjunto, hicieron sonar “Ilusión”.
“Que lindo volver a Paraguay, vine hace muchísimas vidas, como 15 años y ya teníamos pendiente un regreso para acá ¡Que emoción verlos y que estén aquí, vamos a cantar un ratito!”, saludó Julieta al público que la esperaba.
Acompañada de una batería y contrabajo, la cantante interpretó sus canciones entre el piano, el acordeón y la guitarra. Siempre dando un mensaje especial entre una canción y otra, también interactuando con el público.
La magia se fue apoderando del lugar. Las luces de colores, la emoción de la audiencia y las respuestas de Julieta cada vez que alguien le gritaba algo. En un momento dado, cuando el salón estaba en calma, una voz retumbó en el fondo del teatro: “¡Te amo!! Se escuchó y Julieta sonrió y respondió que ella también.
“En las canciones me gusta mucho explorar el amor en todas sus formas, es algo que nos une, no solo el amor romántico, también el de familia, de amigos y amigas. Es la goma que nos une y esta canción habla sobre apostar en una relación, si vas a entrarle hay que hacerlo con todo, se llama ‘Bien o mal’”, describió antes de interpretar la canción que los fans corearon con ella.
Casi al final de la velada y sin decir nada, el ritmo del contrabajo marcó la intro de “El presente” y la gente empezó a aplaudir al ritmo y acompañó a Venegas en los estribillos de la canción: “El presente es lo único que hay” cantaban a todas voces y al final del tema, la artista se despidió abandonando el escenario.
Las luces se apagaron y las personas empezaron a gritar eufóricas “¡Otra, otra!”. Pasaron unos segundos hasta que la cantante volvió a salir para finalmente despedirse con dos canciones más: “Mujeres” y “Limón y sal”.
“Voy a cantarles una canción, no sé si la escucharon pero alguna paraguaya estaba pidiendo por aquí sin parar ‘Mujeres’, así que lo voy a cantar por ti”, dijo y agregó que la canción habla del temor que sienten las mujeres al andar solas por la noche y vivir sus cuerpos, incluso comentó que se inspiró en ella una vez que salió con amigas y le tocó regresar a casa sola, sintiendo miedo. “La escribí enojada, porque me parecía que cuando hablamos de violencia a las mujeres, tenemos toda la razón de estar furiosas y todo el mundo debería estar enojado con las cosas que pasas”, expresó.
Finalmente la velada concluyó con “Limón y sal” y el público se paró a aplaudirla. “Esto no es un adiós, es un hasta pronto”, se despidió Julieta mientras los fans la ovacionaban felices de haberla visto. El rostro de la artista se iluminó emocionada y antes de abandonar el lugar, se paró varias veces para mirar al público y poner las manos sobre su corazón, como atesorando todo el cariño que la audiencia le expresaba mientras se retiraba del escenario.
Pasó más de una década para volver apreciar en vivo a la talentosa artista y cada minuto, cada detalle, valió la pena. Deseamos que no vuelvan a pasar otros 15 años para verla otra vez.